Las encuestas lo aseguran y confirman: la gente ya no cree en los “pescaditos de colores” que distribuye una muy desprestigiada Cristina Kirchner, en busca afanosa de obtener una privilegiada impunidad que la proteja de las consecuencias, ya evidentes para los argentinos de buenas fe, que surgen claramente de la llamada “causa de los cuadernos”.
La oposición está –según algunas encuestas- ya cuatro puntos arriba de las huestes de Cristina en la propia provincia de Buenos Aires. Mal augurio para unas elecciones intermedias que se acercan cada vez más raudamente. Para la audaz Cristina Kirchner, crece el olor a desastre cercano, entonces. Por esto ha “radicalizado” enormemente sus recientes discursos. A la manera de entusiasta “pasionaria”. Para su incansable lacayo, el cada vez más antipático Axel Kicilloff, la situación luce parecida. La gente de la siempre estratégica jurisdicción de la provincia de Buenos Aires también lo rechaza. Muy masivamente. Sin simpatía alguna, no le será nada fácil revertir lo que ocurre antes de noviembre próximo.
La imagen, alguna vez positiva, del circunstancial presidente argentino, Alberto Fernández, ha desaparecido completamente. Su absoluta falta de idoneidad para el cargo que desempeña ha quedado totalmente a la vista y derrumbado notoriamente sus pequeñas posibilidades políticas.
Otros circunstanciales pretendidos “kirchneristas” aparecen también en situaciones ahora parecidas. Por ejemplo, el cada vez más arrogante y siempre desacoplado Nicolás Trotta, pese a su poco atractiva “cara de circunstancias” y a la increíble facilidad con que les echa la culpa a otros de todos sus enormes desaguisados y contradicciones.
En paralelo, la imagen del líder opositor Horacio Rodríguez Larreta no para de crecer. Hasta por encima del desteñido Mauricio Macri. Por esto, todas las baterías oficialistas lo tienen constantemente apuntado. Cual blanco a destruir, lo antes posible. Con urgencia.
La “pandemia” parece haber abierto un frente nuevo que de pronto puede desvencijar al peronismo: el del control de las Obras Sociales, rincón mal disimulado en el que tradicionalmente se ha enriquecido hasta el infinito nuestra privilegiada “clase sindical”. Y Cristina lo sabe mejor que nadie y ahora, “pandemia” mediante, quiere controlar esa “caja”, a la que apunta sin mayor disimulo. Una pelea “de fondo” para quienes se disputan el aludido “botín”.
Pero para Cristina ella se da en el marco del conocido tango “Cuesta Abajo”, cantado en su momento por Carlos Gardel, con la conocida letra de Alfredo Le Pera, que dice: “Sueño con el pasado que añoro, el tiempo viejo que llevo y que nunca volverá…”. A la manera de presagio para muchos, queda claro... ayer y hoy también…
Ya en enero pasado, una oportuna encuesta de Synopsis sugería que la gente (72%) tenía una muy baja confianza en las posibilidades de éxito del oficialismo. Y que la pobre imagen de Cristina Kirchner (un 70% claramente negativa) tenía escasas posibilidades de ser reconstruida. Y acertó, aparentemente. (*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas. |
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