viernes, 4 de junio de 2021

Raúl Castro, el otro dictador

 

Raúl Castro, el otro dictador

Él, como su hermano, traicionó los ideales por los que tantos jóvenes de su generación dieron su vida

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ El siglo XX deparó a la nación tres dictadores: Gerardo Machado, Fulgencio Batista y Fidel Castro, una línea a la que dio sucesión el hermano menor de este último, Raúl Modesto Castro Ruz.

En 2006, cuando renunció a los cargos que ostentaba en el Partido Comunista (PCC) y el Estado, Fidel dio paso a Raúl, quien se mantuvo en los más altos cargos del país hasta la celebración del VIII Congreso del PCC. Durante esos quince años fungió como el cuarto dictador de Cuba.

Antes de 1959, la vida de Raúl Castro ofrece algunas pinceladas sobre su carácter rebelde y su temprana vinculación con los ideales comunistas, al menos así se corrobora de la lectura del libro Raúl Castro. Un hombre en Revolución, de Nikolai S. Leonov.

El punto de giro importante de su vida comienza con el asalto al Cuartel Moncada y su posterior vinculación a la lucha revolucionaria al lado de su hermano. Ya en plena guerra revolucionaria, en el II Frente Oriental “Frank País”, dio muestras de sus dotes organizativas, un mérito que demostraría al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias luego del triunfo de lo que se esperaba sería una revolución democrática, pero que terminó convertida en la dictadura más longeva del hemisferio occidental.

Se ha afirmado que cuando triunfó la revolución Raúl ya era comunista y que su hermano Fidel ─aunque lo negara públicamente─ también lo era. Pero si la memoria no me traiciona creo haber leído en el libro Vida, aventuras y desastres de un hombre llamado Castro, de Carlos Franqui, que en 1959, durante una reunión muy estrecha en la que estaban presentes los más altos dirigentes de la revolución, Raúl lloró de impotencia ante la negativa de su hermano para cumplir las promesas hechas al pueblo en el programa del Moncada y los Pactos de la Sierra, de Caracas y de México. ¿Habrá sido cierto o una fabulación de Franqui? ¿Habría sido una muestra de romanticismo juvenil de Raúl? ¿Fidel habría encarcelado o fusilado a su hermano ante el menor síntoma de disenso? Resultan preguntas que seguramente quedarán sin respuestas porque ningún protagonista de esa gesta ha escrito sus impresiones personales sobre los líderes de la revolución y mucho menos sobre sucesos impactantes y traumáticos. Las interioridades de ese tipo siempre han estado bajo el más hermético silencio.

No olvidemos que la misteriosa desaparición del legendario comandante Camilo Cienfuegos ha trascendido a una polémica cuyo fiel inclina la balanza en contra de la dictadura. Resulta curioso que siendo Camilo el jefe del Ejército Rebelde y el comandante más querido por el pueblo cubano, en fecha tan temprana como el 21 de enero de 1959 Fidel Castro propusiera en un acto público que, en caso de ser asesinado, fuera Raúl quien lo sustituyera al frente del gobierno revolucionario. Y apenas un mes antes de su desaparición física Camilo fue sustituido por Raúl al frente del ejército, lo que levanta muchas suspicacias y conjeturas, sabiendo que los méritos militares de Camilo eran superiores a los de Raúl.

El control ejercido por el castrismo sobre los estudios históricos y el celo adoptado para impedir que las principales figuras de la revolución cubana sean abordadas objetivamente, con sus luces, pero también con sus sombras, ha contribuido a la falta de investigaciones sobre una de las etapas más crueles y contradictorias de nuestra historia. No en balde el propio Raúl Castro dijo en una ocasión ante la Asamblea Nacional del Poder Popular: “Los grandes secretos de la revolución cubana están aquí”, al tiempo que levantaba el dedo índice de su mano izquierda y lo llevaba a su sien.

Durante estos 62 años de dictadura a Raúl Castro lo ha acompañado la acusación de ser el responsable de crímenes horrendos, como los fusilamientos que autorizó en Santiago de Cuba en enero de 1959. Esa responsabilidad también lo alcanza en el caso del asesinato de los tripulantes de las avionetas de la organización “Hermanos al Rescate”, pues se asegura que la orden del derribo de las aeronaves fue emitida directamente por él.

Como miembro permanente del Buró Político del PCC y del Consejo de Estado de la República de Cuba ha tenido responsabilidad en el hundimiento del transbordador “13 de marzo”, en la matanza de Río Canímar y en el asesinato legal de numerosos cubanos al aprobar sus penas de muerte con su firma, entre ellos el de los tres jóvenes que intentaron secuestrar una embarcación para ir rumbo a Estados Unidos.

¿Hasta dónde llegará su responsabilidad en los crímenes cometidos por las tropas cubanas en la República Popular de Angola y en otros países del continente latinoamericano cuando el terrorismo revolucionario se convirtió en una plausible opción de lucha para las fuerzas revolucionarias del continente? ¿Pensará el General en la muerte de Arnaldo Ochoa Méndez? ¿Alguna vez habrá admitido que era perfectamente evitable?

Durante sus quince años como estadista Raúl Castro ejecutó algunas  reformas como las del sistema de Inmigración o las relativas a la autorización de compraventas de viviendas y vehículos, algo que sólo puede verse como tales en un país anormal como el nuestro. No logró que nos tomáramos el vasito de leche del que habló en aquel discurso en Camagüey y al retirarse formalmente de la jefatura dejó al quinto dictador, Miguel Díaz-Canel, un país en peor estado que el que halló en el 2006.

El pragmático dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvo la oportunidad de “deshacer entuertos”, pero le faltó el valor para salir de la zona de confort creada para sí, su familia y sus acólitos. Él, como su hermano, traicionó los ideales por los que tantos jóvenes de su generación dieron su vida. ¿Será por todo lo dicho que el General de Ejército  bebe tanto, como se afirma?

Alguien ha dicho que este será el último año de vida del cuarto dictador cubano. Así como no le temo, no le deseo ningún mal ni tampoco me alegra la cercanía de su muerte. Como John Donne pienso que la muerte de todo hombre me disminuye, aunque se trate de alguien como Raúl Castro.

CUBANET 

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