En el fragor de la lucha política que se libra en Venezuela en contra del régimen chavista a veces se establecen premisas que conducen a análisis y acciones equivocadas. Por ejemplo, decir que el chavismo no tiene políticas no es correcto. El régimen dispone de una serie de políticas que buscan el establecimiento definitivo del Estado chavista pagando el precio del desmembramiento de la república de Venezuela. Pero lo cierto es que sí hay políticas y planes que han multiplicado el caos nacional porque precisamente es en el caos donde el chavismo divide a la sociedad y se impone.

La grave situación de orden público interno e inseguridad que se vive en Venezuela es quizás la mejor demostración de que efectivamente el régimen tiene planes y programas, aunque sus efectos sean nefastos para el resto de la población. Desde tiempos de Hugo Chávez se articularon alianzas con grupos terroristas internacionales y con las nacientes megabandas locales con propósitos muy concretos.

La coordinación del chavismo con grupos terroristas como las FARC en Colombia siempre ha buscado la forma de influir directamente en los conflictos internos del vecino país. La presencia del chavismo en Colombia a través de estos grupos le permite modular la intensidad de varios conflictos que buscan crear puntos de tensión al Estado colombiano y mantenerlo en la raya para que no forme parte de una coalición militar internacional contra Venezuela.

Algunos políticos colombianos quizás sin saberlo ayudan al chavismo al hacerse eco de la falacia según la cual actuar contra el Estado chavista sería venezolanizar la política colombiana. No se dan cuenta de que a través de sus secuaces locales el chavismo ya les ha penetrado el Poder Judicial y hasta las fuerzas armadas.

La alianza del régimen con las bandas criminales locales fue inspirada en la idea de que estos vagos y maleantes no son enemigos de la sociedad sino enfermos sociales que necesitarían tratamiento y no cárcel. De allí se derivaron los planes de las zonas de paz que con el tiempo se convirtieron en zonas controladas por las megabandas en todo el país. Esta política también elevó la categoría de los centros penitenciarios de Venezuela a hoteles de 5 estrellas desde donde con comodidad y seguridad los pranes pueden operar sus negocios.

El chavismo tiene clara conciencia que el capítulo final de este debate será dirimido no por votos o negociaciones sino por vías de fuerza en sus más variados escenarios. Por eso Hugo Chávez siempre buscó organizar grupos y fuerzas paramilitares como un seguro en caso que sus propias fuerzas armadas le dieran la espalda. Interpretando literalmente el pensamiento de su comandante Iris Varela convenció al gobierno de Maduro de armar más de 30.000 delincuentes comunes con el argumento de que los antisociales estarían prestos a defender al régimen emulando los batallones de la dignidad de Noriega en Panamá.

El resultado es que hoy hay un inmenso parque de armas en manos de las megabandas que fue entregado por las fuerzas armadas chavistas. No hay manera de inventariar la cantidad y el tipo de armas que el gobierno le entregó a los antisociales, pero seguramente fue una cantidad suficiente para armar un ejército paralelo de 30.000 efectivos. Estas son las mismas armas que exhiben los pranes en las cárceles y las que hoy son usadas por las megabandas en enfrentamientos como los ocurridos en la Cota 905, El Cementerio y La Vega en Caracas.

Para el Estado chavista el crimen no solo es un fenómeno con el cual se puede convivir. El crimen se ha convertido en la esencia misma de la política donde no hay diferencias entre lo recto y lo retorcido. Con la justificación que todo lo que conduzca a sostener al Estado chavista es aceptable entonces no solo se tolera sino que se estimulan las más variadas prácticas de corrupción que van desde el saqueo que perpetran los miembros del alto gobierno y dirigentes del PSUV contra el tesoro nacional hasta el cobro de comisión de que le hace un general a cualquier ciudadano para llenar el tanque de gasolina. En el medio de esa amplísima gama de actividades ilícitas y criminales está el narcotráfico, el lavado de dólares, el mercado negro de armas, sobornos, prostitución, extorsión, contrabando y un sinnúmero de ilícitos que implican a niveles y sectores que hacen del Estado chavista un perfecto ecosistema para el crimen y la impunidad.

La descomposición moral y social al amparo del chavismo es tal que en un plano hipotético es plausible que los comandantes militares y policiales que han dirigido los operativos en la Cota 905, El Cementerio y La Vega en Caracas sean los mismos que le han suministrado las armas a la megabanda de alias el Coqui. No hay contradicción porque ambos viven del Estado criminal. Es imposible que el Estado chavista pueda derrotar al hampa porque el crimen está en su ADN. Eso sería como si el chavismo se declarara la guerra a sí mismo.

@humbertotweets