El 3 de mayo de 1491, a las 10:00 de la mañana, como especifica la crónica de Thann, Thierry Schoéré, herrero de Orbey, camino al mercado de Niedermorschwihr, cerca de Colmar en el este de Francia, pasó frente a un roble donde vio colocada una santa imagen, según la costumbre de la época, para invitar a los transeúntes a rezar por un hombre que acababa de fallecer en el lugar unos días antes. Bajó de su caballo, se arrodilló ante la piadosa imagen y oró fervientemente por el descanso del alma del desafortunado. De inmediato fue deslumbrado por un fuerte rayo de luz, en medio del cual apareció una forma delicada y vaporosa: era la Virgen María, envuelta en largos velos blancos transparentes, que sostenía tres espigas en su mano derecha y un pequeño cubo de hielo en su mano izquierda: “Levántate —dijo dulcemente la Virgen— y escucha. Mira estas espigas. Son el símbolo de la abundancia de las hermosas cosechas que vendrán a recompensar a los seres virtuosos y generosos, y a traer bienestar y felicidad a los hogares de los fieles cristianos. En cuanto a este cubo de hielo, significa que el granizo, la escarcha, la inundación, el hambre y toda la desolación y desgracias que los acompañan, vendrán a castigar a los incrédulos cuya gravedad de pecados ha cansado ya a la misericordia divina. Ve a los pueblos y anuncia a todos los habitantes el significado de estas profecías”. | 
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