El fetiche de los argentinos con la renuncia de Alberto Fernández
Los medios argentinos, a diario, publican diversos artículos evaluando la posibilidad que Cristina Kirchner asuma la presidencia. ¿Hay posibilidades de un desenlace semejante?
Desde hace algún tiempo atrás, en los espacios de la prensa argentina siempre está presente algún artículo evaluando un escenario de renuncia por parte de Alberto Fernández. Parece que, tanto kirchnerismo como antikirchnerismo, coinciden en el fetiche de Cristina Kirchner con la banda, en medio del incendio nacional.
Detrás de las columnas al respecto, además de lo que todos ya conocemos sobre el divorcio entre el presidente y su vice, no hay demasiado argumento que pueda prever un final inmediato en este sentido. «Alberto Fernández, que asiste a su propio funeral político sin ponerse colorado, es el trigésimo primer mandatario que, desde 1854”, escribió el constitucionalista Félix V. Lonigro. En el artículo suyo publicado en Perfil esta semana, el especialista recuerda que el 45 % de los mandatarios constitucionales no pudieron siquiera terminar el período. Sí, ya lo sabíamos…
En el mismo medio, que cuenta con serios analistas, Eduardo Jacobs se preguntó sin vueltas desde un titular recientemente: “¿Renuncia Alberto y ella asume la presidencia?”. En la opinión del especialista de la Universidad de Cambridge, “la oposición debería tomar nota de esta posibilidad”. Esta tarde, desde el otro gran portal de la Argentina, Infobae, las dos notas centrales hacen referencia a la ruptura del Frente de Todos. En un artículo se explora la “feroz interna” en la reunión de Gabinete y en la otra se recoge una opinión del radical Mario Negri: “Cristina Kirchner está demoliendo el gobierno de Alberto Fernández”.
Sin embargo, ¿los medios insisten con el desenlace fatal a modo informativo o solamente abastecen a un mercado deseoso de darle clics a estos artículos? Seguramente hay algo de las dos cosas. Es que, aunque no haya nada en concreto para informar acerca de una supuesta renuncia, el fuego amigo peronista se incrementa con el correr de los minutos. Mientras escribo estas líneas escucho a Sergio Berni, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, decir por televisión que CFK no atenta contra el presidente, sino que Alberto “atenta contra sí mismo”. Sí hay un porcentual más alto que el 45 % de los mandatarios que no terminaron sus períodos, es el 100 % de chances de desastre institucional en Argentina, cada vez que el peronismo vuela por los aires con sus enfrentamientos internos.
Los fetiches “K” y “anti K”
Aunque motivados por cuestiones que los ubican en las antípodas, tanto el kirchnerismo como el antikirchnerismo tienen debilidad por la idea de un Alberto eyectado de la Casa Rosada antes de diciembre del año que viene. La platea opositora más rabiosa, que se excita con las furiosas editoriales de La Nación + (incluso más que con una película porno), quieren ver manifestarse explícitamente al colapso de la fallida coalición peronista. Lo quieren ver al presidente abatido, rendido ante la dueña del poder real, que lo humilló hasta descartarlo. Una escena como para recordarle a los independientes que votaron por Alberto, quién fue siempre la dueña del circo. Como ellos decían, cuando pedían el voto para Macri en 2019.
Claro que consideran que Cristina no tendrá posibilidades de revertir el desastre económico, por lo que perdería por paliza las elecciones del próximo año. Lamentablemente, subestiman el poder de daño que puede generar desde el unicato del Poder Ejecutivo. Sin los contrapesos que, mal que mal, le pone la coalición actual, Kirchner arremetería contra la justicia sin ningún reparo. Más allá del fetiche de ver a Alberto retirado por su jefa, todo esto parece demasiado peligroso como para darse el gusto de decir “¿vieron que la que mandaba era ella”?
Lejos de haber más razonabilidad en la platea kirchnerista (si la hubiera no serían kirchneristas, claro), el sector minoritario que responde a CFK coquetea con la idea de la renuncia por dos cuestiones: mostrarle a la opinión pública que ella enmendó su error y removió a un tibio títere fallido y, aunque sea infantil, solamente la saciedad del deseo de volver a verla a ella “presidenta”. Este anhelo les puede más que cualquier cálculo utilitario sobre lo poco inconveniente de tomar este hierro caliente, absolutamente inconveniente. Sería más razonable responsabilizar a Alberto por el fracaso y plantear una candidatura propia dentro de un año. Pero no. La quieren a ella. Siempre y a cualquier precio. Se trata de un fanatismo irracional inamovible, pero que afortunadamente lo sufren cada vez menos argentinos.
El que se quedó solo es Alberto, que repite en público y privado que irá por un segundo mandato. Ya nadie lo toma en serio. Es que, en materia de cálculo hizo todo mal. Mantuvo su alianza con Kirchner cuando debió patear el tablero y recostarse en la oposición al iniciar el mandato y se separa cuando ya está desgastado y es repudiado por la gran mayoría del electorado. Al día de hoy le queda poco más que el único logro de Mauricio Macri: terminar el mandato. Falta mucho y puede pasar cualquier cosa.
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