El Monte Carmelo es el lugar donde oró intensamente el profeta Elías, 800 años antes de Jesús. El objeto de su oración era llevar al pueblo de Dios a dejar de recurrir a las prácticas mágicas para buscar mejores resultados en sus cosechas (1 Reyes 18) o en la salud (2 Reyes 1). Toda nuestra vida está llamada a entrar en la luz de la Alianza y en una actitud de oración confiada que recibe todo del Dios vivo. Elías siempre es presentado con una espada porque masacró a los profetas que buscaban capturar las energías ocultas. Sin embargo, después de esta masacre que Dios no pidió, fue perseguido y Dios le enseñó la mansedumbre. Le habló con un ligero soplo y le mostró a su sucesor, Eliseo. En la Edad Media, unos ermitaños cristianos llegaron a rezar a este lugar e hicieron una pequeña iglesia en honor a la Virgen María. El número de religiosos creció tanto que se redactó una nueva regla en 1212, la cual pasó a ser la regla de los carmelitas. El lugar se convirtió en meta de muchas peregrinaciones a partir de 1245 y condujo a la institución del escapulario de Nuestra Señora del Carmen. El convento fue destruido en 1291. La orden del Carmelo se extendió por todo el mundo y más tarde, en el siglo XVI, fue reformada por santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz. Estos dos santos tenían un amor particular a la Virgen María y a san José. Los ermitaños regresaron a las cuevas del Monte Carmelo en 1634 y el santuario fue reconstruido en el siglo XVIII. El monasterio carmelita fue fundado en 1892 por un grupo de religiosas de Francia. Hoy, la comunidad cuenta con una veintena de hermanas de diez nacionalidades, provenientes de cuatro continentes. |
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