Ser mujer migrante en Perú es enfrentarse diariamente a situaciones complicadas que pueden poner en riesgo la vida, así lo expresaron algunas venezolanas de diferentes edades que hoy viven en el territorio peruano.

Ellas contaron a El Diario que en sus centros de trabajo las obligaban a vestirse con prendas diminutas para resaltar sus senos y glúteos, a otras las acosaban y hasta le hicieron tocamientos indebidos en plena vía pública y es que, según detallan, existe el prejuicio de que ser venezolana es estar vinculada a la prostitución y a otros estereotipos negativos que las sexualizan.

Las venezolanas entrevistadas por este medio narraron que en la búsqueda de trabajo o alquiler de vivienda se enfrentaron a escenarios desagradables en los que dudaron sobre su estadía en Perú y sembraron el miedo en ellas por ser extranjeras.

Hay quienes aseguran que evitaban hablar en las calles, transporte público, mercados o lugares en los que se sentían vulnerables, pues su forma de hablar evidenciaba su nacionalidad y esta en ocasiones no era bien recibida.

La mayoría reveló que, recién llegadas y sin documentos, existe el temor de denunciar porque no hay garantías de protección como migrante venezolana, por lo que optan por el silencio.

Ante estas situaciones de discriminación, xenofobia y acoso sexual no denuncian el hecho por miedo a ser expulsadas del país, sancionadas o simplemente se sentían desprotegidas. Las venezolanas manifestaron que este tipo de circunstancias afecta su calidad de vida y permanencia en Perú, además dificulta el acceso a empleos estables y servicios básicos.

Población venezolana en Perú

El 52,3 % de la población venezolana que vive en Perú son hombres y el  47,7 % mujeres; es decir, de cada 100 personas venezolanas, 52 son hombres y 48 mujeres, de acuerdo con datos oficiales de la Encuesta Dirigida a la Población Venezolana que reside en el País (ENPOVE 2018).

Y quienes se atreven a denunciar coinciden en que algunos casos las autoridades policiales peruanas no toman en serio sus acusaciones porque minimizan los actos de acoso y abuso, ya que no hubo violación o penetración. 

La hipersexualización de las migrantes venezolanas en Perú

Al llegar a Lima en octubre de 2018, Génesis Guara fue testigo de cómo a sus compatriotas las obligan a usar ropa ajustada para resaltar sus cuerpos y así atraer a más clientes. Esta era una de las estrategias que utilizaban los dueños de los locales al contratar a las venezolanas, para aumentar sus ingresos y vencer a la competencia.

El primer empleo de Génesis fue en una licorería. Su trabajo era promocionar y vender bebidas alcohólicas, no solo en el establecimiento, sino que debía aprovechar la luz roja del semáforo para convencer a los conductores que transitaban por la avenida cercana a su trabajo de comprar licor.

Ella confesó que algunos de los potenciales clientes la tocaban en plena vía sin su consentimiento, incluso algunos se masturbaban en su presencia mientras los atendían. También le ofrecían dinero a cambio de favores sexuales e insistían para que entrara al vehículo y “concretara la venta”.

Yo no pensé que en Perú iba a vivir esto. Estar en ese trabajo era enfrentarse al acoso todos los días. En ese tiempo las venezolanas éramos muy buscadas para el comercio y nosotras como migrantes estábamos expuestas a situaciones incómodas. A mí me provocaba devolverme a Venezuela”, declaró Génesis Guara para El Diario.

Numerosas veces estuvo a cargo del local. Los clientes consumían cervezas y ella sentía temor cuando estos se pasaban de tragos, pero se mantuvo firme y según narró, no demostró debilidad frente a ellos, ya que consideraba que sería peor.

Acoso, discriminación y xenofobia

Uno de los obstáculos que atraviesan las mujeres migrantes es el acoso, la discriminación y la xenofobia. Varias de ellas han sido acosadas en su centro laboral. Han recibido tratos discriminatorios, en especial por parte de clientes. Este tipo de actitudes moldean su comportamiento, volviéndose menos amigables y estando más alerta cuando se encuentran fuera de sus hogares, así concluyó el informe “Inclusión social y económica de mujeres migrantes venezolanas en Perú. Transiciones migratorias y trayectorias laborales”, realizado por CHS Alternativo.

Génesis lamentó que muchas de sus paisanas que trabajaban en establecimientos cercanos ofreciendo los productos de la competencia eran menores de edad que eran aprovechadas por su empleador y, más que aumentar las ventas, parecía que estuviesen vendiendo sus cuerpos.

El temor de denunciar por ser extranjeras

A sus 50 años de edad Aris Villarreal nunca imaginó que sería víctima de tocamientos indebidos y mucho menos en un centro de asistencia médica. Todo empezó cuando se enfermó a causa de la bacteria del Helicobacter Pylori en diciembre de 2020, en plena pandemia del coronavirus.

Los mareos, náuseas y el malestar general la obligaron a buscar ayuda médica. El especialista que la evalúo le dio indicaciones para realizar algunos ejercicios especiales que, presuntamente, disminuirán los dolores. Después de pedirle que se acostara boca abajo en la camilla, según denuncia la venezolana, él se acercó y le ordenó que colocara sus brazos alrededor del cuello.

No obstante, esta situación llamó su atención, ya que según los protocolos sanitarios para evitar contagios del covid-19, se debía respetar el distanciamiento social entre las personas. En ese momento sintió temor, pero pensó que quizás era la forma de trabajar de los médicos peruanos ante su dolencia.

Minutos después, ella le manifestó al especialista su molestia e incomodidad con los procedimientos, sin embargo, él insistía con el supuesto ejercicio cuando de pronto le tocó los glúteos sin su consentimiento y empujó su cuerpo contra el de ella. Según contó Aris, el hombre tenía una erección y ella no supo cómo actuar ante esa situación. Es por eso que empezó a temblar, internamente quería gritar y correr, pero el miedo la paralizó.

“No denuncié por el temor a perder la vida. Pensé en mis hijos y mi mayor miedo era que ese hombre, que también pertenecía a la Policía Nacional, me pudiese hacer algo si lo denunciaba. Tenía miedo que me hiciera algo por venganza, por eso no lo acusé”, relató Arias Villarreal para El Diario.

El médico anotó los tratamientos en el recipe y detrás del mismo escribió su número de teléfono personal y le pidió que lo llamara, ya que él la ayudaría con las medicinas. Después de ese momento buscó ayuda para superar ese episodio de su vida. Contó que tuvo ataques de ansiedad y cada noche tenía pesadillas.  Además lamentó que personas a quien le reveló lo sucedido minimizaran el abuso del que fue víctima.

No podemos minimizar ni justificar el abuso, el hecho de que no haya habido penetración, no quiere decir que no se hayan violado mis derechos y mi integridad. Al no denunciar llegaron pensamientos de las mujeres que vienen detrás de mí, porque al no hacerlo sé que estas atrocidades se pueden repetir”, comentó Aris Villarreal para El Diario.

Acosadas en sus propias casas

Angy Pérez* tenía 25 años de edad cuando salió desde Venezuela acompañada de sus dos hijas y esposo. Llegó en el 2018 a Lima y lo que más le sorprendió fueron las advertencias de amigos y vecinos sobre ofertas engañosas de trabajos para jóvenes como ella. Por lo que se asustó un poco al escuchar con frecuencia que se cuidara mucho y que no confiara tan rápido en las demás personas.

Como todo comienzo fue difícil empezar, es por ello que con su núcleo familiar decidieron alquilar una habitación mientras mejoraba su situación económica. En el lugar debían compartir el baño con otras cuatro personas, situación que le incomodó al principio por la falta de privacidad, pero con la que debían adaptarse ya que el presupuesto no alcanzaba para más.

Un día una vecina, también venezolana, le preguntó si se sentía cómoda al usar baño, ya que ella sentía con frecuencia que alguien la observaba mientras se duchaba. Angy no prestó mucha atención a la inquietud de su amiga hasta que un día descubrió que un vecino la observaba todos los días cuando se bañaba.

En ese momento no solo sintió miedo al estar desnuda ante los ojos del intruso, sino por lo que este estaba haciendo mientras la miraba: se masturbaba. Ella gritó e insultó al hombre que parecía ser bastante joven y confesó que nunca imaginó pasar por este tipo de situaciones en su propia casa.

¿Desde cuándo estará vigilándome y nosotros sin saber? Le dije a mi esposo que no reclame ni denuncie nada porque no estamos en nuestra tierra y no vaya a ser que te esperen por ahí saliendo del trabajo y te hagan algo, no reclamamos. Uno anda con temor por todos lados, es la triste realidad de uno en este país”, declaró Angy Pérez para El Diario.

Después de este episodio empezó a sentir miedo cada vez que iba al baño. Le aterraba saber si su hija también había sido observada por el sujeto. Ella manifestó que lo más difícil era fingir que no pasó nada, no pudo contarle a su familia que está en Venezuela porque no quiso cargarlos con una preocupación más. Además, un par de veces se topó con su acosador en la calle, lo que calificó como una de las pruebas más fuertes que ha tenido que superar en Perú, pues por miedo no se atrevió a actuar.

Red de apoyo para las migrantes venezolanas

Ante esta situación han surgido grupos de apoyo social, emocional y económico, como es el caso de Mamitas venezolanas, un equipo integrado por madres migrantes venezolanas que se ayudan entre ellas.

Su objetivo es superar los problemas que tienen en común. Ellas crearon junto a otras instituciones, el manual de prevención de la violencia de género contra la mujer, una guía que brinda redes de soporte comunitario para combatir la violencia.

Pueden contactarlas a través de las redes sociales de Facebook e Instagram como Mamitas venezolanas o escribir al WhatsApp de los siguientes números: +51 928 044 335 y +51 916 404 129.

Acoso sexual en Perú: el otro obstáculo que deben enfrentar las migrantes venezolanas
Foto: Mamitas venezolanas

Las niñas y adolescentes venezolanas en Perú también son capacitadas en un programa llamado “Chamas en acción”. Este promueve la construcción de comunidades libres de violencia, discriminación y xenofobia en Perú, empoderándolas a través de talleres y charlas.

A través de las redes sociales de Facebook e Instagram de Chamas en Acción pueden ponerse en contacto con esta organización.

Acoso sexual en Perú: el otro obstáculo que deben enfrentar las migrantes venezolanas
Foto: Chamas en Acción

¿A dónde acudir?

La Defensoría del Pueblo y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables instan a las víctimas o testigos de algún hecho de discriminación, acoso o violencia contra las mujeres a acudir ante la Policía Nacional del Perú (PNP). Exhortan a no callar y a presentar la denuncia ante cualquier comisaría en el país.

También podrán comunicarse con la Línea 100, un servicio gratuito al que las víctimas obtendrán información y soporte emocional por casos de acoso, agresión, violencia sexual o abuso familiar.

Además, quienes conozcan o sean víctimas de hechos de violencia, acoso o abuso sexual tienen a disposición los Centros Emergencia Mujer (CEM) al que podrán comunicarse con la central telefónica al (01) 4197260 y recibir orientación legal, defensa judicial y consejería psicológica sin importar la condición social, edad, sexo, estado migratorio o nacionalidad.

Al denunciar los hechos que son delitos, las autoridades inician una investigación para garantizar la protección de la víctima y la sanción del agresor.

Acompañamiento psicológico para mujeres migrantes en Perú

Las migrantes venezolanas y de otras nacionalidades que requieran apoyo psicológico podrán comunicarse con las siguientes instituciones que también tienen presencia en las redes sociales:

– Centro de Atención Psicosocial (CAPS): llamar a los teléfonos (01) 462-1600, (01) 462-1700 o escribir al correo psico@caps.org.pe

– Centro de Apoyo Emocional de la ONG Unión Venezolana en Perú: llamar al teléfono (01) 3097385 o escribir al correo centroemocionalof@gmail.com

– Asociación Protección para la Población Vulnerable: escribir al WhatsApp +51 998 499 428 o llamar al teléfono (01) 769 85 29.

-VeneActiva: pueden comunicarse a través del 0800- 80212 o al WhatsApp +1 (802) 851-9000.

En Perú el Código Penal establece penas privativas de la libertad para sancionar a los acosadores sexuales y estas van de 2 a 15 años de prisión, sin embargo, las venezolanas consultadas por El Diario refieren que por ser migrantes o refugiadas están en condiciones de vulnerabilidad en las que se sienten desprotegidas. Es por eso que hacen un llamado a las autoridades peruanas a no minimizar sus denuncias cuando hay evidencia de violación de sus derechos.

*El nombre de la entrevistada fue modificado para proteger su identidad.