Todos contra la dictadura socialista que persigue a católicos en Nicaragua
El respeto a la libertad de culto nos atañe a todos en esta contrarrevolución cultural
Daniel Ortega es un dictador socialista que, como todos los de su estirpe, pone su perpetuación en el poder por encima de los derechos humanos, de la dignidad de las personas, de la democracia, de los valores tradicionales de Occidente y del desarrollo del país que “gobierna”.
El miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), organización que impulsa el comunismo, y que toma ideas de la Teología de la Liberación —esa corriente nefasta de marxismo pintado de “cristianismo”— tiene hoy 76 años de edad y lleva ya 14 años en el poder, operando “elecciones” que carecen de legitimidad, porque acosa, persigue y pone tras las rejas a muchos opositores, algunos de los cuales podrían haber contendido para la presidencia.
Entre los opositores presos que fueron aspirantes a la presidencia, se encuentran Arturo Cruz, Félix Maradiaga y Juan Sebastián Chamorro (de acuerdo con información del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Cenidh), a quienes se les impusieron penas de entre 9 y 13 años de cárcel por algo tan ridículo como «traición a la patria». Para Ortega ser opositor es “traicionar a la Patria”. Ni que la patria fuera él.
Datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), apuntan que 355 personas fallecieron por la represión contra las protestas ciudadanas, sobre todo en 2018, y hoy habría más de 180 presos políticos en las cárceles nicaragüenses.
Ah, pero eso sí, este tirano de ultraizquierda, Ortega, ha recibido “premios” de derechos humanos. ¿Cómo, cuáles? Como el “Premio Internacional Gadafi de los Derechos Humanos”. Imagínense ustedes. Se le puso ese nombre al tal premio en alusión a otro sátrapa, Muamar Gadafi, de Libia, quien acabó muerto en una revuelta en manos de su propio pueblo que ya no soportaba tantas injusticias.
¿Quién más ha recibido tan honrosa y legítima presea? Sólo personajes muy destacados por su respeto a los derechos humanos, como por ejemplo, Fidel Castro en 1998, Hugo Chávez en 2004, Evo Morales en 2006 y el sátrapa de Ortega en 2009. En esta lista pronto podrían aparecer Lula Da Silva, Alberto Fernández, Andrés Manuel López Obrador, Gabriel Boric o Gustavo Petro. Todos más o menos de la misma calaña. Y hasta Joe Biden.
Pero en cuanto a Ortega, eso no es todo. También ha cerrado cerca de 760 organizaciones civiles que no se ciñen a sus imposiciones, y que difieren de su visión política de ultraizquierda.
Ante esta arbitrariedad bananera, y otras muchas, la propia Organización de Estados Americanos (OEA) ha mostrado su preocupación ante la flagrante violación a los derechos humanos y emitió un comunicado exprofeso este 12 de agosto de 2022.
En cuanto a la prensa, Ortega viola sistemáticamente los derechos humanos de libertad de expresión y de opinión y ha cerrado sólo en las últimas semanas, “11 emisoras católicas y cuatro televisoras locales”, de acuerdo con información de la Sociedad Interamericana de Prensa, que además consideró que las autoridades nicaragüenses han creado “un nuevo desierto informativo en el interior del país”.
Acaso al dictador bananero no le gusta la libertad de expresión, porque gracias a ella se publican cosas que seguramente le desagradan. Como sucedió el 4 de marzo de 1998, cuando La Prensa (On the web), plasmó lo siguiente:
“Hijastra de expresidente de Nicaragua, Daniel Ortega, lo acusa de haber abusado sexualmente de ella”, decía el titular de la nota retomada de AP, fechada en Managua.
“Zoilamérica Narváez Murillo, hija adoptiva del expresidente Daniel Ortega lo acusó ayer en una carta pública de haber abusado sexualmente desde que ella tenía 11 años. La carta de Narváez Murillo, hija de 30 años de Rosario Murillo, quien vive con Ortega desde hace muchos años, fue hecha pública esta mañana por la publicación Bolsa de Noticias. Narváez Murillo confirmó a The Associated Press que ella escribió la carta. Rosario Murillo dijo en conferencia de prensa que la situación acusada por su hija «es una falsedad y queremos mantenerlo como un asunto de familia. No vamos a acusar a nadie y no vamos a hacer mayor comentario», dice la nota.
“Ortega —sigue el artículo— dijo que los cargos tienen trasfondo político pero aparte de eso habló muy poco en la conferencia de prensa, en la que estuvo acompañado por, aparte de Murillo, con quien vive desde hace muchos años, siete de sus nueve hijos. Se le notaban los ojos enrojecidos, aparentemente irritados por haber llorado”.
En esos días, Ortega era diputado por la Asamblea Nacional de Nicaragua. Luego, el 5 de junio de 1988, Zoilamérica Narváez interpuso una denuncia contra su padrastro en el Juzgado I del Distrito de lo Penal de Managua, por los delitos de “abusos deshonestos, violación y acoso sexual”.
El caso fue a dar hasta la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), que no goza de mucho prestigio por la velocidad de sus pronunciamientos. Cuando finalmente el caso regresa a Managua, los delitos se confirman como prescritos en 2001, quedando Ortega libre de toda acusación.
La Iglesia católica no ha quedado exenta de las persecuciones del dictador socialista. Si se hace un esfuerzo, hay datos de hasta hace 30 años que ponen de manifiesto la animadversión de su corriente, el sandinismo, a esta institución religiosa.
De acuerdo al informe “Nicaragua: una Iglesia perseguida”, de la investigadora Marta Patricia Molina, del Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción, sólo entre abril de 2018 y mayo de 2022 han ocurrido cerca de 190 agresiones contra la Iglesia católica.
Para no ir más lejos, en julio de 2020, un incendio en una capilla de la catedral de Managua calcinó la imagen de la Sangre de Cristo, uno de los símbolos religiosos más venerado por los católicos en Nicaragua.
El informe de Molina —cita el medio Eju.tv— “registra uno a uno los hechos violentos que ha tenido que afrontar la iglesia de Nicaragua ante su posición crítica con la deriva autoritaria que ha tomado el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Agresiones físicas a sacerdotes, profanaciones a templos e imágenes religiosas, asedio, amenazas de muerte, persecución e insultos, ataques armados y quemas, son parte del repertorio expuesto por Molina”, dice la nota.
Y sigue: la abogada reconoce que las protestas de 2018 marcaron una forma de relacionarse entre el régimen y la Iglesia católica. Así lo expone:
“Antes de abril 2018 los atropellos hacia la iglesia eran esporádicos. Después de esa fecha, las hostilidades incrementaron y suben de tono. El lenguaje ofensivo y amenazante de la pareja presidencial contra la jerarquía católica se hicieron cada vez más evidentes y frecuentes; y las acciones de algunas instituciones públicas en contra del trabajo caritativo de la iglesia incrementaron”, dice Molina.
En febrero de 2020 —añade la nota de Eju.tv— Rosario Murillo acusó a los sacerdotes y obispos de la Iglesia católica de bendecir lo que calificó como “terrorismo criminal” y de realizar “manipulación de la fe”.
Así lo dijo Murillo: “Nunca se borrará el sonido de las campanas al vuelo, curiosamente, llamando a matarnos”, en contraste con lo señalado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que designó la CIDH para investigar la violencia en Nicaragua durante 2018, que acusó de “perpetrar crímenes de lesa humanidad al régimen nicaragüense, a paramilitares y a la Policía”.
Pero sin duda la imagen más reciente de hostigamiento a la Iglesia católica que ha dado la vuelta al mundo entero es la del obispo Rolando Álvarez, de rodillas, levantando las manos en señal de arresto, en las inmediaciones de su lugar, en la diócesis de Matagalpa (al norte de Nicaragua), rodeado por policías que portan armas largas, cono si se tratara de un terrorista, justo la palabra que usó Murillo en 2020 al hablar de la acción de la iglesia. Es el trato que se le da a los ministros de culto, el de terroristas.
Decenas de manifestaciones de solidaridad se han dado en toda Hispanoamérica en respaldo a la Iglesia católica en Nicaragua. Por ejemplo, las hechas afuera de las embajadas de ese país en todo el continente americano. Pero aún hay mucho qué hacer.
Desde la visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua, en 1983, la Iglesia ya tenía diferencias con el sandinismo, e incluso inhabilitó de sus funciones a sacerdotes de la nefasta Teología de la Liberación que al mismo tiempo trabajan para el gobierno del FSLN.
A su llegada, el 4 de marzo de 1983, el papa Juan Pablo II fue recibido entre más personas por el sacerdote y sandinista de la Teología de la liberación Ernesto Cardenal, quien esperaba al sumo pontífice arrodillado. Pero el papa le dijo, serio y firme, que debía “regularizar su situación”, aludiendo a que no podía ser sacerdote y funcionario en simultáneo.
La imagen también dio la vuelta al mundo en ese momento. Implicó el inicio de la lucha de la Iglesia contra la expansión del comunismo en Hispanoamérica.
Luego, el 4 de febrero de 1984, el papa Juan Pablo II suspendió “a divinis” a varios sacerdotes, entre los cuales estaba Ernesto Cardenal. Tres décadas más tarde, el 4 de agosto de 2014, vino el papa Francisco a levantar tal castigo a uno de los otros sacerdotes que fueron parte de la revolución, como a Miguel D’Escoto Brockmann, exministro de Relaciones Exteriores.
Pero en cuanto a la actual y profundizada persecución a los jerarcas y a los fieles por parte de la dictadura de izquierda, Francisco no parece haber comentado nada.
Sin duda toca a los fieles unidos a nivel internacional mostrar solidaridad para con nuestros hermanos en Nicaragua. Los Cristeros surgieron en México hace casi un siglo ante los abusos de Plutarco Elías Calles, un presidente nefasto, antireligioso y anticlerical, y que persiguió y mandó matar sacerdotes y feligreses.
Hoy, las amenazas para destruir nuestra fe, son globales. Las circunstancias han cambiado, la defensa de la Fe hoy no sólo es asunto de México, sino de todo Occidente, y aún más allá. Por ello, a nosotros, los cristeros de hoy, nos toca unirnos a nivel internacional.
La cristiandad debe luchar unida, superando las diferencias que hay entre las diversas denominaciones. El respeto a la libertad de culto nos atañe a todos en esta contrarrevolución Cultural.
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