El kirchnerismo: ¿la tumba del peronismo?
Desde la irrupción y hegemonía de Néstor y Cristina Kirchner en la política nacional, el partido/movimiento fue perdiendo espacio hasta quedar reducido a algo poco trascendente
Además de la alternancia que seguramente ocurra este año en Argentina, la experiencia del Frente de Todos dejará al Partido Justicialista en lo que podría llegar a ser la peor crisis del peronismo en su historia. Cuando la Corte Suprema de Justicia deje firme la condena contra Cristina Fernández de Kirchner y la inhabilite de por vida para ejercer cargos públicos, el partido que sirvió de columna vertebral para llevarla al poder quedará como tierra arrasada. Desprestigiado, sin renovación ni juventud ni nuevos dirigentes.
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Ya en 2015, cuando asumió Mauricio Macri luego del fallido ensayo autoritario del kirchnerismo, el PJ ya estaba herido de muerte. Aunque la experiencia de Juntos por el Cambio dejó detrás un gran fracaso económico y un enorme desencanto, el peronismo tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para recuperar el poder en 2019. Es decir, unirse absolutamente todos. Incluso los que se fueron dando un portazo del cristinismo como Sergio Massa y Alberto Fernández. La propuesta del Frente de Todos en cierta manera fue también un duro reconocimiento. El justicialismo reconoció que sin CFK no había oportunidades y el kirchnerismo, con la propuesta presidencial de Alberto, asumió que con “la jefa” no alcanzaba.
Luego del descomunal fracaso de la dupla de los Fernández, el universo peronista queda desolado. Es que, mirando la película completa, el kirchnerismo le resultó al peronismo como un cultivo rendidor en el corto plazo, que dejó dañado el terreno. Una borrachera de recursos fiscales y cargos públicos en todo el país, que podría dejar una larga y triste resaca cuando termine la fiesta.
Desde el retorno a la democracia en 1983, casi una década después de la muerte de Juan Domingo Perón, el Partido Justicialista, que fue oficialismo y oposición, tuvo cierta “institucionalidad”, por así decirlo. Italo Lúder, que no supo expresar los deseos de una nueva generación, cayó ante Raúl Alfonsín en los primeros comicios. Pero el partido tuvo reacción y supo recuperar la centralidad. Antonio Cafiero y Carlos Menem, gobernadores de Buenos Aires y La Rioja respectivamente, se batieron en una interna que quedó para los anales de la historia política argentina. Finalmente hubo batacazo. Se impuso el riojano y durante los noventa comenzó la primera experiencia peronista sin Perón. Tanto en su gobierno como en el interinato de Eduardo Duhalde en 2002, era claro que el partido del poder tenía un líder, pero que “el movimiento” mantenía su presencia e influencia.
Desde 2003, con el ascenso del matrimonio de Santa Cruz, el kirchnerismo exigió sumisión. Había llegado para quedarse y no se conformaba con escribir una página en la historia justicialista como Menem o Duhalde, a los que jubilaron. Ellos tenían en mente un esquema de alternancia, pero entre ellos dos. La prematura muerte de Néstor en 2010 arruinó los planes y allí comenzó la radicalización kirchnerista. Los audios de las escuchas judiciales de Cristina con su mano derecha dejaron en evidencia lo que ella pensó toda la vida del partido: que eran unos “pelotudos” que se tenían que “suturar el orto”.
El desastre que resultó la incómoda coalición actual entre el kirchnerismo y los peronistas exkirchneristas que volvieron junto a Cristina deja al movimiento justicialista muy complicado a futuro. La triste imagen de los gobernadores apoyando un inútil pedido de juicio político al titular de la Corte evidencia la patética foto actual de un partido que supo ser hegemónico.
Aunque no lo reconozcan, el espejo de los adversarios de la Unión Cívica Radical es una realidad. El otro espacio del extinto bipartidismo argentino sufrió una gran crisis con el fracaso de Fernando de la Rúa, que lo dejó reducido considerablemente por más de dos décadas. La última vez que el centenario partido se impuso en una presidencial fue en 1999 (y hasta necesitó de la centroizquierda con la Alianza). Desde entonces, todos fueron fracasos y participaciones como socios menores en formato coalición, como con Juntos por el Cambio.
Pero claro que estamos hablando de la política argentina, cuyos procesos de alternancia suelen ser una especie de revividor de muertos. El peronismo ya se pegó el tiro y está grogui otra vez. Habrá que ver si lo que llega a fin de año oficia de sepulturero o de resucitador especialista en RCP, siguiendo la tradición histórica.
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