Laberinto opositor, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Nuevos tabiques y bifurcaciones, más encrucijadas y pasadizos sin certeza aproximada de cuál conducirá a la salida exitosa le han surgido al ya bastante intrincado laberinto opositor, a escasos dos años de las elecciones presidenciales.
La anunciada decisión de tres de los cuatro partidos del denominado G-4 (más el Movimiento por Venezuela) de liquidar la presidencia interina de Juan Guaidó hizo aflorar una crisis largamente (aunque no tanto) soterrada, que rompió la unidad estratégica de ese sector y está dejando heridas que, en las primeras de cambio, lucen difícil de restañar en el futuro inmediato.
No será fácil que esas relaciones, si se quiere que lo unitario siga siendo una premisa fundamental, vuelvan a su cauce a la luz de la argumentación de los partidos que socavan el piso al interinato. Las justificaciones abarcan los órdenes “jurídico, internacional, ético y político”.
Incluyen allí los objetivos no alcanzados en los plazos previstos (con el consecuente desvanecimiento del famoso mantra, se supone) y los escándalos originados por faltas a la ética, aspectos en los que, evidentemente, es posible encontrar más de una responsabilidad compartida, porque fue de manera conjunta como se trazó la ruta y se llevó adelante su ejecución.
Pero adonde va dirigido el mayor de los embates contra Guaidó es en el plano político, cuando aseveran: “el Gobierno interino dejó de ser útil a la democratización de Venezuela y no reviste ningún interés para la ciudadanía”.
El interinato de Guaidó, puede inferirse de lo dicho por estas organizaciones partidistas, pasó de las sobreexpectactivas de la salida inmediata del ilegítimo, que lo llevó al apogeo de su aceptación popular durante el gobierno de Trump, a una figuración que se circunscribe al resguardo de Citgo y las reservas de oro en el Reino Unido y alguna que otra cuenta, bajo el tutelaje de los Estados Unidos.
En auxilio de Guaidó han venido expertos constitucionalistas, reputados analistas políticos, representantes del mundo académico y el TSJ designado por el propio interinato. Los partidos que están retirando su apoyo al presidente interino, sostienen entre otras razones, se estarían alejando del texto constitucional al crear “un gobierno parlamentario”, figura inexistente en ese marco legal.
Luce razonable esa posición porque pareciera lógico y viable que la Asamblea Nacional (del 2015) escogiera una nueva directiva y que su presidente pasara entonces a desempeñarse como cabeza del gobierno interino. La mayoría propone, vota y decide.
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Nada fácil porque, aunque operativamente la mayoría pudiera cumplir con la mecánica parlamentaria y elegir el nuevo interino, resulta cuesta arriba sacarse de la manga un nuevo presidente, que no estaba en los cálculos de nadie, con la representatividad, credibilidad y confianza que requiere esa investidura. Allí Guaidó, por lo que se ha visto de primera mano, sigue anclado como la figura que simboliza el no reconocimiento al ilegítimo Maduro.
Tal vez por eso mismo les lanzó el reto de que eligieran un nuevo presidente interino “para no destruir la institucionalidad”.
Lo dicho no significa, en modo alguno, que Guaidó mantenga una alta popularidad (las encuestas dicen todo lo contrario), lo cual no impide que esté decidido a buscar la candidatura presidencial de la oposición de ese bloque para el 2022.
Con alta probabilidad de acertar, es allí donde debería ubicarse la variante estratégica que está jugando la oposición de la AN 2015. Si la ratificación de Guaidó como presidente interino se diera de manera cómoda, unánime o relancina, para utilizar un término de la baraja, quedaría virtualmente embalado hacia un triunfo en las primarias –tiene además recursos económicos y operativos que lo ponen en ventaja–, más allá que él y otros candidatos no estén libres de la amenaza del zarpazo inhabilitador de última hora, al mejor estilo de la esperpéntica pareja orteguista en Nicaragua.
Rompimientos, reagrupamientos y decantaciones. Así está terminando el 2022 para un buen sector de la oposición venezolana frente al inmenso reto de reeditar la proeza electoral del 2015 ¿Imposible? No, no es imposible, pero todavía no encontramos la punta de la madeja que nos lleve a salir de este laberinto que, por ahora, se expande.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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