Las dos caras del caso de la primera persona trans ejecutada en EEUU
Un hombre llamado Scott McLaughlin violó y mató a una mujer, su novia, justo hace 20 años. Fue juzgado y condenado como tal. Pero al declararse mujer estando en prisión, el feminismo excluyó su caso de la lista de femicidios y violencia machista. Hoy se destaca en la prensa la primera ejecución de una "mujer trans" en EEUU, no el desequilibrio mental que esta persona padeció desde la niñez
Por primera vez en la historia de Estados Unidos una persona trans fue condenada a pena de muerte. Scott McLaughlin violó y mató a su novia, Beverly Guenther, hace 20 años. Pero en prisión se cambió el nombre a uno femenino, Amber. Entonces, al morir con inyección letal este martes, su caso pasó a ser conocido como la primera ejecución de una «mujer trans», no como un hombre que mató a una mujer.
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El activismo feminista ha calado en el ámbito judicial al punto de lograr modificar las leyes de múltiples países, de manera que el asesinato de una mujer tiene una figura penal distinta si el asesino es varón y sobre todo si había un vínculo afectivo con la víctima. Lo llaman femicidio. Pero si el asesino se declara mujer, la figura judicial y la forma en la que se redacta la noticia cambia.
La normalización del asesinato de una mujer en los medios
La redacción de la prensa anglosajona va por el camino de la normalización de esta tendencia. Incluso los medios más críticos se refieren al condenado como una mujer. Hablan de su infancia como niño, pero usan ahora el femenino haciendo a un lado el hecho de que cometió el crimen como hombre y recibió la sentencia como tal.
«Esta ejecución representa la primera vez que una mujer es ejecutada en Misuri desde 1953, cuando el gobierno federal ejecutó a Bonnie Brown Heady por secuestrar y asesinar a un niño», señala la prensa inglesa.
Aunque el feminismo arguye que los hombres tienen privilegios, el sistema judicial demuestra lo contrario. Tal es así que las mujeres pagan penas más laxas y son perdonadas con mayor frecuencia. La mayor prueba es que hay hombres que se declaran mujeres para cumplir sentencias menos severas, no al revés. De hecho, hay presos que demandan ir a prisiones femeninas aprovechando que las leyes permiten que una persona sea tratada de acuerdo con el género con el que se identifica.
En Reino Unido las reclusas pueden ver sus penas agravadas si se atreven a llamar con el pronombre «él» a un hombre que se aprovecha del sistema judicial para ser encarcelado en una prisión femenina. Incluso depredadores sexuales cohabitan con las reclusas y en algunos casos las han embarazado. Y ni así pueden llamarlos hombres, a pesar de haber hecho uso de su aparato reproductor masculino. Lo que se ha instaurado en la prensa como políticamente correcto es respetar el género con el que esta persona dice identificarse.
Farándula pedía que no «la» ejecutaran a «ella»
Pero McLaughlin, al haber pagado reclusión en un estado conservador como Misuri, estaba en una cárcel de varones. Su abogado pidió que no se le impusiera la pena de muerte. Incluso referentes de la farándula se unieron al pedido. Activistas que todo el año dicen luchar contra la violencia hacia las mujeres, pidieron una pena más suave para un hombre que mató a una mujer. Pero como el asesino se declaró mujer, entonces se sumaron a su causa.
La cantante Sheryl Crow fue una de estas. Pero enseguida obtuvo réplicas. El comentarista Ian Miles Cheong le reprochó porque McLaughlin era reincidente. No solo violó y mató a su exnovia. Anteriormente había estado preso cinco años por violar a una menor de edad.
Condena a muerte por «depravación mental»
El jurado a cargo del caso de McLaughlin no pudo decidir si dictarle prisión perpetua o pena de muerte. Fue el juez de circuito del condado de St. Louis, Steven Goldman, quien determinó que la «depravación mental» con la que McLaughlin mató a Guenther justificaba la ejecución. El gobernador del estado, el republicano Mike Parson, rechazó el pedido de clemencia.
«Creo que Beverly Guenther vivió al final una vida torturada, y murió torturada, y esto fue en tus manos», dijo Goldman, dirigiéndose a McLaughlin.
Fue luego de más de una década de reclusión en el Centro Correccional de Potosi que McLaughlin empezó a «transicionar» hacia el sexo opuesto. En 2018, otro recluso (ahora llamado Jessica Hicklin) ganó una demanda histórica que permitió a las personas transgénero encarceladas en Misuri acceder a atención de afirmación de género.
El abogado de McLaughlin intentó usar su salud mental para evitar su condena a muerte. De niño habría sufrido mucha violencia, incluso materia fecal esparcida sobre su rostro por parte de uno de sus padres adoptivos. Pues McLaughlin vivió dentro del sistema de adopción por años, lo cual le privó de estabilidad familiar.
En lugar de destacar su caso como uno relacionado con desequilibrio mental, diversos medios lo resaltaron por el precedente histórico de haberse aplicado la pena de muerte a una «mujer trans», haciendo a un lado la historia de un hombre violento que mató a una mujer.
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