RETROSPECCIÓN
Rodulfo González
He
hecho, bien mío, un viaje imaginario hacia lo más recóndito de mi pasado.
Y pocos
eventos, bien mío, de esa antipática y desconcertante parte de mi vida, a un
milenio de su ocurrencia, vale la pena recordarse por las heridas tan dolorosas
que provocaron en mi debilitada carne y en mi desconocido espíritu.
Reviviré,
bien mío, para ti, las diminutas vivencias que en los constantes momentos
de adversidad sirvieron de catarsis, palabra que entonces no estaba en mi
léxico, a mis sufrimientos que, sin embargo, afloran en mis sueños como
pesadillas horribles.
Y no te
cuento esos episodios que quisiera arrojar bien lejos de mi subconsciencia,
para que no me sigan lacerando, porque no quiero ver que de tus ojos broten
lágrimas de tristeza sino de alegría
¿Lo
único placentero de esa época que no puedo apartar de mí?
-Los
libros que leía desordenadamente, pero que me cautivaban.
Yomo,
el viejito que me espantaba los duendes de las noches sombrías.
Agua
Caliente, donde nunca vi a la ninfa que encantaba al que la viera.
El río,
donde me bañaba y jugaba con otros niños, al día siguiente de la crecida.
La
señora Sabina que me santiguaba y me consentía con café y frutas.
El tío
Vicente, que me regalaba caña y catuche.
Quisiera,
bien mío, no haber pasado por esas etapas de mi alocada vida, y comenzar
desde el momento que te conocí y tú me conociste.
Y nació
el amor imposible.
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