Díaz-Canel será “elegido presidente” con solo el 2 % de los votos populares
Únicamente los electores del municipio de Santa Clara tuvieron la posibilidad de votar por quien, casi seguro, será el "presidente" de la República
LA HABANA, Cuba.- Encontrarle deficiencias al sistema electoral utilizado por el castrismo no es en verdad tarea difícil. Son muchos los ardides contenidos en ese proceso con el objetivo de aparentar transparencia y democracia, pero en el fondo son garantes de que todo siga igual, y que la cúpula del poder conserve sus posiciones de privilegio.
Podríamos comenzar con la manera en que la maquinaria del poder ejerce su monopolio sobre los medios de difusión con el objetivo de que a la opinión pública llegue solamente el mensaje de las autoridades. En el caso de las actuales “elecciones”, ese mensaje se dirigió al voto unido, o sea, por todos los candidatos presentes en las boletas. Y esa propaganda unidireccional, por supuesto, influye en el actuar de no pocos electores.
El castrismo insistió en que los 470 candidatos a diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular eran una muestra fehaciente de la sociedad cubana. Aquí estaban representados las mujeres, los jóvenes, los negros y mestizos, y cualquier otro sector social. Sin embargo, falta el elemento que le otorga autenticidad a cualquier parlamento: la oposición política al equipo de gobierno. Sin esta última representación no habrá debates útiles ni saldrán soluciones verdaderas a los problemas que afectan a la nación.
Se proclama, como argumento que testifique la supuesta democracia del parlamento que se elija, el hecho de que la mitad de los candidatos son delegados de la base. Es decir, salidos del anterior proceso donde se eligieron a los delegados de circunscripción. Aun así, las Comisiones de Candidatura, integradas por organizaciones apéndices del gobernante Partido Comunista, se las arreglaron para que, en la otra mitad, se incluyan a las principales figuras del régimen. Ellas son, en definitiva, quienes llevan la voz cantante en los debates parlamentarios.
Los jerarcas del castrismo siempre se han negado a que sus comicios sean validados por observadores independientes, como sucede en gran parte de los procesos eleccionarios que tienen lugar en otros países. Y ese eslogan de que son los pioneros los que cuidan las urnas, no es más que otra pincelada sarcástica del circo electoral. Claro, los niños cuidan las urnas porque lo que estas contienen no le interesa a nadie.
Mas, hay otra faceta de las “elecciones” castristas que a menudo no se tiene muy en cuenta, pero que en realidad son otra prueba del carácter falso y antidemocrático de este proceso.
Se relaciona con el hecho de que solo un municipio o un distrito electoral son los que votan por determinado candidato. Por ejemplo, se da por descontado que Miguel Díaz-Canel sea elegido diputado. Y después que, ya en un conciliábulo entre los diputados electos, el actual mandatario sea ratificado como gobernante de la República.
Pero por Díaz-Canel solo se votó en el municipio de Santa Clara, cuya población es aproximadamente el 2 % de la población de Cuba. Entonces, únicamente esa ínfima porción de los cubanos habrá tenido la posibilidad de votar —aun en el caso de que el voto en Santa Clara haya sido por todos— por el candidato que a la postre ocupará la máxima magistratura de la nación.
Aquí conviene destacar la hipocresía de la propaganda castrista, que con frecuencia la emprende contra las elecciones en otros países, al afirmar que, debido a las abstenciones, muchas veces los presidentes son elegidos con solo el 20 % de los votos.
No hay dudas de que la “elección del presidente” de la República por votación popular directa, en la que participen todos los electores del país, debe ser otra de las demandas de la población a los gobernantes de la Isla.
CUBANET
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