La oposición del corto plazo, por Simón García
Twitter: @garciasim
Hay una oposición formada en las respuestas fáciles y rápidas, cuya síntesis mágica relumbra en frases como «eso está listo» antes de abordar al próximo interlocutor con un triunfal «dalo por hecho». Sus integrantes, particularmente los menores de cincuenta años, tienden a encarar la política con la misma mecánica con la que aprendimos la tabla de multiplicar.
Ese estilo dirigente cultiva la velocidad, de palabras y salidas, como muestra de ingenio. Podría decirse que es una forma de inteligencia si no la arruinara la fórmula pragmática del picar adelante. En momentos de estabilidad esos políticos de lustrillo logran flotar, pero chapotean en los tiempos laberínticos como los que hoy nos atrapan.
Características de la conducta de los políticos del corto plazo son la seducción por los inmediatismos, los atajos, los resultados instantáneos y los espejismos. Son maestros del instante y de la política ficción. Progenitores de la burbuja como metáfora de una política por encima de la gente, con contenidos gaseosos y una fragilidad que nace de alentar falsas expectativas.
Tras pagar un alto costo, la reducción de la lucha a un esquema «todo ya», que cegó con furores extremistas a la mayoría opositora, es cosa del pasado. Subsisten sus reminiscencias debido a la rabia, la decepción y la desesperación que produce una política remisa a la unidad y sin propósito de ganar a los venezolanos que les huyen a los desastres del gobierno y a los fallos de las inercias partidistas.
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El combate al extremismo, ahora en su empaque conservador, no debe ser el centro de una política democrática de cambio. Hay que competir su influencia en sectores hastiados por la política tradicional, sin satanizar ni replicar modos de pensar que consideran a los testículos como la tecla del éxito. Si todos somos necesarios, ¿por qué prescindir de los opositores que persisten en posiciones radicales?
El esfuerzo principal debería dirigirse a reconquistar institucionalidad, practicar relaciones democráticas en lo cotidiano, levantar luchas para vivir mejor y generar entendimientos. A estas alturas prolongar la fragmentación de la estrategia de cambio y persistir en la confrontación interna es incrementar la debilidad y anclar a la oposición en errores que hay que superar.
Es posible crear condiciones para obtener avances políticos y triunfos electorales. El peso de años de poder autoritario que nos presiona a la acción sin horizontes puede ser eludido. Es necesario meter en el foco de atención lo que parece más lejano: elaborar un modelo de país, impulsar una oferta programática para salir del hoyo y proponer un entendimiento, antes de las elecciones, para gobernar la transición entre el país que tenemos y el que debemos hacer con el aporte y la presión de una mayoría de los venezolanos.
Lo inmediato es lo urgente a largo plazo: construir una alianza nacional para vivir mejor. Mostrar incentivos para atraer al país descontento, al que ha sido empujado fuera de la política y al que ya no se resigna a morir callado dentro del chavismo. Es desde el pensamiento de largo plazo de donde pueden surgir las claves para abrir las compuertas de una transición, consentida y promovida junto con sectores chavistas.
Si se quiere actuar para establecer acuerdos lo consecuente es aceptar la relación con quienes sostienen opiniones y posiciones contrarias a la de uno. Ese es el Kratos para hacer futuro.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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