domingo, 12 de marzo de 2023

Yo, Isaac Asimov, el maestro de la ciencia ficción que se adelantó al ChatGPT

 

Yo, Isaac Asimov, el maestro de la ciencia ficción que se adelantó al ChatGPT

 

 

El último volumen de memorias del escritor Isaac Asimov vuelve a las librerías tras permanecer 20 años descatalogado, para ofrecernos el relato de una vida casi tan fascinante como sus célebres historias de robots y seres extraterrestres.

Para Isaac Asimov, maestro de la ciencia ficción contemporánea, volar en avión era una experiencia traumática. Solo lo hizo dos veces en toda su vida, por pura obligación, y una de ellas fue durante su etapa como químico naval en la Segunda Guerra Mundial. Jamás sintió deseos de abandonar el continente americano para dar conferencias. En cambio, desde su escritorio y en pleno disfrute de su claustrofilia, imaginó incontables viajes estelares.

Yo, Asimov, la tercera autobiografía del escritor, regresa a las librerías este miércoles gracias a la editorial Arpa, tras permanecer inexplicablemente descatalogada desde comienzos de los 2000. Su primera edición llegó de manera póstuma, dos años después de la muerte de Asimov en 1992, enfermo de sida por una transfusión sanguínea. A lo largo de 620 páginas, el autor de Yo, Robot, El hombre bicentenario yFundación reconstruye, prescindiendo de cualquier amago de falsa modestia, los momentos más brillantes de su vida privada y pública. También pasea entre aquellos recuerdos que forjaron su carácter solitario, desde su niñez como ratón de biblioteca hasta su adolescencia al otro lado del mostrador en la tienda familiar.

Pese a tener escaso tiempo para juegos infantiles, y pese a preferir pasar los veranos entre libros y revistas pulp, el novelista nunca se consideró una persona retraída, sino extremadamente locuaz. Buen amigo y compañero, el acto de socializar le resultaba agradable siempre y cuando no rivalizara con sus intereses intelectuales. En Yo, Asimov, el autor reconoció sin ambages que su personalidad “orgullosa pero sincera” le ocasionó más de una enemistad por “romper con lo políticamente correcto” en su época. Sus afirmaciones contenían la medida justa de verdad, lógica y respeto, aunque “suscitaban incomodidad” entre los académicos y científicos coetáneos. Es imposible leer esas líneas en 2023 sin preguntarse qué habría hecho la cultura woke con Asimov.

Con la reedición de sus memorias, nuevos lectores de su obra tienen la oportunidad de asomarse a la faceta más humana del escritor. Pero, además y por encima de todo, a la profesional. Isaac Asimov era un adicto al trabajo: dedicaba a sus proyectos los 365 días del año -366 cuando este se lo permitía-, sin respetar festivos ni fines de semana. Prefería escribir en Navidades o en el Día de Acción de Gracias porque nadie lo molestaba con llamadas de teléfono. Si bien su producción literaria ronda el medio millar de títulos -un promedio de 12 al año-, en la introducción de Yo, Asimov él mismo cuestiona su genialidad. ¿Cómo se llega a ser un genio? ¿Quién estableció, para empezar, los criterios para convertirse en uno?, se pregunta.

El escritor hace gala, sin embargo, de una memoria prodigiosa y de una inventiva digna de admiración: “Las circunstancias se aliaron para permitirme encontrar mi propio nivel de satisfacción, que resultó ser bastante prodigioso a todos los efectos, permitiéndome avanzar con rapidez sin ninguna sensación de esfuerzo”.

 

A Asimov se le ha atribuido, entre otras habilidades, la de ser un escritor profético. En sus ficciones más célebres formuló las leyes de la robótica, y el diccionario Oxford acuñó varios neologismos derivados de su pluma. Predijo los vehículos sin conductor, las cafeteras eléctricas y los robots de cocina. También vaticinó el nacimiento de Alexa, Google Maps y Zoom. Anticipó los problemas de superpoblación de nuestro planeta en el siglo XXI y la evolución de movimiento feminista. Su formación en bioquímica y astronomía le permitió ejercer como divulgador científico durante un período de su vida, hasta que descubrió que sus bolsillos se llenaban mucho más rápido como novelista.

Inmigrante ruso y judío en Estados Unidos (nació en Petróvichi en 1920 pero cruzó el Atlántico a los tres años para no volver), Asimov nunca aprendió la lengua de Tolstói ni celebró las festividades ortodoxas. Su padre temía que ello lo hiciera “menos americano”. Apenas quedan atisbos del pasado ruso de Asimov en su biografía, salvo el apellido, tras adoptar la nacionalidad estadounidense al cumplir los cinco.

Las memorias de Asimov abordan temas como la xenofobia, la religión o el divorcio desde una perspectiva aséptica y racional, sorteando de puntillas los detalles más íntimos. Como en el resto de su obra, rehúye las descripciones y adopta un estilo sencillo y ágil; las anécdotas vertebran los sucesivos capítulos de su historia personal. No obstante, el autor justifica ciertas elipsis explicando que el grueso de sus primeros 57 años de vida aparece recogido en dos volúmenes autobiográficos previos -publicados en 1979 y 1980- siguiendo una estricta cronología.

Tras la asepsia racionalista con la que Asimov explica su vida, se intuye un núcleo de sentimientos, bien escondido bajo una coraza robótica. Por si el lector alberga dudas sobre su gran corazón, Yo, Asimov concluye con un epílogo escrito en 1994 por su segunda mujer, Janet. Con tono emotivo, quien fuera el amor de su vida ya entrada la edad madura -su primer matrimonio se prolongó hasta los 53 años por cuestiones de burocracia- describe los últimos meses del novelista. Por Janet, Asimov se involucró en el guion de Star Trek y accedió a iniciar conversaciones infructuosas con el Beatle Paul McCartney para producir una película sobre una banda de rock alienígena.

Centenares de obras después, en la era de los drones y de ChatGPT, el legado de Isaac Asimov en la literatura y el cine de ciencia ficción continúa vigente. Un cráter de Marte lleva su nombre, a la espera de la siguiente civilización. Quién mejor que él para contarnos lo que nos depara el futuro.

El Mundo de España

 

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