Colombia, un giro desesperado
La remoción que Petro acaba de hacer de su gabinete fue esencialmente una ruptura con los elementos esenciales de una coalición democrática. Ahora, con el sol en la espalda, recordemos que el periodo constitucional colombiano es de apenas 4 años y, cuando cruce los dos sin haber logrado imponer su agenda, quedará en el archivo de la historia para siempre.
Intentará pasar sus reformas con sus acólitos, pero Colombia tiene instituciones, partidos políticos, que no todos se inclinarán por la mermelada, y un poder judicial fundamentalmente independiente, pero sobre todo unas Fuerzas Armadas institucionales y un fuerte y estructurado sector privado.
Ya, sin aún cumplir su primer año de gobierno, su popularidad ha caído sustancialmente. Su idea de convertirse en la figura prominente de la izquierda en Latinoamérica también pareciera desvanecerse entre sus múltiples contradicciones e incoherencias. La paz integral no se ve en el próximo horizonte y con ello se le hace cada vez más lejano obtener el premio Nobel.
La relación con Venezuela no le está brindando los frutos deseados y pareciera que no le queda otra que alinearse con los EE. UU.
A lo mejor le sucederá lo mismo que le ocurrió en la alcaldía de Bogotá, de la que salió con más pena que gloria.
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