El 20 de Mayo de 1902 fue lo contrario de lo que dice el castrismo
Numerosos testimonios gráficos y escritos reflejan de manera indiscutible la participación multitudinaria y jubilosa de los cubanos en las celebraciones del 20 de mayo de 1902. Esos testimonios contradicen la versión castrista de esa fecha.
LA HABANA, Cuba. — Un libro de la investigadora y profesora universitaria Ana Cairo Ballester, titulado 20 de Mayo ¿fecha gloriosa? (Editorial de Ciencias Sociales, 2019) aunque con el enfoque castrista de la historia, aporta datos esclarecedores sobre lo ocurrido ese día de 1902.
La autora se basó en revistas, periódicos y libros de la época, una información que hoy solamente puede encontrarse en el Archivo Nacional y algunas de las principales bibliotecas, a las que únicamente tienen acceso “personas autorizadas”.
Las ceremonias principales del 20 de mayo de 1902 se realizaron primero en el Palacio de los Capitanes Generales y después en la Fortaleza de El Morro. Simultáneamente, hubo actos en ciudades y poblados de todas las provincias del país.
En el Salón de Reuniones del Palacio de los Capitanes Generales, frente al balcón de la calle Obispo, estuvo presente el generalísimo Máximo Gómez, en el centro de una comitiva donde figuraban Bernabé Boza, Francisco Carrillo, José Miguel Gómez, José Mayía Rodríguez, José Lacret, Francisco Leyte Vidal y Demetrio Castillo Duany, entre otros patriotas.
El general interventor norteamericano Leonardo Wood se colocó de espalda a la Plaza de Armas, con su Estado Mayor y su gabinete de secretarios. El presidente electo, Tomás Estrada Palma, con su Consejo de Secretarios, se situó frente a Wood, quien tras leer una breve proclama, ordenó: “En nombre de los Estados Unidos de América izad la bandera de la República de Cuba”.
La bandera fue izada, siendo las doce y diez minutos, por los sargentos E. J. Kelly y Frank Vondrak desde el balcón, y al pie del asta, en la azotea, el teniente Mc Koy, según testimonió Víctor Muñoz, corresponsal del periódico El Mundo.
Esa bandera fue la misma que se usó en las sesiones de la Asamblea Constituyente. El general Wood expresó su deseo de llevarse dicha enseña como recuerdo, y se sustituyó a los 15 minutos por otra que sería la permanente.
Mientras se izó el primer pabellón, se escuchó nuestro Himno Nacional, se dispararon 21 cañonazos, tañeron las campañas de todas las iglesias y sonaron las sirenas de los barcos surtos en el puerto habanero. El general Máximo Gómez, con sus ojos nublados por las lágrimas, exclamó con entusiasmo: “Ya hemos llegado”. Numerosos miembros del Ejército Libertador se abrazaron en momento tan solemne, y repitieron esa frase del Generalísimo. Después de jurar la presidencia, el nuevo mandatario tuvo la primera reunión del Consejo de Secretarios.
En la Plaza de Armas formaron cinco compañías integradas por militares norteamericanos y tres por cubanos. Las nacionales estaban al mando de José Martí Zayas Bazán, hijo del Apóstol. La continuación de la ceremonia se realizó en el Castillo de El Morro. El teniente Edward Stuart y dos soldados norteamericanos arriaron la bandera de los Estados Unidos, y el gobernador de La Habana, el general Emilio Núñez, junto al vigía Narciso Valdés Mir, comenzaron a izar el pabellón nacional, pero el protocolo fue roto por oficiales del Ejército Libertador, que se abalanzaron a las sogas para izarla juntos en franca expresión de patriotismo.
Millares de personas se congregaron en la explanada de La Punta y desde allí vieron como se izaba la enseña nacional. Muchos se arrodillaron, desconocidos se abrazaban y familias enteras emitieron gritos, risas y cantos de felicidad.
En la revista El Fígaro, en un artículo titulado La Bandera, Diego Vicente Tejera expresó: “¿Cómo narrar lo inenarrable? Fue un minuto sublime, es y será un minuto inolvidable”.
Ese día, en la tarde, comenzó un gran desfile por el Paseo del Prado con carrozas, bandas de música, agrupaciones políticas, personas disfrazadas y hasta una comparsa de tamboreros. Se adornaron calles, casas y plazas en todo el país. Modistas y sastres confeccionaron ropa para la ocasión con los colores de nuestra enseña. Se edificaron arcos de triunfo y, en el Parque Central, se puso una réplica en yeso de la Estatua de la Libertad.
En la noche en el Teatro Nacional se realizó una velada cultural a la cual asistió la patriota Marta Abreu con su esposo, el vicepresidente de la República Luis Estévez.
También hubo fiestas por la independencia en varios países donde había cubanos, principalmente en Estados Unidos, México y Francia, donde en París, Enrique Piñeyro pronunció un discurso en el hotel Durand.
Numerosos testimonios gráficos y escritos reflejan de manera indiscutible la participación multitudinaria y jubilosa de los cubanos en las celebraciones del 20 de mayo de 1902. Esos testimonios contradicen la versión castrista de esa fecha.
El castrismo niega el 20 de mayo de 1902, lo considera como “el nacimiento de la república mediatizada”, y afirma que nuestra verdadera independencia se alcanzó el primero de enero de 1959. Pero es sabido que ese día se inició la dictadura más larga en la historia de Cuba.
CUBANET
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