Eligio Damas: ¿Hemos llegado al final? ¿Se apagó la bujía?
Un tal Paraqueima, una especie de prestidigitador inoficioso, inflador de globos gigantescos y vestimenta de payaso, que ha estado parado desde hace tiempo en la puerta de un viejo circo que no atrae gente, donde él hace alocadas pantomimas sin que nadie se percate, de repente ha logrado, quizás por el fastidio, el cansancio o convencimiento de la gente que no hay nada por hacer, todo está hecho, aunque malo, pero dejando la sensación que “todos los timbres se secaron”, llama ahora la atención y el motivo de las preocupaciones de muchos. Se inventó una trama cruel y desaseada para atraer las miradas y aplausos. Se estuvo masturbando a las puertas del circo y luego hizo de juez iracundo y sancionó el arte de unos niños de manera por demás severa e insolente. Aunque en verdad, venía haciendo muchas cosas, como el nada hacer, pero por la soledad del llano donde está asentado su circo y como nadie le prestaba interés, pese el esfuerzo, no suyo ni de sus partidarios, sino de quienes le detestan, seguía desapercibido. Hasta que al fin se le ocurrió una solemne y llamativa majadería de loco verdadero y logró su propósito.
Jesús Farías, también reaparece, como el adecuado vocero para garantizarnos, el fin de esta pandemia de corruptos, una simple variación de una cepa muy vieja, desde que el mundo es mundo. Para él, quien habla con la misma seguridad de cuando lo hace del salario, “La corrupción resultó ser un flagelo poderoso. En el puntofijismo la corrupción era parte del sistema político y económico, aquí no hay ningún tipo de conchupancia con las corruptelas”.
Según él, ducho en explicar los asuntos económicos, la corrupción fue un cáncer, un tumor engendrado en medio del habitual basurero de la IV República, como que antes no la hubo, pero que reaparece en un espacio donde no hay motivos ni condiciones para eso. Es como si, unos agentes externos, con sus malas artes y hasta venganza y estrategia para deshacer nuestra sólida obra, lograron depositar en los rincones microbios, huevos y semillas de contrabando y no justamente como herederas morganáticos. Faltó fuese más preciso y coherente, para asegurar que la cepa de corruptos, ya madura y hecha, lista para el consumo comunicacional, la amamantó y pulió el imperialismo. Eso sí, casi asegura que fue la primera y será la última.
Según Farías, esa fue una peste de la IV República que, allá se había quedado. Él no sabe cómo pudo ser posible que “ahora apareciese”; así de improviso o de repente, sin que hubiese siguiera adentro y nunca un huevito o una semilla. No había siquiera necesidad de fumigar porque hubiese sido un gasto innecesario y una molestia al olfato de todo animal viviente. A estos corruptos de ahorita, los trajeron de allá, para acá, ahora mismo, ya maduros y hechos para el mal de una vez y ya, pues aquí dentro del gobierno, “no hay ningún tipo de conchupancia con las corruptelas”. Fue un trasplante del pasado hecho por alguien que mantuvo y mantiene sus cepas ocultas y de repente las sacó y las puso con cálculo. Dentro del gobierno, justo desde el primer día que Chávez asumió al gobierno, nunca hubo corruptos ni corruptelas. Ese mal se lo llevó el pasado. Antes que estos que ahora procesan, en el gobierno nunca se había oído hablar de “ese mal del cual ahora nos morimos” y seguros estamos que, con ellos, todo quedará en el pasado. Por eso, no hay nada que cambiar ni revisar y menos persona que no sea digna de confianza. Solo incomodan aquellos que se prestan a criticarnos, juzgar y evaluar mal lo que hagamos. Son esos los que enferman y despiertan al corrupto.
Farìas, como él es muy buen explicador y hasta una especie excelente en el arte de diseccionar, separa aquella corrupción de esta para fines didácticos, corta los puntos de unión, los de la vieja cultura, con esta y sentencia, mostrando el abierto tejido que “aquí no hay ningún tipo de conchupancia con las corruptelas”. https://www.aporrea.org/actualidad/n382748.html
La actuación de Farías es como un complemento de la de Paraqueima, y yo miro desde la misma silla, en medio de la misma gente y hacia el mismo círculo de la carpa. Antes que ellos aparecieran en escena yo, sentado en la misma silla por días y noches, habiendo pagado una sola entrada, allí hasta he dormido, desde que el 1º de mayo el presidente con su discurso y explicaciones relativas al salario me dejó como en blanco y hasta medio derrotado, intentaba retomar la vida y buscar explicaciones y hasta motivos de “nuevas” preocupaciones.
Nada veía ni sentía. Había quedado como en las nebulosas y hasta “grogui”, por aquel “noble” contundente golpe a mis ideas, dado por el presidente, según el cual, luchar por el salario es una mala y reaccionaria idea y arma que se tuerce hacia donde están los trabajadores y el impulso del cambio.
Oír aquello, sentado en aquella incómoda silla y bajo un ambiente por demás sofocante me hizo pensar en que: Hay sociedades que parecieran estar construidas por muros en paralelo. Y en cada espacio, entre muro y muro, marcha la gente. Sin verse el rostro, cambiar impresiones ni opiniones. Menos quejarse ni escuchar lamentos. Todos marchan tranquilos, disciplinadamente y tristes. Nadie asume el rol de victimario, pues pareciera no haber víctimas. Solo se habla de heroísmo. Pero tristeza e infelicidad abundan.
Y estuve dentro de uno de esos muros por largas horas, por días. Pero luego el muro se amplió, más que todo porque sentí deseos de revelarme; se volvió circular y me sentí dentro de una vieja carpa de lona y sentado en una incómoda silla y de repente comenzaron a salir los payasos a divertirme y prepararme para lo que vendría luego.
Salí como ya dije de aquel encierro y pude mirar en redondo. Con Paraqueima no me sentí asombrado ni incómodo, pues como siempre, no le percibo ni escucho, porque no tiene motivos, ni gracia para interesarme y para nada me interesa, pero me ocupó mi espacio y tiempo por momentos vacíos. Pues me detuve a mirar, leer algunas cosas, desde sus estallidos de egolatría y “grandeza” hasta sus súplicas y depresiones.
Y como en el circo mismo y en los cines, antes de iniciar las películas, al final de ese avance el de Paraqueima, que me quitaron con rapidez, quizás por mi indiferencia, pusieron de inmediato el de Farías.
Este si logró interesarme y como volverme a la vida, a la toma de conciencia; que ella para todos y para mí seguía, pese la contundencia del golpe que nos acertó Maduro con lo que dijo o no dijo del salario. No dijo porque lo ignoró y dejó como estaba y dijo porque volvió a repetir las ofertas ya antes incumplidas.
Dejó establecido un criterio que no es suyo, es una vieja invención de la decadente burocracia. No es difícil saberlo, quienes confunden capitalismo de Estado con socialismo, siendo ellos manejadores del Estado, como los capitalistas privados, son contrarias a la lucha por el salario. Averigüen. Quitémonos las antiparras, anteojeras para ver en redondo y no será entonces difícil, extraño ni lejano, para hallar quienes eso tienen como norma y fórmula secreta y a la cual acuden los necesitados para expiar sus particulares culpas.
Hay que romper los muros y mirarnos a las caras y mirar más allá, como hay, no muy lejos de nosotros, una algarabía de felices que se miran a la cara y se abrazan y felicitan mutuamente. Y es radiante su alegría que hace más triste la tristeza nuestra.
Y mirar que esos corruptos de hoy, los que parecen asustar y hasta preocupar a Farías, no vienen de la IV República, no son emanaciones de una vieja cepa o bacteria resucitada, sino son la continuación de la que siempre ha estado. Pues desde que Chávez accedió al poder, éste y el pueblo, no hicieron más que luchar contra las guarimbas, sus corruptos, los de ellos y los que en el fragor de la luchas se han engendrado en el cuerpo mismo de un Estado que, por subsistir bajo sus nada pulcros ideales, se rodea de lo primero, más barato y menos exigente que encuentra.
No, no hemos llegado al final, la bujía sigue encendida. Esta es la lucha por el salario y los corruptos o la cepa de ellos sigue agazapada y de cualquier rincón salta, más si seguimos creyendo en los viejos dogmas y privilegiando a quienes no lo merecen.
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