Candidata colombiana sepulta el relato feminista como arma política
El caso de la candidata a la Alcaldía de Cali, Catalina Ortiz Lalinde, demuestra que la defensa de los derechos de las mujeres se ha desvirtuado por intereses políticos e ideológicos. Aunque ella asegura que no estaba al tanto de que la supuesta agresión machista que denunció era una puesta en escena de sus publicistas, con el escándalo que armó en las redes sociales evidenció la intención de sacar provecho electoral apelando a uno de los tantos victimismos que explota el progresismo
Cuando la vicepresidente de Colombia, Francia Márquez, ha recibido duras críticas se ha escudado en el racismo y el feminismo para evadir el fondo de los cuestionamientos. El argumento ha sido repetir una y mil veces que la atacan por ser negra y por ser mujer. Pero no es el único caso. Ella es tan solo un ejemplo del discurso que se ha intentado imponer desde la acera del mal llamado “progresismo” que se alimenta de la victimización de grupos minoritarios o históricamente excluidos o discriminados. Es así como una candidata colombiana pretendió sacar provecho de este relato con una supuesta agresión machista que terminó siendo un montaje publicitario que solo buscaba explotar políticamente el discurso feminista. Ahora, con el reconocimiento público de que el supuesto ataque fue solo una puesta en escena –que según ella, desconocía– no solo sepulta su candidatura sino también el relato feminista como arma política.
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Se trata de Catalina Ortiz Lalinde, aspirante a la Alcaldía de Cali, quien denunció el 29 de mayo en sus redes sociales haber sido víctima de un “hecho lamentable de machismo y agresión”. Sin perder tiempo, hizo un llamado a “alzar la voz por todas las mujeres que tienen que vivir estas situaciones en sus casas, en sus trabajos, en las calles y que por el simple hecho de ser ‘mujer'”. De inmediato recibió mensajes de solidaridad de autoridades regionales y municipales, políticos, periodistas y activistas en las redes sociales. Pero el episodio que muy oportunamente fue grabado desde un ángulo perfecto y con tomas casi ensayadas, resultó ser falso. Se trataba de un actor contratado por la agencia de publicidad que maneja la imagen de la candidata.
Aunque en una entrevista con la revista Semana había desmentido que se tratara de un montaje, insistiendo en que “fue una agresión real”, finalmente este jueves debió rectificar, admitiendo que, en efecto, se había tratado de una puesta en escena por parte de sus publicistas. “Lamento lo ocurrido y reitero que no conocía que lo acontecido fuera una puesta en escena. Nunca fui informada, ni pagué por esto, ni tuve conocimiento de que no fuera real hasta ahora que surge un video”, dijo Ortiz en su cuenta de Twitter.
Sin embargo, en su mensaje de disculpas insiste con su discurso de “indignación” y “rechazo social” para así ratificar la defensa de las mujeres como bandera de su campaña, destacando que “las agresiones contra las mujeres son una realidad y no son un juego”.
Catalina Ortiz Lalinde fue miembro de la Cámara de Representantes entre 2018 y 2022. Es de ideología de centroizquierda. Para las elecciones presidenciales del año pasado confesó que su candidato era Sergio Fajardo y para segunda vuelta dijo no entender las propuestas de “cambio” de Gustavo Petro, por lo que prefirió inclinarse por Rodolfo Hernández. Tal vez por esto dirigentes afectos al Gobierno como el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, dudaron desde un principio de su denuncia y hoy sostiene que ella sí estaba al tanto del montaje. Incluso el influencer petrista, David Rozo, dijo haber sido señalado de “machista” y “misógino” por haber advertido que se trataba de un montaje. Una cucharada de la propia medicina progresista.
Si bien nadie niega la realidad de que existen casos de violencia contra las mujeres, sobre todo en el ámbito familiar, tampoco se puede ignorar el hecho de que el relato feminista impuesto con fines ideológicos ha pretendido convertir esta causa en un arma política que no mide sus consecuencias y exacerba un discurso de odio generalizado contra los hombres, lo cual no se califica como tal solo por el hecho de que la población masculina no se considera parte de las minorías oprimidas. El daño está hecho. Con canciones viralizadas por el feminismo radical como “El violador eres tú” se ha pretendido acabar con la presunción de inocencia de los hombres ante cualquier caso de supuesta agresión de género, incluso uno falso como este.
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