“Estamos atrapados aquí esperando morir”, la verdad sobre la hambruna en Corea del Norte
Los ciudadanos norcoreanos temen morir por la falta de alimentos, y a la dictadura de Kim Jong-un poco parece importarle. "Llamamos a su puerta para darles agua, pero nadie respondió", contó un ciudadano sobre una familia que murió por no tener qué comer
Chan Ho es un trabajador del sector de la construcción en Corea del Norte que está padeciendo los horrores de la crisis alimentaria en ese país. Mientras el dictador Kim Jong-un gasta millones de dólares en lanzamientos de misiles balísticos y desarrollo de armas nucleares, familias enteras mueren de hambre.
Tiempo atrás, el temor del trabajador era contagiarse de coronavirus. Y es que el régimen cercó al país para “evitar brotes” y terminar de aislarlo por completo. Pero ahora, la preocupación de Ho es no tener qué comer. “Estamos atrapados aquí esperando morir”, sentencia. Así lo reveló a BBC, que gracias a la organización Daily NK, pudo acceder a testimonios dentro del país.
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Una historia similar es la de Ji Yeon, quien conocía a una familia de tres personas que murió de hambre en casa. “Llamamos a su puerta para darles agua, pero nadie respondió”, contó. Los nombres de ambas personas fueron modificados, porque cualquiera que ofrezca información a fuentes extranjeras es severamente castigado. Nada sale y nada entra de Corea del Norte sin autorización. Es algo que también reconoce Chan Ho, “un movimiento en falso y te enfrentas a la ejecución”.
Mercados vacíos
Durante años el comunismo juche ha puesto todo su empeño en manipular a la sociedad norcoreana. La dinastía Kim se endiosó a sí misma, promoviendo el culto a la personalidad del dictador de turno, y como resultado no hay aspecto de la vida que no esté regulado por el Partido del Trabajo. Para mantener esa utopía, a Kim Jong-un le conviene perpetuar el hermetismo.
Cuando comenzó la pandemia, esa situación empeoró. En enero de 2020 se suspendieron las importaciones que llegaban de China, uno de los pocos respiros que tenían los norcoreanos para sobrevivir. Dejaron de llegar fertilizantes, cereales y otros insumos.
Myong Suk puede contarlo en primera persona. Casi las tres cuartas partes de los productos en su mercado local solían provenir de China, pero ahora está “vacío”. La comerciante contó a BBC que su familia “nunca había tenido tan poco para comer, y que últimamente la gente había estado llamando a su puerta pidiendo comida porque tenían mucha hambre”. A oído hablar de suicidios, asevera.
La crudeza de los tres relatos comprueba lo que ha circulado en distintos medios: el riesgo para Corea del Norte de que se repita una hambruna como la que detonó en los años 90 y que dejó alrededor de tres millones de muertos. En paralelo, casi un millón de niños sufrían desnutrición severa en aquella época, según Unicef.
Rumbo al colapso
No se puede negar que a Kim Jong-un poco parece importarle lo que ocurre en las calles y en las zonas rurales. Él prefiere regocijarse en sus misiles continentales y amenazar a Estados Unidos. Aparece en fotos junto a su hija en un perfecto cuadro de supuesta prosperidad y de supremacía bélica para Corea del Norte mientras la hambruna mata a los ciudadanos.
En febrero de este año el Politburó del Partido del Trabajo de Corea se reunió de emergencia para tratar el tema de la agricultura, venida a menos por el control excesivo del régimen. Aunque el país volvió a abrir sus fronteras con China el año pasado, las consecuencias prevalecen. Se desconoce qué surgió de aquella asamblea. Probablemente no hubo ninguna solución de fondo si se toma en cuenta que meses antes, Kim Jong-un pedía a la población comer menos.
El economista norcoreano Peter Ward dimensiona la tragedia al remarcar que inclusive la clase media está pasando hambre. “Todavía no estamos hablando de un colapso social a gran escala y una hambruna masiva, pero esto no se ve bien”, dijo a la cadena británica. De esta manera, los norcoreanos enfrentan un futuro incierto a manos de una dictadura que habla de “revolución” y de “grande líderes”, pero solo es un ejemplo de lo mal que funcionan los sistemas comunistas.
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