DOLOR DE PATRIA
De la columnista
Carolina Jaimes Branger es el texto que sigue, publicado en Noticiero Digital el 30 de septiembre de
2019:
-Dolor de patria/ Acabo de ver un video en
Twitter, comentado con dolor por la periodista Idania Chirinos, que me dejó
perpleja y con una tristeza infinita: la policía peruana, en una suerte de
cayapa, despoja a un muchacho venezolano de una caja de chocolates que tenía
para vender y que constituía su única fuente de ingreso.
Mientras está rodeado por los agentes, el joven declara a
un canal local que no es la primera vez que lo detienen. Asegura que no es un
delincuente. Con educación entrega sus papeles. Se queja amargamente de que la
vez anterior, el policía que lo abordó le mentó la madre. No los conté, pero
los agentes rodeaban al venezolano eran muchos. No sé cuántos policías se
necesitarán en Perú para detener –o para pedirle los documentos- a un muchacho
desarmado que no le estaba haciendo daño a nadie.
Sentí rabia. Sentí dolor. Sentí impotencia. ¿Por qué un
joven compatriota tiene que pasar por esas humillaciones? ¿Por qué quitarle su
único sustento? Pero después de un tiempo de reflexión y sin dejarme llevar por
la rabia inicial, me di cuenta de que la culpa no es de la policía peruana.
Ellos están haciendo su trabajo. La culpa no es de los peruanos. Ellos han
acogido a casi un millón de venezolanos y hay que ver el desbalance y la crisis
que causa a una economía emergente como la de ellos que de pronto les llegue
esa enorme cantidad de personas. La culpa es del régimen de Nicolás Maduro, que
ha logrado que jóvenes como éste –que pudieran estar en Venezuela estudiando,
trabajando, emprendiendo- estén hipotecando su juventud vendiendo chocolatitos
en otro país.
Además, no puedo dejar de reconocer que de Venezuela también
ha emigrado la delincuencia. Estuve hace poco en Chile y otros venezolanos nos
dijeron que muchos de los carteristas que pululan por Santiago a horas pico,
por desgracia, son venezolanos. Los reconocen porque van en moto, en parejas…
igual que aquí. Pero el prejuicio es dañino. La mayoría de quienes se han ido
de Venezuela son personas trabajadoras que agotaron todas sus posibilidades
antes de agarrar camino, camino que muchos hicieron a pie.
A Maduro, como nunca supo lo que era estudiar o trabajar,
no le importa que los jóvenes venezolanos pierdan su presente y su futuro.
Insiste en ahondar en las causas que nos han traído a la mayor tragedia que
hemos vivido como nación y pareciera regocijarse en ello. Y quienes lo
apuntalan, también son culpables. El gran destructor fue Hugo Chávez, pero
Maduro, en vez de cambiar ese proceso, lo ha profundizado. Y los responsables
van desde él, pasando por toda su corte de malandros, hasta el personajillo que
utiliza su pequeña posición dentro del régimen para matraquear. Sin olvidar,
por supuesto, a quienes haciéndose pasar por opositores se han hecho
multimillonarios, como los bolichicos y otros ni tan “boli” y ni tan chicos.
¡Prohibido olvidar!
Espero que todos los que nos causaron este daño paguen
por sus crímenes. Yo no los perdono. Tengo un dolor de patria que no me lo
quita nadie.
@cjaimesb
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