UN EDITORIAL DEL DIARIO EL COMERCIO DE LIMA
Y
agregó:
-Por muchas décadas, el Perú se
acostumbró a ser un exportador neto de población. Cientos de miles de peruanos
salieron a buscar un mejor destino para ellos y sus familias en países como
Estados Unidos, España o Chile. Nuestra preocupación por los eventuales brotes
xenófobos era estar en el lado de la víctima.
(Venezuela fue el destino favorito de millares de peruanos
cuando las dictadura de Miguel Odría y Juan Velasco Alvarado y durante la
bonanza petrolera. Se les recibió con los brazos abiertos, sin ningún tipo de
discriminación)
En los últimos años, sin embargo, los
flujos se han invertido. Los peruanos –acostumbrados a interactuar básicamente
entre nosotros en nuestro propio país– de pronto entramos en contacto casi a
diario con venezolanos que huyen de su propio descalabro económico.
Para un país poco habituado a foráneos como el Perú, la preocupación hoy por
los brotes xenófobos es estar del lado del perpetrador.
La
alarma no es injustificada. De acuerdo con un informe publicado en este Diario
hace pocos días, casi dos de cada tres venezolanos en cinco ciudades del país
(Lima, Arequipa, Cusco, Tacna y Tumbes) se han sentido discriminados,
principalmente por su nacionalidad.
Luego
apuntó:
-Si
bien es natural en cualquier país que la competencia por empleos en
determinados sectores genere tensiones entre migrantes y la población local,
otras actitudes exceden por largo el recelo laboral. Por ejemplo, la
circulación de noticias falsas vía WhatsApp sobre supuestos secuestros de niños
peruanos por parte de bandas de delincuentes venezolanos pareció armada al
estilo de antiguos –pero efectivos– psicosociales destinados a infligir el
máximo daño.
Para
vergüenza del país, los brotes de xenofobia no se han quedado en el campo
particular, sino que se han extendido también al ámbito oficial o de políticas
públicas. Como se recuerda, por ejemplo, el Gobierno Regional de Cusco publicó
una ordenanza que prohibía sustituir a trabajadores peruanos por venezolanos
contratados informalmente –como si la gravedad de esa falta tuviera alguna
relación con la nacionalidad–. A su vez, el Ministerio de Trabajo afirmó,
increíblemente, que el reemplazo de algunos trabajadores por otros
–venezolanos– de menor sueldo sería una práctica “discriminatoria” y, con lo
cual, pasible de multas.
Seguidamente
señaló:
-En
marzo, el alcalde de Huancayo, Henry López, anunció que presentaría una ordenanza
“frente a la creciente y descontrolada presencia de extranjeros”. El Ministerio
Público le abrió una investigación de oficio por discriminación. De manera más
reciente, municipalidades como las de Pisco o Miraflores han dispuesto un
“empadronamiento” o solicitud aleatoria de documentos de ciudadanos
venezolanos. Además de ilegal,
pues el registro de extranjeros no les corresponde a las municipalidades sino a
la Superintendencia Nacional de Migraciones, la práctica es abiertamente
discriminatoria y no exenta de un velado componente intimidatorio. Prácticas similares son regularmente
condenadas por la comunidad internacional y activistas locales cuando se llevan
a cabo en países como EE.UU. contra la población de origen latinoamericano.
En no
pocos casos, la preocupación por la inseguridad ciudadana se utiliza para
justificar actitudes discriminatorias. No está de más recordar aquí, no
obstante, que los delitos son siempre de naturaleza individual –no pertenecen
de manera exclusiva a ningún colectivo étnico o nacional–. Caer en
generalizaciones de este tipo hace un enorme daño a la seguridad jurídica, la
imagen y los derechos de los miles de venezolanos que trabajan honradamente en
el Perú luego de escapar del desastre que encabeza hoy Nicolás Maduro.
Posteriormente
aseveró:
-Bien
encauzada, la presencia venezolana representa sin duda una oportunidad.
Aprovechar el trabajo, el talento, las ideas y la diversidad que trae la
migración hace eventualmente a cualquier nación más fuerte y más próspera.
Después de todo, el mestizaje y la fusión de culturas se reconocen hoy como
unos de los principales activos del Perú. Pero el camino no es fácil. Los retos
también saltan a la vista y empiezan a tensionar las débiles costuras
institucionales del país. Esta oleada migratoria representa una enorme prueba
que, en el corto plazo, pone presión sobre nuestra estructura económica, pero,
quizá más que todo, es un desafío sobre la fortaleza de nuestra estructura
social, de nuestra empatía y de nuestros valores como nación. No perdamos la
oportunidad de demostrar al mundo y a nosotros mismos que somos mejores que
esto.
(Cabe
recordar que dos médicos venezolanos ocuparon el primer y segundo lugar en un
concurso para optar a cargos en el sistema sanitario peruano en el que
participaron más de mil profesionales de la medicina)
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