Con Massa, Argentina podría repetir la pesadilla que comenzó en 2003
La ambición sin límites de una pareja peronista. Una película que los argentinos ya vieron y salió muy cara
Hace exactamente 20 años llegaba al poder en Argentina una pareja peronista. A diferencia de otros casos del ámbito político internacional, donde el funcionario es el marido o la esposa, el matrimonio Kirchner estaba compuesto por dos experimentados dirigentes. Él fue intendente y gobernador de Santa Cruz y ella diputada y constituyente. Con Néstor y Cristina, el electorado compró una sociedad política. Sin embargo, la dupla no tenía intención de quedarse cuatro u ocho años, para después retirarse como ocurre con las democracias civilizadas del mundo. El plan era intercalar mandatos, para evitar el impedimento constitucional de tres seguidos, y quedarse apalancados con un modelo populista y demagogo, que se financió con el mejor contexto internacional que Argentina tuvo en su historia.
De haberse aprovechado esta bonanza, la situación sería completamente distinta. Sin embargo, los Kirchner implementaron el peor modelo populista y dañaron severamente el tejido social de una Argentina que hoy tiene la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza y una “clase media” atemorizada por que le quiten el subsidio a la energía o al transporte público.
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Con la muerte de Néstor Kirchner en 2010, cuando promediaba el primer mandato de Cristina, quedó truncado el proyecto de intercalar gobiernos para perpetuarse en el poder. Sin embargo, esto no fue una cuestión necesariamente positiva para la Argentina. CFK se recostó en el ala más dura de la izquierda kirchnerista y sometió al país a la peor alianza internacional con las dictaduras de Cuba, Venezuela y la teocracia islámica iraní. Luego de dos gobiernos y de ser la “arquitecta” del postkirchnerismo, Cristina llegó a los setenta años evitando la cárcel. Las condenas (todavía solamente en primera instancia), comenzaron a caer luego de la edad compatible con la solicitud de la prisión domiciliaria.
Sin lugar a dudas, la sociedad de una ambiciosa pareja peronista inescrupulosa en el poder, ha sido una de las tragedias más grandes de la historia argentina. De poder encausar el rumbo en lo político y económico, al país le tomará décadas sanar el tejido social, absolutamente quebrado.
Veinte años después, el resultado de la primera vuelta amenaza con que la historia se repita. Vale destacar que nada tiene que ver con el prejuicio de señalar a una pareja que haga política, ni siquiera a la procedencia del Partido Justicialista. Sergio Massa y su esposa Malena Galmarini (exfuncionaria de Tigre, exconcejal, exdiputada provincial y actual titular de la estatal Aguas Argentinas) llegan adonde están con la propuesta de mantener el modelo populista legado por Cristina Kirchner y compañía.
En los últimos meses, desde que Massa es el candidato del oficialismo, el actual ministro de Economía se hizo de todas las herramientas del Estado para hacer campaña. Además del irresponsable populismo del “plan platita” (que pasará factura a un Estado quebrado luego del balotaje), el candidato oficialista utilizó hasta el transporte público para fomentar el terror ante un eventual gobierno de Patricia Bullrich o Javier Milei.
Hasta Néstor Kirchner parecía más civilizado cuando competió por la presidencia allá en 2003.
Es claro que ellos van por todo. Cuando Argentina cayó en la trampa del populismo hace dos décadas era un rincón del mundo medianamente estable, con una sólida clase media y con cierta prosperidad, la que elegían muchas personas de los países vecinos que venían a vivir y a trabajar. Hoy la realidad es otra y es mucho peor. Un descenso hacia niveles mayores de desastre es algo que, lamentablemente, muchos argentinos todavía evidentemente no perciben como posibilidad. Lo es.
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