Periodismo en el exilio: Luchas que construyen resiliencia
Huyendo del régimen autoritario de Daniel Ortega, periodistas nicaragüenses exiliados siguen trabajando mientras afrontan la imposibilidad de regresar
Pensando en su exilio y en la preocupación que inevitablemente se ha convertido en parte de su carrera como periodista, Octavio Enríquez describe un temor que comparte con su mujer y sus hijos.
“Teníamos un miedo compartido en la familia de no volver a vivir en nuestra casa,. Ese miedo no se aparta nunca,está ahíos decís: ‘Ay, nunca voy a volver a ver mi casa, nunca voy a volver a ver las gardenias que teníamos sembradas. Nunca vamos a volver a ver el limón’”, dice Octavio, un periodista nicaragüense que anteriormente trabajó para CONFIDENCIAL y se exilió en 2021.
Octavio no quería dejar atrás su casa, ni el árbol de limón, ni las gardenias. Tampoco quería dejar a su familia, sus rutinas y el país que conoce tan bien. Se vio obligado a hacerlo por su profesión: es periodista de un país que ha sufrido un deterioro dramático en la libertad de expresión y un aumento de los ataques a la prensa desde 2018.
Bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la puntuación de Nicaragua en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa se desplomó del puesto 90 al 158 en tan solo cinco años. Los periodistas fueron silenciados por informar sobre la represión violenta y sistemática de las protestas antigubernamentales en 2018, y la crisis sociopolítica en la que se sumió el país en los años siguientes.
Esta clasificación refleja el encarcelamiento de periodistas, amenazas de violencia o muerte, y la confiscación por parte del gobierno de algunos de los principales medios de comunicación del país, como CONFIDENCIAL, 100% Noticias y el diario La Prensa.
Al menos 185 periodistas nicaragüenses se han visto obligados a exiliarse, según Voces del Sur, una red de organizaciones que abogan por la libertad de prensa en Sudamérica. “Un periodista que huye de una zona de conflicto o de una guerra tiene que huir también, pero no a causa de su periodismo”, explica Louisa Esther, investigadora doctoral que estudia la tendencia del periodismo en el exilio.
El exilio representa una pérdida personal para los periodistas que ven cómo su vida cambia drásticamente, y al mismo tiempo tiene un impacto negativo para el país que se ven obligados a dejar atrás. Con la fuga de los periodistas se pierde la libertad de expresión, y deja una escasez de fuentes de información diversas.
Ante este panorama, tres periodistas nicaragüenses que huyeron a Costa Rica hablaron con CONFIDENCIAL y compartieron los retos que enfrentan y lo que los motiva a seguir informando. Tuvieron que reinventarse en el exilio y superar diversos obstáculos, así como la imposibilidad de regresar a su país.
Huyendo del régimen autoritario de Daniel Ortega, periodistas nicaragüenses exiliados siguen trabajando mientras afrontan la imposibilidad de regresar
Pensando en su exilio y en la preocupación que inevitablemente se ha convertido en parte de su carrera como periodista, Octavio Enríquez describe un temor que comparte con su mujer y sus hijos.
“Teníamos un miedo compartido en la familia de no volver a vivir en nuestra casa,. Ese miedo no se aparta nunca,está ahíos decís: ‘Ay, nunca voy a volver a ver mi casa, nunca voy a volver a ver las gardenias que teníamos sembradas. Nunca vamos a volver a ver el limón’”, dice Octavio, un periodista nicaragüense que anteriormente trabajó para CONFIDENCIAL y se exilió en 2021.
Octavio no quería dejar atrás su casa, ni el árbol de limón, ni las gardenias. Tampoco quería dejar a su familia, sus rutinas y el país que conoce tan bien. Se vio obligado a hacerlo por su profesión: es periodista de un país que ha sufrido un deterioro dramático en la libertad de expresión y un aumento de los ataques a la prensa desde 2018.
Bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la puntuación de Nicaragua en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa se desplomó del puesto 90 al 158 en tan solo cinco años. Los periodistas fueron silenciados por informar sobre la represión violenta y sistemática de las protestas antigubernamentales en 2018, y la crisis sociopolítica en la que se sumió el país en los años siguientes.
Esta clasificación refleja el encarcelamiento de periodistas, amenazas de violencia o muerte, y la confiscación por parte del gobierno de algunos de los principales medios de comunicación del país, como CONFIDENCIAL, 100% Noticias y el diario La Prensa.
Al menos 185 periodistas nicaragüenses se han visto obligados a exiliarse, según Voces del Sur, una red de organizaciones que abogan por la libertad de prensa en Sudamérica. “Un periodista que huye de una zona de conflicto o de una guerra tiene que huir también, pero no a causa de su periodismo”, explica Louisa Esther, investigadora doctoral que estudia la tendencia del periodismo en el exilio.
El exilio representa una pérdida personal para los periodistas que ven cómo su vida cambia drásticamente, y al mismo tiempo tiene un impacto negativo para el país que se ven obligados a dejar atrás. Con la fuga de los periodistas se pierde la libertad de expresión, y deja una escasez de fuentes de información diversas.
Ante este panorama, tres periodistas nicaragüenses que huyeron a Costa Rica hablaron con CONFIDENCIAL y compartieron los retos que enfrentan y lo que los motiva a seguir informando. Tuvieron que reinventarse en el exilio y superar diversos obstáculos, así como la imposibilidad de regresar a su país.
Los retos para informar desde lejos
Los periodistas exiliados tienen que empezar desde cero en un país ajeno, donde el costo de vida suele ser más elevado. Esto se une al reto de trasladar a todo un equipo a un lugar nuevo y establecer un sistema de apoyo para acoger a los periodistas que han huído recientemente. En muchos casos, los periodistas huyen con sus familias, lo que aumenta sus gastos.
Una vez instalados, el obstáculo más evidente para muchos medios de comunicación exiliados es garantizar la sostenibilidad de su plataforma informativa, alejados de las fuentes de ingresos que solían existir previo a la situación que los forzó a salir del país de origen. Cuando se trata de producir periodismo de calidad, los periodistas exiliados no suelen tener el mismo acceso a recursos y equipos que en su país de origen.
En el caso de CONFIDENCIAL, la sala de redacción con sede en Managua fue asaltada y ocupada por la policía en dos ocasiones sin orden judicial. La primera vez, ocurrió en el edificio donde originalmente operaba el medio de comunicación y luego, en una oficina provisional. Los equipos de producción fueron confiscados.
La Prensa, por su parte, se enfrentó a un embargo gubernamental de su material de papel y tinta, que finalmente acabó con el periódico impreso. Las instalaciones de La Prensa fueron confiscadas por la policía en agosto de 2022, lo que llevó al exilio a muchos de sus periodistas.
“Nos enfrentamos a la precariedad en relación con las condiciones de trabajo, en términos de no tener las condiciones óptimas para producir. Tenemos cosas muy básicas. Eso supone más esfuerzo, más sobrecarga laboral y más compromiso”, explica Elmer Rivas, periodista de CONFIDENCIAL que se exilió en 2021. También es productor general de Esta Semana y del segmento de sátira política “Fuera de Broma”.
Los periodistas entrevistados coinciden en que uno de los retos más directos es contar la historia de un país cuando no pueden estar presentes en él físicamente.
“El periodista está hecho para patear la calle, para explorar el lugar, para hablar con gente, para ver, escuchar o entender. Si no estás allí se hace mucho más difícil, y tus procesos para corroborar información se hacen más largos y cansados,” explica Isabel, una periodista que habló con CONFIDENCIAL bajo un nombre falso para evitar represalias.
Los periodistas exiliados a menudo tienen que confiar en fuentes que sean sus ojos y oídos en su país de origen, pero muchas personas temen hablar con la prensa. Elmer describe que la falta de acceso a las fuentes es uno de los mayores retos. “En Nicaragua hay un estado de terror y la gente no quiere hablar, tiene demasiado miedo”, afirma.
Otros periodistas están de acuerdo. “La gente tiene miedo de hablar y siempre se cuela el componente político”, dice Isabel. Este miedo se extiende a los propios periodistas. Como Isabel, que pidió el anonimato, periodistas nicaragüenses dentro y fuera del país han optado por dejar de firmar sus artículos por miedo.
La combinación de distancia y miedo hace que corroborar la información y cultivar fuentes fiables sea aún más esencial. En el clima autoritario de Nicaragua, también es crucial garantizar la seguridad y el anonimato de la fuente.
“Algunas de estas fuentes son funcionarios públicos, y tenemos el deber de protegerlos. Son como un lazarillo en la oscuridad", describe Octavio, quien atribuye la confianza que reciben los periodistas de CONFIDENCIAL a la credibilidad que el medio ha acumulado a lo largo de los años.
Los periodistas exiliados tienen que empezar desde cero en un país ajeno, donde el costo de vida suele ser más elevado. Esto se une al reto de trasladar a todo un equipo a un lugar nuevo y establecer un sistema de apoyo para acoger a los periodistas que han huído recientemente. En muchos casos, los periodistas huyen con sus familias, lo que aumenta sus gastos.
Una vez instalados, el obstáculo más evidente para muchos medios de comunicación exiliados es garantizar la sostenibilidad de su plataforma informativa, alejados de las fuentes de ingresos que solían existir previo a la situación que los forzó a salir del país de origen. Cuando se trata de producir periodismo de calidad, los periodistas exiliados no suelen tener el mismo acceso a recursos y equipos que en su país de origen.
En el caso de CONFIDENCIAL, la sala de redacción con sede en Managua fue asaltada y ocupada por la policía en dos ocasiones sin orden judicial. La primera vez, ocurrió en el edificio donde originalmente operaba el medio de comunicación y luego, en una oficina provisional. Los equipos de producción fueron confiscados.
La Prensa, por su parte, se enfrentó a un embargo gubernamental de su material de papel y tinta, que finalmente acabó con el periódico impreso. Las instalaciones de La Prensa fueron confiscadas por la policía en agosto de 2022, lo que llevó al exilio a muchos de sus periodistas.
“Nos enfrentamos a la precariedad en relación con las condiciones de trabajo, en términos de no tener las condiciones óptimas para producir. Tenemos cosas muy básicas. Eso supone más esfuerzo, más sobrecarga laboral y más compromiso”, explica Elmer Rivas, periodista de CONFIDENCIAL que se exilió en 2021. También es productor general de Esta Semana y del segmento de sátira política “Fuera de Broma”.
Los periodistas entrevistados coinciden en que uno de los retos más directos es contar la historia de un país cuando no pueden estar presentes en él físicamente.
“El periodista está hecho para patear la calle, para explorar el lugar, para hablar con gente, para ver, escuchar o entender. Si no estás allí se hace mucho más difícil, y tus procesos para corroborar información se hacen más largos y cansados,” explica Isabel, una periodista que habló con CONFIDENCIAL bajo un nombre falso para evitar represalias.
Los periodistas exiliados a menudo tienen que confiar en fuentes que sean sus ojos y oídos en su país de origen, pero muchas personas temen hablar con la prensa. Elmer describe que la falta de acceso a las fuentes es uno de los mayores retos. “En Nicaragua hay un estado de terror y la gente no quiere hablar, tiene demasiado miedo”, afirma.
Otros periodistas están de acuerdo. “La gente tiene miedo de hablar y siempre se cuela el componente político”, dice Isabel. Este miedo se extiende a los propios periodistas. Como Isabel, que pidió el anonimato, periodistas nicaragüenses dentro y fuera del país han optado por dejar de firmar sus artículos por miedo.
La combinación de distancia y miedo hace que corroborar la información y cultivar fuentes fiables sea aún más esencial. En el clima autoritario de Nicaragua, también es crucial garantizar la seguridad y el anonimato de la fuente.
“Algunas de estas fuentes son funcionarios públicos, y tenemos el deber de protegerlos. Son como un lazarillo en la oscuridad", describe Octavio, quien atribuye la confianza que reciben los periodistas de CONFIDENCIAL a la credibilidad que el medio ha acumulado a lo largo de los años.
La decisión de partir
El impulso final hacia el exilio es diferente para cada periodista, pero los meses previos a las elecciones de 2021 fueron testigo de la partida de muchos reporteros nicaragüenses. Para asegurar otro mandato en el poder, el régimen Ortega-Murillo lanzó una redada masiva y encarceló a decenas de opositores, incluidos todos los aspirantes a la presidencia que pretendían participar en el proceso electoral.
Un informe titulado “Nicaragua: Sin Libertad de Expresión del Índice Chapultepec, detalla que entre mayo y junio de 2021”, la Fiscalía General de Nicaragua, en coordinación con autoridades judiciales, citó a 23 periodistas y algunos otros opositores para interrogarlos sobre la Fundación Violeta Barrios de Chamorro y otras organizaciones de la sociedad civil. El resultado fue la detención de algunos periodistas, mientras que otros huyeron al exilio poco después.
“Si vos revisas los periódicos, vas a notar dos cosas: artículos sin firma y artículos sin fuente. Eso revela el miedo que ya se venía dando desde entonces,” dice Octavio, refiriéndose a la autocensura generalizada que alcanzó su punto más alto durante el contexto electoral.
La represión se extendió a políticos, empresarios, periodistas y a la ciudadanía en general. En ese momento, Octavio podía sentir que el peligro se acercaba demasiado. “Dos policías de civil llegaron a buscarme a mi casa. En ese momento yo, que creía que era el factor de riesgo para mi familia, entendí que era inexorable que nos convirtiéramos en una familia de exiliados,” relata.
Fue también durante el contexto electoral de 2021 cuando Elmer se vio obligado a optar por el exilio por segunda ocasión. La primera vez salió de Nicaragua para proteger su integridad a finales de 2018, tras la confiscación de la redacción de CONFIDENCIAL, pero regresó a los 11 meses para seguir ejerciendo el periodismo.
“Creímos que regresar era una forma de tratar de luchar y de rescatar los derechos que nos habían conculcado, que tiene que ver con el derecho a informar y con el derecho que tenemos a hacer periodismo y a ejercer nuestra profesión en Nicaragua”, dice.
Durante ese breve retorno, el equipo de CONFIDENCIAL logró cubrir la mala gestión de la pandemia del COVID-19 en Nicaragua, pero el objetivo de seguir trabajando dentro del país se hizo imposible al cabo de un año y medio.
“Nosotros no éramos un foco de la represión, pero cuando cae el contexto electoral, CONFIDENCIAL se vuelve un blanco. Y fue contra CONFIDENCIAL que empezaron la embestida y la radicalización de la represión el 20 de mayo de 2021”, explica Elmer.
Para Isabel, en la decisión de marcharse influyó el tema de las constantes amenazas a los medios de comunicación, los problemas económicos y el saber que no había un futuro prometedor para ella en Nicaragua. Como madre, su prioridad era también proteger a sus hijos. “Voy a seguir trabajando porque es lo que me gusta y quiero hacer, pero eso no puede poner en peligro a mi familia”, explica.
“Ellos [los periodistas exiliados] hacen todo lo posible por quedarse, hasta el punto de que personalmente ya no es posible”, describe Esther, quien ha trabajado intensamente con medios de comunicación y periodistas exiliados de todo el mundo.
El impulso final hacia el exilio es diferente para cada periodista, pero los meses previos a las elecciones de 2021 fueron testigo de la partida de muchos reporteros nicaragüenses. Para asegurar otro mandato en el poder, el régimen Ortega-Murillo lanzó una redada masiva y encarceló a decenas de opositores, incluidos todos los aspirantes a la presidencia que pretendían participar en el proceso electoral.
Un informe titulado “Nicaragua: Sin Libertad de Expresión del Índice Chapultepec, detalla que entre mayo y junio de 2021”, la Fiscalía General de Nicaragua, en coordinación con autoridades judiciales, citó a 23 periodistas y algunos otros opositores para interrogarlos sobre la Fundación Violeta Barrios de Chamorro y otras organizaciones de la sociedad civil. El resultado fue la detención de algunos periodistas, mientras que otros huyeron al exilio poco después.
“Si vos revisas los periódicos, vas a notar dos cosas: artículos sin firma y artículos sin fuente. Eso revela el miedo que ya se venía dando desde entonces,” dice Octavio, refiriéndose a la autocensura generalizada que alcanzó su punto más alto durante el contexto electoral.
La represión se extendió a políticos, empresarios, periodistas y a la ciudadanía en general. En ese momento, Octavio podía sentir que el peligro se acercaba demasiado. “Dos policías de civil llegaron a buscarme a mi casa. En ese momento yo, que creía que era el factor de riesgo para mi familia, entendí que era inexorable que nos convirtiéramos en una familia de exiliados,” relata.
Fue también durante el contexto electoral de 2021 cuando Elmer se vio obligado a optar por el exilio por segunda ocasión. La primera vez salió de Nicaragua para proteger su integridad a finales de 2018, tras la confiscación de la redacción de CONFIDENCIAL, pero regresó a los 11 meses para seguir ejerciendo el periodismo.
“Creímos que regresar era una forma de tratar de luchar y de rescatar los derechos que nos habían conculcado, que tiene que ver con el derecho a informar y con el derecho que tenemos a hacer periodismo y a ejercer nuestra profesión en Nicaragua”, dice.
Durante ese breve retorno, el equipo de CONFIDENCIAL logró cubrir la mala gestión de la pandemia del COVID-19 en Nicaragua, pero el objetivo de seguir trabajando dentro del país se hizo imposible al cabo de un año y medio.
“Nosotros no éramos un foco de la represión, pero cuando cae el contexto electoral, CONFIDENCIAL se vuelve un blanco. Y fue contra CONFIDENCIAL que empezaron la embestida y la radicalización de la represión el 20 de mayo de 2021”, explica Elmer.
Para Isabel, en la decisión de marcharse influyó el tema de las constantes amenazas a los medios de comunicación, los problemas económicos y el saber que no había un futuro prometedor para ella en Nicaragua. Como madre, su prioridad era también proteger a sus hijos. “Voy a seguir trabajando porque es lo que me gusta y quiero hacer, pero eso no puede poner en peligro a mi familia”, explica.
“Ellos [los periodistas exiliados] hacen todo lo posible por quedarse, hasta el punto de que personalmente ya no es posible”, describe Esther, quien ha trabajado intensamente con medios de comunicación y periodistas exiliados de todo el mundo.
Una tendencia preocupante a nivel mundial
El exilio forzoso de periodistas es un fenómeno presente en todo el mundo desde hace décadas, pero que sólo recientemente ha empezado a suscitar mayor atención por parte de académicos, medios de comunicación y organizaciones.
En junio de 2023, Reporteros sin Fronteras (RSF) publicó lo que describe como el primer mapa que traza los flujos migratorios de periodistas exiliados.
Aunque es un paso positivo hacia la documentación del fenómeno, este campo de investigación es relativamente nuevo, y Esther y otros colegas del sector advierten que el mapa no es del todo representativo. En su cuenta X (anteriormente Twitter), el catedrático e investigador Richard Stuppard advierte que en el mapa faltan, por ejemplo, los flujos migratorios de periodistas de Zimbabue y Sudán del Sur.
La investigación de Esther sobre el tema la ha puesto en contacto con profesionales de los medios de comunicación de casi una docena de países, entre ellos Burundi, Venezuela y Bielorrusia. Cree que gran parte del nuevo interés por el periodismo en el exilio puede atribuirse a la invasión rusa de Ucrania, que empujó a los periodistas antiguerra a huir del régimen de Putin.
“Ese fue el tema dominante durante meses, y lo sigue siendo. Y fue entonces cuando los periodistas de Rusia empezaron a exiliarse y —con justa razón— recibieron mucho apoyo. Y creo que fue un gran punto de inflexión”, afirma.
Esther señala que los periodistas de otros países que se encuentran en la misma situación de exilio no reciben el mismo apoyo, e indica que los periodistas de Burundi llevan exiliándose desde 2015, mientras que los periodistas eritreos comenzaron a huir de su país ya en 2001.
Entre los países que Esther ha estudiado, Nicaragua destaca por la forma en que la dictadura Ortega-Murillo ha impuesto el exilio a los ciudadanos que se oponen al Gobierno, despojando de su nacionalidad a 316 ciudadanos.
“Hasta ahora no habíamos visto que los Estados siguieran haciendo eso”, afirma, describiendo el destierro de ciudadanos nicaragüenses como una forma de entender el exilio de la vieja escuela, misma que le recuerda a la época medieval.
Aunque actualmente no hay cifras globales de cuántos periodistas están realmente en el exilio, Esther sostiene que es una tendencia creciente que va acompañada de “tendencias paralelas como la disminución de la libertad de prensa”.
El exilio forzoso de periodistas es un fenómeno presente en todo el mundo desde hace décadas, pero que sólo recientemente ha empezado a suscitar mayor atención por parte de académicos, medios de comunicación y organizaciones.
En junio de 2023, Reporteros sin Fronteras (RSF) publicó lo que describe como el primer mapa que traza los flujos migratorios de periodistas exiliados.
Aunque es un paso positivo hacia la documentación del fenómeno, este campo de investigación es relativamente nuevo, y Esther y otros colegas del sector advierten que el mapa no es del todo representativo. En su cuenta X (anteriormente Twitter), el catedrático e investigador Richard Stuppard advierte que en el mapa faltan, por ejemplo, los flujos migratorios de periodistas de Zimbabue y Sudán del Sur.
La investigación de Esther sobre el tema la ha puesto en contacto con profesionales de los medios de comunicación de casi una docena de países, entre ellos Burundi, Venezuela y Bielorrusia. Cree que gran parte del nuevo interés por el periodismo en el exilio puede atribuirse a la invasión rusa de Ucrania, que empujó a los periodistas antiguerra a huir del régimen de Putin.
“Ese fue el tema dominante durante meses, y lo sigue siendo. Y fue entonces cuando los periodistas de Rusia empezaron a exiliarse y —con justa razón— recibieron mucho apoyo. Y creo que fue un gran punto de inflexión”, afirma.
Esther señala que los periodistas de otros países que se encuentran en la misma situación de exilio no reciben el mismo apoyo, e indica que los periodistas de Burundi llevan exiliándose desde 2015, mientras que los periodistas eritreos comenzaron a huir de su país ya en 2001.
Entre los países que Esther ha estudiado, Nicaragua destaca por la forma en que la dictadura Ortega-Murillo ha impuesto el exilio a los ciudadanos que se oponen al Gobierno, despojando de su nacionalidad a 316 ciudadanos.
“Hasta ahora no habíamos visto que los Estados siguieran haciendo eso”, afirma, describiendo el destierro de ciudadanos nicaragüenses como una forma de entender el exilio de la vieja escuela, misma que le recuerda a la época medieval.
Aunque actualmente no hay cifras globales de cuántos periodistas están realmente en el exilio, Esther sostiene que es una tendencia creciente que va acompañada de “tendencias paralelas como la disminución de la libertad de prensa”.
Luchas que construyeron resiliencia
Incluso antes de que el exilio se convirtiera en la nueva realidad para el periodismo independiente bajo el régimen Ortega-Murillo, hubo obstáculos que obligaron a los periodistas a buscar nuevas formas de informar a la población.
El tipo de acceso a la información en el que se basa el periodismo tradicional empezó a escasear tras el retorno de Ortega al poder en 2007, con poca información proporcionada por los ministros, las instituciones gubernamentales o el propio presidente.
“En el caso de Nicaragua, creo que la descomposición de todo el entorno social, de la democracia, del acceso a la información, fue una descomposición progresiva. Entonces, de cierta forma, esto te permite adaptarte y desarrollar habilidades y herramientas para buscar información”, dice Isabel, que comenzó su carrera periodística en 2007.
“No tenemos la opción de entrevistar a funcionarios públicos, y ese es otro gran reto”, coincide Octavio. Con este bloqueo informativo, Isabel y Octavio aprendieron a buscar otros caminos para ofrecer relatos equilibrados de los hechos que se desarrollaban en el país.
Isabel describe que cuando los funcionarios del Gobierno se negaban a ser entrevistados, ella revisaba documentos gubernamentales. Estos iban desde La Gaceta oficial del Gobierno hasta el anuario de contratación pública del Ministerio de Salud. Octavio revisa rutinariamente los medios estatales, escudriñando para encontrar información valiosa en medio de la propaganda.
“Siento que el periodismo ha ido contando cada una de las etapas [desde que Ortega volvió al poder]. Al contar los hechos, luchamos contra del olvido, porque a nadie le interesa más que a los propios gobernantes que la gente no sepa o no recuerde, porque eso les permite volver a cometer sus abusos”, dice Octavio.
El periodismo es también lo que ayuda a muchos de estos profesionales a sobrellevar el exilio. “No dejo de hacerlo porque creo en lo que hago y creo que eso abona. La verdad abona a que la gente a esté informada, ayuda a cultivar y fomentar el pensamiento crítico”, dice Elmer.
“Escribir es como mi salvavidas. Me anclo en esa realidad de informar”, describe Octavio. Aunque ha sido difícil aceptar la realidad del exilio y este embate tan drástico contra su trabajo, estos periodistas se mantienen firmes en su compromiso de informar.
“Gloria, mi esposa, tuvo por un tiempo lista una maleta con ropa y no se atrevía a desempacarla porque decía que en cualquier momento volvíamos a Nicaragua. Ahora el tiempo nos ha enseñando que eso no va a ser tan sencillo, tan fácil. Pero bueno, aquí estamos,” cuenta Octavio.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en CONFIDENCIAL y fue traducido por nuestro equipo.
SOBRE EL AUTOR
Incluso antes de que el exilio se convirtiera en la nueva realidad para el periodismo independiente bajo el régimen Ortega-Murillo, hubo obstáculos que obligaron a los periodistas a buscar nuevas formas de informar a la población.
El tipo de acceso a la información en el que se basa el periodismo tradicional empezó a escasear tras el retorno de Ortega al poder en 2007, con poca información proporcionada por los ministros, las instituciones gubernamentales o el propio presidente.
“En el caso de Nicaragua, creo que la descomposición de todo el entorno social, de la democracia, del acceso a la información, fue una descomposición progresiva. Entonces, de cierta forma, esto te permite adaptarte y desarrollar habilidades y herramientas para buscar información”, dice Isabel, que comenzó su carrera periodística en 2007.
“No tenemos la opción de entrevistar a funcionarios públicos, y ese es otro gran reto”, coincide Octavio. Con este bloqueo informativo, Isabel y Octavio aprendieron a buscar otros caminos para ofrecer relatos equilibrados de los hechos que se desarrollaban en el país.
Isabel describe que cuando los funcionarios del Gobierno se negaban a ser entrevistados, ella revisaba documentos gubernamentales. Estos iban desde La Gaceta oficial del Gobierno hasta el anuario de contratación pública del Ministerio de Salud. Octavio revisa rutinariamente los medios estatales, escudriñando para encontrar información valiosa en medio de la propaganda.
“Siento que el periodismo ha ido contando cada una de las etapas [desde que Ortega volvió al poder]. Al contar los hechos, luchamos contra del olvido, porque a nadie le interesa más que a los propios gobernantes que la gente no sepa o no recuerde, porque eso les permite volver a cometer sus abusos”, dice Octavio.
El periodismo es también lo que ayuda a muchos de estos profesionales a sobrellevar el exilio. “No dejo de hacerlo porque creo en lo que hago y creo que eso abona. La verdad abona a que la gente a esté informada, ayuda a cultivar y fomentar el pensamiento crítico”, dice Elmer.
“Escribir es como mi salvavidas. Me anclo en esa realidad de informar”, describe Octavio. Aunque ha sido difícil aceptar la realidad del exilio y este embate tan drástico contra su trabajo, estos periodistas se mantienen firmes en su compromiso de informar.
“Gloria, mi esposa, tuvo por un tiempo lista una maleta con ropa y no se atrevía a desempacarla porque decía que en cualquier momento volvíamos a Nicaragua. Ahora el tiempo nos ha enseñando que eso no va a ser tan sencillo, tan fácil. Pero bueno, aquí estamos,” cuenta Octavio.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en CONFIDENCIAL y fue traducido por nuestro equipo.
Redacción Confidencial
Confidencial es un diario digital nicaragüense, de formato multimedia, fundado por Carlos F. Chamorro en junio de 1996. Inició como un semanario impreso y hoy es un medio de referencia regional con información, análisis, entrevistas, perfiles, reportajes e investigaciones sobre Nicaragua, informando desde el exilio por la persecución política de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Confidencial es un diario digital nicaragüense, de formato multimedia, fundado por Carlos F. Chamorro en junio de 1996. Inició como un semanario impreso y hoy es un medio de referencia regional con información, análisis, entrevistas, perfiles, reportajes e investigaciones sobre Nicaragua, informando desde el exilio por la persecución política de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
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