El escorpión y la mariposa
EL PREMIO NOBEL
PARA JUAN RAMÓN
Francisco Salazar-Martínez
L
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a noticia del
otorgamiento del Premio Nobel le llega a Juan Ramón Jiménez, a los 70 años de
edad, en medio de un total desconcierto económico y familiar. Su esposa, la
notable traductora de Rabindranath Tagore, Zenobia Camprubí, agoniza en el
hospital Niniya de Santurce, Puerto Rico, víctima del implacable mal del
cáncer. Pobre, completamente pobre, Juan Ramón sobrevive a la tempestad. Justo
alivio para los últimos días de su vida, habrá de constituir este oportuno
Premio Nobel que ahora le llega mientras vigila la agonía de su inseparable
Zenobia, la mejor inspiradora de su obra y de su vida.
Mucho le debe la poesía de habla hispana
a este tierno y a la vez implacable Juan Ramón Jiménez. Nacido en las fuentes
oropolescas del Modernismo, el poeta de “Platero y Yo” renueva el contenido y
macera nuevas uvas para el mejor vino lírico que desde los tiempos del Siglo de
Oro no abrevaba las letras castellanas. Desde hace más de treinta años, Juan
Ramón es el poeta más admirado y seguido por los jóvenes poetas del Continente
hispanoamericano. En ello quizás comparta glorias con García Lorca y Neruda,
pero mientras éstos tuvieron influencias momentáneas de saludable estímulo para
los cultivadores de la lírica, la poética de Juan Ramón se yergue noble y pura
y permanentemente en el universo lírico del idioma cervantino.
Ah, y he aquí su ángulo humano.
Implacable, como todo buen sentimental; satírico, como persona que se sabe
cuidar cuidándole a la vida en sentido griego de belleza y bondad, Juan Ramón
arremete, lanza en ristre, contra lo elefantiásico y superfluo que dan el tono
ridículo de toda existencia vacía.
Maestro, salud!
(El Heraldo, 26-10-56, P.2).
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