Desde Boberio
EPÍSTOLA AGRADECIDA AL POETA ROSAURO ROSA ACOSTA
Admirado
amigo poeta e investigador de la realidad histórica de los pueblos de Margarita
y Coche. ¡Qué grata sorpresa para mi egoteca el que usted se haya dignado
incluir datos sobre parte de mi vida y obra en su interesante y bien
documentado libro “Diccionario Margariteño Biográfico, geográfico e histórico”
y le juro, poeta, que mi sorpresa fue mayor y más estimulante cuando al
adentrarme en la lectura de tau interesante trabajo de investigación histórica
pude enterarme, con inmensa satisfacción, que mi modesta contribución bibliográfica
para la tierra de mis ancestros que me acogió como su hijo desde el 11 de
febrero de 1975, le haya servido, aunque en poca proporción, de soporte documental
para el mismo. ¡Gracias, poeta, por tan imponderable gesto de gentileza hacia
mi humilde persona y hacia la pequeña obra que con tantos sacrificios he
realizado en Margarita pata gratificarla de algún modo por haberme aceptado
desde tan remota fecha como uno de los suyos hasta el punto de hacerme sentir
margariteño sin que me pidiera a cambio la renuncia a mi pueblo natal, que si a
ver vamos, es una continuación de nuestra querida ínsula!
¿Sabe,
qué, poeta? El himno de mi estado natal, que me han dicho es muy bello, me es
extraño, mientras que el de Nueva Esparta se ha arraigado en todo mi ser.
Le
ratifico, amigo mío, lo que por telefonema le dije: El titulo de su extraordinario
libro no refleja la realidad de su contenido, como tampoco lo refleja la obra
del profesor Jesús Manuel Subero. “Contribución para el estudio del periodismo
margariteño ”, sencilla y llanamente porque ambos trabajos incluyen la Isla de
Coche, unida a Margarita por hermandad, pero que no es una extensión de ella,
lo cual desde el punto geográfico es imposible, ya que ambas entidades son dos
realidades geográficas distintas y dos realidades políticas igualmente
diferentes. ¡Bueno, poeta amigo, allá usted y el profesor Subero con sus
veleidades colonialistas!
-Desde
mucho antes de que yo me arraigara en
Margarita la isla de Coche se había separado del Distrito Maneiro para
constituirse en el Distrito Villalba, ¿No es así?
¡Qué
mala jugarreta le hizo el duende que invisiblemente ronda en los talleres al
“Amanecer de Claridades” que a modo de prólogo le escribiera a su libro nuestro
común amigo el profesor Jesús Manuel Subero!
Y
la jugarreta fue hecha con tanta eficacia, para encubrirse, con el fin perverso
de pasar inadvertida, que yo, he sido
corrector de pruebas, estuve dudoso al momento de descubrirla, por lo que tuve
que recurrir a mis dos diccionarios para estar seguro de su existencia. Una
sola letra, poeta, eliminó el duende en la palabra introdujimos para enchavarla
y hacerle perder su sentido.
¡Las
ironías del destino, poeta! Los datos
biográficos de Iván Cardozo Yánez. mi
enemigo gratuito desde hace años, tienen su soporte documental en un trabajo de
mi autoría. ¿Sabe por qué, poeta, el director de “Sol de Margarita” se enemistó
conmigo? Por haberle dicho a Arturo Millán, en su oficina del Museo de Arte
Contemporáneo “Francisco Narváez”, en presencia de un chismoso, que seguramente
falseó la información, que ni él, ni para la entonces concubina suya, Mariela
Contramaestre, ni José Ignacio Garrido, ni Nancy Fernández ni muchos otros colegas
periodistas eran licenciados y su membrecía en el CNP, con iguales derechos y
deberes que los graduados universitarios era gracias a una excepción contemplada
en la Ley de Colegiación del Periodista.
Pues
bien, amigo poeta, ya que le he mencionado el tema de los que fungen de
licenciados sin serlo, como si esa condición académica diera mucho “cachet”, en
su libro tres de ellos, dos de los cuales se atribuyen el carácter que no tienen
de periodistas, pues si los fueran pertenecerían al CNP. Se trata de Juan
Quilarque, Emilio Delgado y Rodolfo Rodríguez. Sobre Quilarque, en uno de mis
cuadernos minibiográficos (no microbiográficos como aparece en su Diccionario)
se lee que es ejecutivo comerciar; que es bachiller, que fue estudiante de
ingeniería mecánica y de administración comercial, estudios estos últimos que
abandonó “por razones laborales” y que se graduó de contabilista en la afamada
“Academia Espada”. Como puede ver, en ninguna parte aparece que haya obtenido
una licenciatura. La misma fuente documental, respecto a Rodríguez, indica que
es artista de la escena y director de teatro con
estudios y ejercicio en Italia, donde tuvo una larga permanencia. El mismo
soporte bibliográfico precisa que realizó algunos semestres de periodismo en la
Escuela homónima, ya extinta, de la Universidad Central de Venezuela. En
ninguna parte aparece que se haya licenciado, menos en 1975, como lo recoge
usted en su libro, puesto que cuando lo entrevisté para incluirlo en uno de mis
cuadernos nada me dijo al respecto. Ello ocurrió en 1981, en plena actividad
artística ininterrumpida basta la fecha. Tampoco el bachiller Rodríguez es
periodista, ya que carece del respectivo título universitario y de la inscripción
en el CNP.
Por
último, en relación a la licenciatura en Psicología que su libro le atribuye a
Delgado, dudo mucho que ella exista en virtud del hecho de que desde que estoy
en Margarita (2-75) las únicas actividades que le he conocido a éste han sido
las de director de “Diario del Caribe” y de la imprenta del Estado; las
desarrolladas en la Cruz Roja, las de secretario privado del gobernador Morel
Rodríguez Ávila y las que ahora, por razones eminentemente políticas, lleva a
cabo en la alcaldía de Mariño. Nunca he tenido conocimiento -y en Margarita
todo se sabe- de su desempeño como Psicólogo, ni siquiera en la Cruz Roja.
Tampoco Delgado es periodista, por las mismas razones que he esgrimido para
descalificar a Rodríguez. Debo aclararle, querido y estimado poeta, que con
ninguna de las personas que he citado tengo enemistad pero es posible, que como
en el caso de Iván Cardozo, se enemisten conmigo, lo cual no me preocupa.
Yo
estoy totalmente seguro, poeta, que el éxito en distintos campos obtenidos por
Quilarque, Delgado y Rodríguez, ha sido por su capacidad de trabajo y no por la
licenciatura que se han atribuido, que al fin y al cabo es un simple pergamino
universitario que en modo alguno abre el camino del triunfo a quienes lo logran.
Por lo menos en mi caso particular de nada me ha servido el título de
Licenciado para mi desarrollo personal, ya que lo poco o mucho que sé por
ejemplo, sobre menores, o sobre culturas populares residenciales, es por
lecturas post universitarias.
Es
su mismo caso, poeta, y el del profesor Subero, que no han necesitado de ningún
título universitario para investigar la historia regional. Ustedes dos, de
vivir en países donde reconocen el autodidactismo, tendrían títulos
universitarios de V nivel en Historia, materia que ambos dominan con propiedad.
Mire,
poeta, hace poco, a raíz de la “Epístola Elegíaca al Maestro Arístides Bastidas”,
una Licenciada en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso, me preguntó:
¿Quién
es Arístides Bastidas? ¿Verdad que es el colmo de los colmos que una egresada
universitaria desconozca datos del padre del periodismo científico en
Venezuela?
Bueno,
poeta, que siga cosechando éxitos y siga investigando, aun en precarias
condiciones físicas, la realidad histórica de esta tierra que desde el 11 de
febrero de 1975 me adoptó como su hijo, lo cual me llena de orgullo.
(Diario Caribazo, Porlamar, 1 de febrero
de 1997)
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