ABANDONADOS SITIOS
HISTÓRICOS
EN MARGARITA
E.
RODULFO. (INMAR). Lo que podría .constituir un potencial turístico de grandes
proporciones, por desidia oficial no existe ni la más remota posibilidad a
corto o mediano plazo de que pueda aprovecharse como contrapartida a esa imagen
fenicia que el Puerto Libre ha configurado de Margarita, la hasta hace algunos años
edénica isla, tan abundante en historia que, como se queja el profesor Jesús
Manuel Subero, no requiere que se le fabriquen leyendas. Me refiero a los
sitios históricos, en tan alto estado de abandono que pareciera más bien que se
quisiera borrar toda huella del pasado, de ese pasado heroico que le da a
Margarita lugar de importancia-en la historia de Venezuela.
EL FORTÍN DE LA
LIBERTAD
Entrando
por la Otrabanda, en la capital del Estado, quedan las ruinas del Fortín de la
Libertad, que jugara un papel de relevancia en la batalla de Matasiete, en la
cual las fuerzas patriotas estaban al mando del comandante Felipe Villalba y el
ejército realista comandado por Orame. Precisamente este jefe comparó el cerro
de Portachuelo con las Termópilas, queriendo significar que el que dominara el
sitio dividía el frente de batalla en dos porciones, asegurándose la victoria.
Pues bien, el Fortín de la Libertad, impide que el general Pablo Morillo logre
su objetivo. Los resultados son conocidos por todos. Pero aun así esta reliquia
histórica está condenada a desaparecer, pese a que La Asunción es, por decreto
presidencial, monumento nacional.
LA CASA AMARILLA
En
Pampatar, justamente la ciudad portuaria que le da el último adiós a Pablo Morillo,
cuando derrotado abandona la isla de Margarita, está situada la Casa .Amarilla En
este sitio se hicieron las deliberaciones del Congresillo de Cariaco
adoptándose, entre otras, dos importantes decisiones: darle a Margarita el
nombre de Nueva Esparta y estampar en la bandera nacional las siete estrellas,
representativas del igual número de provincias adherentes a la declaratoria de independencia.
Esta reliquia histórica ubicada precisamente en la calle José Vargas, no
pertenece siquiera a la Nación, ni creo que se haya realizado ninguna gestión
seria para adquirirla e incorporarla al patrimonio nacional. Lo insólito, lo inexplicable
y paradójico es que uno de sus primeros dueños, el doctor Luis Villalba
Villalba, pertenece-a la Academia Nacional de la Historia. Hoy en día, luego de
pertenecer a García Naar, es propiedad al parecer, de un ciudadano de origen español.
A la Casa Amarilla se le han efectuado muchas transformaciones, entre ellas la
sustitución del piso, que era de canto rodado.
Para
la época de redacción de este texto, allí funcionaba la Librería Maneiro.
En
Pampatar queda también la casa del general Manuel Plácido Maneiro, único
margariteño firmante del Acta de lndependencia. Una placa metálica, colocada en
lo que fuera entrada
principal, recuerda este hecho. Esta reliquia se encuentra en la más
vergonzante ruina. Queda muy cerca de ese monstruo económico e inoperante denomina
Fondo Cooperativo para el Desarrollo del Estado Nueva Esparta (FONDENE)
institución que reconstruyó la antigua aduana de Pampatar para utilizarla como
sede administrativa.
Desapareció
durante la gestión del gobernador Alexis Navarro. Pero su sucesor, Morel
Rodríguez, hizo construir en el sitio en ruinas una Casa de la Cultura con el
nombre del prócer independentista.
EL PROFESOR SUBERO
Es
tal la desidia oficial hacia los, monumentos históricos que el profesor Jesús
Manuel Subero Cronista de Margarita, tuvo que renunciar a la Comisión Conservadora
y Protectora del Patrimonio Histórico de la Nación, porque los ediles de
Pampatar, luego que la ciudad fuera declarada Monumento Histórico, contraviniendo
disposiciones legales, comenzaron a conceder permisos a diestra y siniestra
para destruir su fisonomía arquitectónica colonial.
¿Es
qué en Margarita no puede realIzarse turismo cultural? Países altamente
desarrollados turísticamente, como España y Francia, tienen en su historia una fuente permanente de
motivación turística, que explotan de la más variada manera.
(El Pueblo de Guayana, 25 de marzo de
1982)
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