Sin rendiciones ni capitulaciones, por Gregorio Salazar
X: @goyosalazar
Puede afirmarse, como de hecho lo reconoce la parte actora por el lado opositor, que el acuerdo firmado el pasado miércoles en Barbados con la representación del oficialismo es parcial, insuficiente e inacabado, y además con lagunas y puntos todavía pendientes de una clara definición, pero no obstante significa otro avance en esta larga, traumática y pesarosa marcha por hacer de Venezuela un país con apego a los valores de la democracia, con condiciones de vida lo más favorables y beneficiosas para todos sus hijos.
Nada, ciertamente, ha concluido. Son ya tres largos años de conversaciones, la mayor parte de ellas con resultados altamente frustrantes para el pueblo opositor, pero sin capitulaciones ni rendiciones en la búsqueda del objetivo que recogió en sus palabras, tras dejar la celda donde permaneció más de tres años, Roland Carreño. La esperanza de Carreño es la misma que abrigamos los ciudadanos de este problematizado país: «Que también llegue la libertad de Venezuela».
Habló el periodista, injustamente encarcelado por presuntas actividades «terroristas», sin amarguras, sin encono ni rencores. Abogó por una Venezuela donde podamos «reencontrarnos todos, poniendo cada quien su empeño, con el debido respeto y tolerancia, nuestros esfuerzos para que este país se encamine hacia estadios de prosperidad, de tranquilidad, de paz y armonía».
No se trata de creer quiméricamente que los problemas desaparecerán por arte de magia, pero sí de que los venezolanos tengan la certeza que se respetarán las garantías para ejercer plenamente los derechos civiles, políticos y económicos que consagra la Constitución.
Comenzando por que nadie debe padecer persecución, cárcel, execración o tortura por su posición política. Y, por supuesto, acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, hoy grandemente menoscabados por un modelo autocrático y fracasado.
Aparte de las acervas críticas que han surgido de sectores de la oposición no representados en esa mesa negociaciones, la firma de este acuerdo parcial deja amargos sinsabores para quienes no encuentran razones para confiar en la palabra de los representantes del Estado venezolano. Más cuando ellos se encargan, usufructuando a exclusividad el aparataje comunicacional del Estado, de restregar en el rostro de la opinión pública su narrativa triunfalista en lo económico, sin que del otro lado pueda sentirse en lo inmediato que se ha avanzado en la búsqueda de condiciones electorales limpias, justas y equilibradas. Ni haya oportunidad para utilizar los espacios mediáticos del sector público.
Decir en lo inmediato es lo mismo que decir de cara a las elecciones primarias de este domingo 22 de octubre, y en mayor medida del sector que pondrá sus bazas en la candidatura de María Corina Machado. Mientras Gerardo Blyde, actor de una convicción, tenacidad y perseverancia a la que la historia dará su justo lugar, dice que la habilitación de Machado es parte de un proceso en marcha, del otro lado se insiste en que allí no hay nada que discutir.
Aparte de las dificultades que de por sí representa todo proceso negociador y mucho más si tiene la envergadura de la crisis venezolana, carga éste con la dificultad de que el interlocutor es un gobierno bifronte, en el cual mientras unos atienden a lo formal y reservado de la negociación otro vocero político comunicacional actúa como una rueda libre, autónoma y desaforada, ajena a la mesa de negociaciones, con no disimulado empeño en socavar lo de que allí surja.
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