«El soberbio Orinoco» y el imperialismo británico, por Ángel R. Lombardi B.
Cuando era niño llegó a mis manos un fabuloso libro del escritor francés Julio Verne (1828-1905) con el título: «El soberbio Orinoco» (1898). Me gustó que Venezuela y uno de sus territorios más selváticos y exuberantes bañados por el río Orinoco y sus afluentes sirvieran de escenario para la aventura de unos europeos ávidos de riquezas.
En la segunda mitad del siglo XIX se exacerbaron las ambiciones imperialistas de los países europeos teniendo a Inglaterra y Francia como sus principales competidores. En la Conferencia de Berlín (1884-1885) hubo el reparto del África. Y en la América hispánica también se estaba llevando a cabo otro reparto. Entre 1846 y 1845 los Estados Unidos le arrebataron a México el 55% de su territorio. Y en 1898 despojaron a España la isla de Cuba y Puerto Rico.
El otro imperialismo furibundo fue el británico. Se sintieron los ganadores de la Independencia (1810-1824) a través de una ayuda nada desinteresada. Si bien la política oficial fue la de la neutralidad. Bolívar y San Martín tuvieron en los mercenarios ingleses una colaboración nada despreciable para derrotar a España. Sólo en Venezuela arribaron más de 6000 condotieros e ingentes cantidades de armamento. Aunque en realidad la verdadera guerra entre potencias fue entre la Francia napoleónica y el león inglés. Luego de Waterloo en 1815 los británicos celebraron la victoria y pudieron mirar con optimismo los mapas extrarradios de la periferia no europea.
Marx, un gran pensador europeo y eurocéntrico también, fue categórico en señalar que gracias a la «pérfida Albión» la América del Sur obtuvo su tránsito de Colonia a República. No está demás decir que Marx admiró a los ingleses y tuvo en poco estima a los meridionales y poco disciplinados latinos ibéricos razón de su menosprecio hacia El Libertador.
Inglaterra siempre envidió a España en América. Sabía que desde Carlos V y Felipe II en ese imperio nunca se ponía el sol. Y que los dominios americanos financiaron la grandeza imperial de España a través del oro y la plata descubierta en México y Perú. Desde el siglo XVI enviaron al Caribe a sus perros de presa: piratas, corsarios, filibusteros y bucaneros a desestabilizar las rutas de los galeones. No pasaron del saqueo.
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Sus intentos más serios por arrebatar territorio a los españoles sólo les permitieron ocupar algunas islas y zonas marginales. 1625: cae Barbados, una isla diminuta, originalmente posesión española. 1648: Bahamas. En 1655 se apoderaron de Jamaica, también posesión de España y creyeron enseñorearse de una forma más persistente. En 1797, puede que hayan obtenido la joya de la Corona con la isla de Trinidad dada su muy privilegiada posición geográfica. En las últimas décadas del siglo XVIII la Gran Bretaña le arrebató la mitad de la Guayana Holandesa a estos. Entre 1805 y 1816 se apoderaron de Aruba y Curazao que eran primero de España y luego de Holanda.
Las posesiones territoriales adquiridas por Inglaterra en la América meridional durante este período de expansión imperialista de Europa podemos concluir que tuvo un resultado más bien modesto. Razón por la cual siguieron expandiéndose desde la Guyana Británica hacia el Oeste buscando las bocas del Orinoco y su pleno control y dominio.
El gran atractivo del Orinoco para los ingleses, de la «más alta política económica» (Pablo Ojer), se debió a que representaba un potencial mayor que el control de Buenos Aires y Montevideo. En el Orinoco había tanto ganado como en las Pampas del Plata, aunque las reservas madereras eran mayores y además el gran río por su situación geográfica permitía un más fácil acceso a los mercados por ser más extensa su red fluvial interior que conectaba todo el Sur de Venezuela con la Nueva Granada. Controlar ésta puerta daría acceso a toda la América del Sur.
En 1899, con el Laudo de París, consiguieron arrebatarle a Venezuela el Esequibo. Nos estamos refiriendo a una importante extensión de: 159.542 km². Los títulos históricos y jurídicos de Venezuela sobre el Esequibo son inobjetables.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia. Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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