Ha muerto la socialdemocracia, viva la socialdemocracia, por Luis Ernesto Aparicio M.
Ahora que está de moda el cambio en las preferencias políticas de los ciudadanos en el mundo, luce importante tratar de colaborar con algunas apreciaciones sobre las consecuencias que pueden tener los mismos. Sobre todo, porque se están produciendo, primero de mano de los pueblos por intermedio del voto y luego por dimisiones de algunos líderes políticos al frente de gobiernos.
Todo deriva en la constante preocupación por la existencia y persistencia de la democracia como sistema de gobierno que garantiza las libertades individuales y colectivas de todos. Sea de derechas o de izquierdas, la existencia y el respeto por este sistema, es garantía de que estas, y otras, tendencias podrán optar una y otra vez a la alternativa de gobierno.
Partiendo del principio básico de que las posiciones políticas no desparecen, sino que por el contrario pasan a un proceso de revisión interna sobre las formas para recuperar la credibilidad ante quienes ahora están enfocados en otras alternativas más atractivas dentro de las preferencias electorales, sin importar, al menos es lo que estamos presenciando, quien o quienes están detrás de nuevas ofertas.
Hay muchos ejemplos, pero a la mano tengo lo que ocurre en Europa por estos días. Allá se están produciendo cambios en las conformaciones de gobierno que han permanecido en la línea de la socialdemocracia, o progresismo, como les llaman algunos. Esta serie de cambios van dejando atrás los éxitos y fracasos de la socialdemocracia, acompañadas de una incertidumbre sobre su futuro, tanto en ese continente, como en el mundo.
Las dinámicas políticas son fluidas y cambiantes, y la etiqueta de «socialdemocracia», corre la misma suerte que pueda estar corriendo «socialismo», con algunos advenedizos derivados en populistas, autócratas y dictadores (Castro, Chávez, Maduro y Ortega en Latinoamérica).
Pese a los seres antes mencionados y sus prácticas, en algunos sitios, la apuesta por una línea política socialdemócrata ha resultado ser sinónimo de avanzar hacía el progreso social y económico, libertad individual y colectiva y sobre todo la oportunidad de que los ciudadanos decidan el destino que desean para su país y por ende para ellos, con libertades y alternancias.
Lo cierto es que la política tiende a ser cíclica. Los partidos y movimientos políticos pueden experimentar periodos de auge y declive. Esa percepción que se pretende vender, por parte de algunos entusiastas nihilistas, como el «fin de la socialdemocracia» se debe a ciclos normales y no necesariamente a la desaparición de esa opción política como gobierno.
Cambios en la política global, como movimientos populistas y de tendencias ultraconservadoras o cambios en las relaciones internacionales, pueden estar influyendo en la dinámica política de diferentes regiones, más no deberían ser interpretados como un tañer de campanas que anuncian el sepelio de la socialdemocracia.
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Así como tampoco se debería estar alimentando la idea de que los llamados «ultraconservadores» –para mi populistas de nueva versión–, serán los nuevos amos y señores en la vida política mundial, por lo que habría que ajustarse a las conveniencias de tener en la dirección de gobierno a esos pequeños dictadores de moda.
El mal momento por el que comienzan a atravesar los socialdemócratas en el mundo, nos es la última etapa de la política, ni la sustitución definitiva de este sistema. Como todos los partidos respetuosos de las ventajas que ofrece la democracia, a estos les corresponde adaptarse para responder a las insatisfacciones y demandas cambiantes de la sociedad.
La capacidad de la socialdemocracia para reinventarse y abordar los problemas contemporáneos es crucial para su supervivencia y el fortalecimiento de la política como fundamento para la consecución de capacidades para gobernar efectivamente.
Por todo lo antes expuesto, vale la pena recordar aquella idea o frase que indica una transición de momento suave, de cambios, aunque la estructura fundamental permanece allí latente para reconquistar su posición con nuevas ideas y el mismo espíritu de trabajo.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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