Después de convertirla en estado venezolano, haberla dotado de una capital y un mandatario con nombre y apellido y, no menos importante, haber autorizado a Pdvsa a otorgar concesiones a compañías petroleras, la Guayana Esequiba quedó, al menos simbólicamente, anexada a Venezuela. Todo ello después de un referendo, no menos simbólico, en el que la casi totalidad de los votantes venezolanos que quedan en el país fervorosamente le dio sustento al ímpetu patriótico del gobierno madurista, lo curioso es que hubo también unanimidad en que las calles estaban desiertas y vacíos los centros de votación el día del peculiar evento.

No faltaron los improperios contra el imperialismo y las compañías petroleras invasoras, así como el olvido de la complicidad entreguista del chavismo, Chávez a la cabeza, mejor dicho, Fidel Castro, que permitió la cesión muy real de Guyana a sus pisatarios seculares (entonces sin petróleo y otros tesoros mineros).

Pero esa agresiva actitud de los patriotas que nos gobiernan cambió de repente, después de una reunión de una hora en San Vicente y las Granadinas, en que Maduro se portó como un canciller noruego, y no solo postuló el diálogo como única vía posible para solucionar el tremebundo enredo secular, sino que “ambos Estados se abstendrán, ya sea de palabra o de hecho, de intensificar cualquier conflicto o desacuerdo derivado de cualquier controversia entre ellos”. Maduro incluso llegó a hablar de la “diplomacia humanística de Venezuela”. Algunos aplausos internacionales.

Difícil unificar ambas actitudes en tan pocos días. La presión internacional que ya no soporta otra guerra, aunque sea guerrita, después de Rusia y Ucrania, Israel y Hamás. O un cambio de estrategia llegada de Cuba de ambigua participación en el enredo. O alguna encuesta hiperbólica de Hinterlaces. Vaya usted a saber.

Pero lo más sorprendente, la historia sigue, es que el día conmemorativo de la muerte del Libertador, muy uniformadito de lujo y enmedallado, el interminable general Padrino volvió al ataque y dijo que las Fuerzas Armadas estaban preparadas para cualquier eventualidad. “En la actualidad la convulsa geopolítica mundial, marcada por la configuración de un nuevo orden y la carrera por los hidrocarburos vuelve a colocar a la rica Guayana y su proyección marítima en la mira de los poderes imperiales, quienes en su desespero por evitar la decadencia están dispuestos a tomar viles acciones”. Pero no sólo eso, sino que hay un enemigo interno, que divide la nación al apoyar a Guyana “entre patriotas y apátridas, entre leales y traidores, entre bolivarianos y antibolivarianos…”. Más belicista no es posible, suerte de guerra civil (¿electoral?) incluida. Se olvidó lo dicho pocos días antes, sobre todo aquello de no intensificar verbalmente el conflicto. De nuevo la curiosidad se agudiza: ¿Divergencia entre militares y civiles?, ¿cambio de línea política y electoral?, ¿y si la cosa fuese en serio? Nada esperemos, a lo mejor hay novedades mañana o en los días navideños.