Pedro R. García: El instinto erótico y tanático
Una acotación necesaria
Es fácil ser bueno; lo difícil es ser justo. Víctor Hugo.
Según algunos pensadores la corrupción es inherente al ser humano. ¿Cinismo?, ¿confesión?, la ¿verdad? La eterna discusión acerca de la naturaleza humana. Para otros filósofos el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe, por lo cual debemos retornar al original y santificado estado de la naturaleza (Retournez a la nature). Para otros, el hombre tiende naturalmente al mal y por ello hay que instalarle un súper-yo político, legal, social y judicial que reprima sus excesos. Para los tomistas, todos podemos distinguir el bien del mal y el libre albedrío nos lleva al recto camino. Todas las psicologías saben que somos razón y voluntad en un 7% y emocionalidad inconsciente en un 93% (y en ésta se encuentran tanto el amor como el odio agresivo, la propensión al ‘bien’. pero también la tendencia al ‘mal’). Para algunos lo más claro, serio y profundo lo mostró Freud cuando nos atribuyó dos grandes instintos, el instinto de vida y el instinto de muerte. El instinto de vida (erótico) nos lleva al amor y a la conservación de la especie mediante la ternura y la vida sexual y reproductiva. Por su parte, el instinto de muerte nos induce a auto-eliminarnos: una forma de reposo y quietud, como regreso al estado original y anterior que es la no vida; pero como tenemos la información social, legal y religiosa de que el suicidio es malo, proyectamos la tendencia hacia afuera con la propensión a eliminar al otro (es decir, a agredir y hacerle daño al prójimo y no a nosotros mismos); pero como sabemos que ello también está prohibido por la Ley, la sociedad y la religión, sublimamos la agresión y la tornamos en agresividad. Y es, precisamente, la agresividad sana (no la agresión) el motor del ser humano, el que lo hace creativo, productivo, sanamente ambicioso, superado y superior. Así, pues, nuestro instinto malsano sublimado es el padre de todo crecimiento, progreso y desarrollo personal, social y universal. Ejemplo claro: no se produce la sublimación del instinto de muerte en homicidas (como Hitler, Stalin o Gadafi) que, en forma demencial, eliminan a los demás (agresión). Pero si tal instinto se sublima, podemos observar las revoluciones exitosas que nos traen la libertad y nos apartan del despotismo del modo como hoy insisten en actuar fuerzas del mundo entero, apoyando a las comunidades en general a fin de derrocar a los tiranos (agresividad sana). Así se mueve el mundo. En cuanto a la afirmación de: es cierta la tendencia a obtener ventajas indebidas que dan lugar a entramados de corrupción como los que se vienen denunciando recientemente y se denunciarán siempre. Son casos en los que el instinto tanático no es sublimado (agresión). Quienes sí lo subliman no incurren en la corrupción, sino que luchan por obtener beneficios lícitos en una actitud agresiva, pero sana que induce progreso y desarrollo personal y social (agresividad sana). En este último estado podemos integrar el instinto de vida (amor y reproducción) para completarnos como seres plenamente humanos. Así nos quiere Dios, sostiene la sabiduría teológica: luchadores, respetuosos y amorosos, no agresores, corruptos y destructivos.
pgpgarcia5@gmail.com
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