 12 de enero de 2024 |
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 | Por Elda Cantú Senior News Editor, Latin America |
En la pantalla se veía a un grupo de hombres encapuchados y armados que sometían a un grupo de personas que estaban en el suelo. De fondo, un set televisivo. El noticiero se había convertido en una noticia escalofriante.
Sucedió el martes en Guayaquil, la ciudad más poblada de Ecuador, cuando más de una decena de integrantes de una banda delictiva irrumpieron en una emisión en vivo de TC Televisión y tomaron rehenes. Pretendían enviar un mensaje de advertencia para quien se metiera “con las mafias”. Poco después, la policía tomó el control.
Ese incidente fue solo el suceso más mediático de una semana de violencia en un país de 18 millones de habitantes que ha quedado sumido por el temor: estos días también se registraron disturbios en las cárceles, tiroteos callejeros y secuestros de elementos de la policía. Negocios y escuelas cerraron, el transporte público lucía vacío.
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| Una imagen del discurso en el que el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, anunció el estado de excepción, el lunes Agence France-Presse, vía Presidencia Ecuador/Afp Via Gett |
El mandatario del país, Daniel Noboa, declaró un estado de excepción, la existencia de un “conflicto armado interno” y autorizó el combate a una veintena de bandas delictivas que calificó oficialmente como grupos “terroristas”. La medida impuso un toque de queda nocturno a nivel nacional, permitió que el ejército tomara el control de las prisiones y desplegó efectivos militares por las calles.
En los últimos años, Ecuador se ha convertido en un lugar atractivo para las mafias del narcotráfico: cárteles mexicanos y albaneses se han establecido en el país con el fin de expandir sus operaciones delictivas. Se calcula que hasta una cuarta parte de las 36 prisiones del país están controladas por las bandas delictivas, que manejan sus operaciones desde los centros penitenciarios.
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Luego de una campaña electoral en la que un candidato presidencial fue asesinado, el presidente Noboa asumió el cargo en noviembre con un llamado “a trabajar en conjunto para acabar con el enemigo en común: la violencia y la miseria”.
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| Patrullaje militar el jueves en una calle de Quito, la capital de Ecuador Dolores Ochoa/Associated Press |
Sin embargo, las medidas emprendidas esta semana por el gobierno no han logrado tranquilizar ni unificar al país. Algunos expertos comentaron que la participación de las fuerzas armadas en el combate al crimen podría derivar en un conflicto sangriento y prolongado. Y si bien algunos ecuatorianos aplaudieron la respuesta de mano firme, otros expresaron incertidumbre y escepticismo.
“Siento que el mundo que conocí se terminó”, dijo en uno de los reportajes María Ortega, una maestra en Guayaquil. “Uno sabe cómo comienzan estas cosas pero no cómo terminan”.
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| Fotoilustración por Plamen Petkov para The New York Times |
Nuestra relación con el celular es complicada. Suele ser lo primero que buscamos al despertar —sobre todo si el aparato también cumple la función de despertador— y lo último que contemplamos antes de apagar la luz para dormir. Kashmir Hill, reportera que se enfoca en temas de tecnología, quería superar su adicción al celular.
Así que, durante un mes, cambió su celular inteligente por un teléfono móvil rudimentario, un dispositivo, por decirlo así, “tonto”. Frente a las innovaciones que poco a poco invaden nuestra vida, dejar el teléfono más sofisticado, escribió Kashmir, era una forma de “corregir el rumbo con la tecnología existente que ya parecía estar fuera de mi control”.
Esta es la crónica de su experimento y las lecciones que aprendió. Si te animas a intentarlo (o te resulta imposible), no olvides participar en los comentarios y contar tu experiencia.
—Patricia Nieto y Sabrina Duque producen y editan este boletín.
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