Al final, ¿era corrupto Alberto Fernández?
El expresidente argentino cuidó celosamente lo único que le quedaba para presumir: que aunque su gestión haya sido un desastre, él no era corrupto. Sin embargo, llegaron los problemas judiciales
Desde que Alberto Fernández decidió acompañar a Cristina Kirchner en la fórmula presidencial del Frente de Todos en 2015, enfrenta un fantasma incómodo: el de la corrupción. Cuando el periodismo le preguntaba por qué acompañaba a una mujer muy sospechada y multiprocesada (que luego terminó condenada), él tenía que desviar la cuestión y limitarse al comentario autorreferencial: señalaba que él nunca había sido citado por la justicia en ningún caso de corrupción. De paso, sacaba chapa con su rol de docente universitario y su padre juez.
Cuando promediaba la fracasada gestión de su gobierno, el expresidente argentino se aferró a la construcción de la imagen con la que quería ser recordado. Algo parecido a su referente, Raúl Alfonsín. Un mandatario que no le encontró el rumbo a la economía (y dejó una hiperinflación), pero que por lo menos se fue con las manos limpias. Para la baja vara de la política argentina, muchos dicen que no es poco. Claro que el radical se retiró donando la mitad de su jubilación de presidente al programa de seguridad social de los jubilados en su ciudad natal, mientras Alberto se fue firmando un decreto para que el Estado le pague custodia de por vida en cualquier lugar del mundo.
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En las últimas horas, la imagen de político decente que Fernández quiso dejar como legado, comenzó a desvanecerse. No pasaron más de tres meses desde que dejó la Casa Rosada, que la actual administración ya comenzó a encontrar serias irregularidades (además de algunos gastos excéntricos de la vida diaria de Alberto, que todavía no han salido a la luz, pero que son realmente indignantes).
La frase latiguillo con la que Alberto Fernández respondía cuando le preguntaban por la corrupción del kirchnerismo (que él jamás fue citado por ningún problema) ya pasó a ser parte de la historia. El fiscal federal Ramiro González imputó al exmandatario por el presunto delito de la administración fraudulenta contra el Estado. La investigación sigue de cerca sospechosos negociados en el ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social), vinculados con la contratación de seguros.
Todo comenzó con la normativa gubernamental que obligaba a los jubilados que tomaban créditos a obtener seguros del estatal Banco Nación. ¿Quién estaba detrás de Nación Seguros? Alberto Paliano, íntimo amigo y hombre de extrema vinculación al expresidente, que también terminó imputado. En el marco de estas operaciones, las investigaciones revelaron que un grupo de brokers operaba las contrataciones cobrando el triple del precio usual de mercado para intervenciones similares. Las ganancias anuales del negociado arrojan una cifra estimada de 20.000 millones de pesos. Es decir, un aproximado a 20 millones de dólares.
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