viernes, 19 de abril de 2024

Esta es la marcha más importante en Colombia

 

Esta es la marcha más importante en Colombia

La marcha del 21 de abril de 2024 será histórica porque determinará el tono y la fuerza de la defensa de la libertad y de la democracia en Colombia en esta nueva etapa de radicalización total que Petro acaba de iniciar. Si nos unimos y salimos a respaldar masivamente a nuestras instituciones, autoridades y líderes serios, Colombia saldrá adelante

Esta es la marcha más importante en Colombia
La marcha del 21 de abril es muy importante para Colombia. Entre más masiva sea, más fuerte serán nuestro Estado de derecho y la oposición. (Archivo)

Todas las marchas en contra del gobierno de Gustavo Petro y sus políticas radicales han sido importantes. Entre otras razones, han servido para demostrar que “la calle” ya no le pertenece a la izquierda radical, y algunas, incluso, han tenido efectos concretos. Por ejemplo, la de finales del primer semestre de 2023 fue clave para el hundimiento de la primera propuesta de reforma laboral de Petro. El liderazgo que han tenido los políticos y activistas que las han promovido y que también están impulsando esta es, por lo tanto, realmente admirable.

Y es que todas y cada una de ellas nos han permitido llegar hasta el punto en el que nos encontramos hoy. Es decir, a una etapa de radicalización total del presidente Gustavo Petro de manera relativamente prematura, pero en la que no ha podido implementar ni en fondo, ni en forma, ni en tiempo su agenda extremista como probablemente la tenía planeada. Seguramente, en esta nueva etapa la radicalización también se vaya incrementando.

En efecto, desde hace un año en distintos espacios –incluyendo una tertulia en este medio– he señalado que Petro se iba a radicalizar cada vez más y que lo realmente importante era mitigar el impacto de su extremismo. Además de las marchas, su estruendosa derrota en las elecciones regionales fue muy útil para ello.

Ahora bien, por cómo se venían desarrollando los acontecimientos, lo más probable era que esta nueva etapa de radicalización total se activara a mediados de este año. Esto luego de un casi “votofinish” en junio similar al ocurrido en la Cámara de Representantes en diciembre pasado en el que le aprobaron la reforma a la salud al gobierno.

Luego de ello, Petro anunciaría su constituyente. Desde hace dos años advertí en mi libro “Defensa de la Libertad y de la Democracia: El Centro Político y los Extremos Explicados que el hoy presidente la impulsaría en caso de ganar, no obstante que en repetidas ocasiones lo negó.

Allí señalé que Gustavo Petro buscaría imponer incluso mediante una constituyente su proyecto radical de extrema izquierda neocomunista.

Lo hice no porque tuviera bola de cristal, pero tampoco porque estuviera especulando. Lo hice porque a partir de la construcción de un marco conceptual, o como diría Churchill de un “cuerpo de doctrina”, tan honrado intelectualmente como me fue posible sobre qué es el centro y qué son los extremos en política, aplicado, entre otros, al pensamiento y actuar de Petro, comprendí su lógica política.

Lógica política que es la de la extrema izquierda neocomunista porque Petro es un neocomunista tan radical como es posible en el siglo XXI. Sé que para muchos esta es una expresión excesivamente dura. La verdad a mí también me parece que es muy dura. Y, créanmelo, por muchas y variadas razones me encantaría no tener que usarla.

Por eso señalé en el libro, y aquí lo reitero, que no utilizo ese término con fines efectistas o estigmatizadores. Lo utilizo porque es la realidad política a la luz de las declaraciones y del actuar del presidente Petro.

La verdad es que si las cosas no se conceptualizan de manera realista y precisa, es mucho más difícil diseñar y poner en marcha estrategias que contribuyan de manera efectiva a mitigar el daño que esa realidad puede generar.

Siento entonces incomodar a algunos, pero esa es la realidad en la que vivimos, tal como lo advertí en el libro que ocurriría si Petro llegaba a la Presidencia. Señalé por todos los medios a mi alcance que el debate no era entonces (ni lo es hoy) entre izquierda o derecha, sino entre moderación y extremismo. Moderación que no tiene nada que ver con la tibieza.

El concepto neocomunismo por supuesto no es mío, ni fui el primero en advertir esa posibilidad. Antes se lo leí al expresidente Álvaro Uribe Vélez en una pieza de Semana en noviembre de 2021, tal como también lo señalé en el libro. En esta publicación se señaló que el expresidente advirtió que con Petro Colombia “puede llegar a tener el peor neocomunismo de la región”.

¿Y por qué Petro es neocomunista? Pues porque es un comunista posterior a la caída del Muro de Berlín. ¿Y por qué digo que es comunista? Entre otras razones porque, en sus palabras, busca “la superación del mercado y del capital”, que es básicamente lo que es el comunismo, ideología de extrema izquierda incluso más radical que el socialismo. Todo esto está documentado y explicado en el libro.

Dentro de ese contexto, desde hace varios meses he señalado en distintos escenarios, que la terquedad de Petro en aprobar su reforma a la salud no se entiende sino como, principalmente, un instrumento de poder para lograr sus fines de extrema izquierda.

La razón es muy sencilla, la cual también he explicado en otras oportunidades desde hace un año, entre otros en nuestros informes de riesgo político de CC&PRMC.

Esta es, de hecho, la razón que, en el marco de nuestras muchas fortalezas democráticas e institucionales, habrá salvado a Colombia si los acontecimientos políticos siguen su curso, como, por ejemplo, una marcha masiva el 21 de abril.

La razón es que Petro se metió con la salud de los colombianos. Con la reforma a la salud se le rompió el teflón de la popularidad, y así, junto a otros factores posteriores, se le debilitó la gobernabilidad para implementar una agenda radical.

En efecto, esto se infiere a partir de unas encuestas de la época de Invamer-Gallup. A finales de enero de 2023, en un sondeo encargado por la ANDI, el 73 % de los encuestados calificaron el sistema de salud entre excelente y aceptable, y 67 % consideró que no debía hacerse una reforma estructural del mismo.

En cuanto a la popularidad del presidente, otra encuesta de Invamer-Gallup mostró que su aprobación descendió de 48 % en diciembre de 2022 a 40 % en febrero de 2023, y su desfavorabilidad subió al pasar de 44 % a 51 % en el mismo periodo.

Fue a mediados de febrero de ese año, específicamente el 14 de febrero, que Petro hizo su primer “balconazo” como presidente, al mejor estilo de Hugo Chávez, el cual tuvo como fin presionar al Congreso para que le aprobase sus reformas radicales. La recolección de datos para esta encuesta se realizó entre el 17 y el 26 de febrero.

Abierta esa grieta, los escándalos, la inseguridad, la incertidumbre económica, el radicalismo y la indisciplina, entre otras razones, le terminaron de debilitar la popularidad, y así, la gobernabilidad. Al menos la gobernabilidad para una agenda radical.

La reforma le daría un enorme poder burocrático y económico sobre los políticos y sus estructuras. Esto le permitiría la aprobación del proyecto de ley que diera trámite a la constituyente la cual, por supuesto, presupone su reelección.

Controlar la salud también le daría, a su vez, un enorme poder sobre la vida, salud y bienestar de muchos colombianos, sus familias y seres queridos, lo cual esperarían se tradujera en votos.

La reforma a la salud, además, le venía taponando la mayor parte de la agenda legislativa. No fue sino hasta que se hundió para que avanzaran, por ejemplo, la reforma pensional o la reforma a la educación.

Tamaña terquedad no se explica entonces solamente por un sesgo ideológico estatista. Sino por, principalmente, ser una herramienta esencial para poner en marcha su proyecto político de extrema izquierda.

Pero el sorpresivo hundimiento prematuro de la reforma a la salud en la Comisión VII del Senado de la República desencadenó la situación en la que nos encontramos hoy. Es precisamente esta situación la que hace que la marcha de este domingo 21 de abril sea tan importante.

En efecto, ese rápido hundimiento total, que no estaba en las cuentas de nadie, hizo que todo cambiara. O mejor, que todo se acelerara. Petro tuvo entonces que jugarse sus restos y radicalizarse del todo.

Al anunciar entonces la constituyente y ordenar la intervención de las EPS en una suerte de expropiación luego del virtual hundimiento de su reforma a la salud, Gustavo Petro Urrego dio entonces inicio a la etapa de radicalización total de su presidencia.

Incluso ante la imposibilidad política de poder aprobar la constituyente en el Congreso, conforme a las normas preestablecidas en la Constitución para el efecto, comenzó a apoyarse conceptualmente en tesis rebuscadas abiertamente autoritarias y arbitrarias, para justificar una constituyente que no cumpla con los requisitos que ordena la Constitución.

Desde los tristes y oscuros días para nuestra democracia del robo del plebiscito, en el país no se planteaban tesis jurídico políticas tan grotescas y extremistas para justificar lo injustificable.

Constitución que el día de su posesión el presidente Gustavo Petro Urrego juró, en sus palabras, “cumplir fielmente”.

Pero lo que fácil llega, fácil se va. No es lo mismo una reforma a la salud soportada en una ley de la República a una reforma casi de facto lograda mediante intervenciones arbitrarias de la respectiva superintendencia. Es posible que los jueces y autoridades competentes reviertan varias de esas intervenciones y de otras que se puedan presentar.

Pero para aumentar la probabilidad de que ello ocurra, los ciudadanos, todos, debemos poner de nuestra parte. Lo mismo para aumentar la probabilidad de la eficacia de los congresistas moderados, la prensa libre, los técnicos, los gremios, los activistas, y, en general, la sociedad en su conjunto.

Hace dos años, durante la campaña presidencial, en el libro me referí en varias oportunidades a una reflexión que el profesor F.A. Hayek hizo en su Constitution of Liberty sobre la importancia de la ciudadanía activa e informada para la defensa de la libertad y de la democracia.

Esta reflexión es de enorme aplicabilidad al contexto general actual del país, y dentro del contexto particular de la marcha del domingo.

De acuerdo con Hayek, el constitucionalismo (o democracia liberal o Estado de derecho democrático), “se basa, en última instancia, en la comprensión de que el poder no es, al final, un hecho físico, sino un estado de opinión que hace que las personas obedezcan”, tal “como ha sido subrayado por David Hume y una larga lista de teóricos”. (p. 70)

El masivo apoyo ciudadano en defensa de nuestras instituciones liberales, de nuestras tradiciones democráticas y de nuestro derecho a no vivir bajo el autoritarismo, la arbitrariedad y el populismo, que solo traen opresión y miseria, es, por lo tanto, esencial.

Nuestros jueces, políticos, periodistas, técnicos, líderes gremiales y activistas son seres humanos que como todos sienten y de cuando en cuando necesitan sentirse apoyados.

Siempre ha habido extremistas y siempre los habrá. Siempre ha habido y siempre habrán Lenins, Hitleres, Chávez, Maduros o Petros. Siempre. El problema real es entonces que los sectores moderados no se unan para defender la libertad y la democracia cuando está amenazada.

Ello es lo que ha ocurrido en distintos momentos de la historia occidental en general y fue lo que ocurrió en Colombia en particular en 2022, con la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de la República.

Lo realmente importante es, en consecuencia, que lo sectores moderados de centro, de derecha o de izquierda que se encuentran dentro del espacio de la moderación occidental al que también me referí en el libro, dejemos nuestras respetables y profundas diferencias de lado. Que nos unamos en torno al centro político en sentido amplio o centralidad occidental. Centro político en sentido amplio que en el libro intenté conceptualizar en los siguientes términos:

«El centro político en sentido amplio son los sistemas e instituciones que garantizan y desarrollan la libertad, la democracia acompañada de libertad y la propiedad privada, es decir, la democracia liberal, el capitalismo y la economía de mercado. En últimas, el liberalismo clásico en sentido amplio». (p. 29)

Centro político en sentido amplio o centralidad occidental, que reitero, es también el espacio de la moderación. Espacio que está en línea con el “espacio de la razón”, concepto acuñado muy acertadamente por Cayetana Álvarez de Toledo desde hace varios años. Espacio que es el opuesto a los extremos tanto de izquierda como de derecha.

Allí siempre hemos cabido todos los moderados. Algunos prominentes políticos y analistas por ingenuidad, por dogmatismo ideológico o por oportunismo influenciaron a cientos de miles de moderados izquierdistas y centristas dentro del espacio de la centro-izquierda (aunque algunos de ellos no lo crean, también hay centristas dentro del espacio del centro-derecha, como es mi caso) para que votaran por Petro o en blanco, y así, apoyaran, sin ser su intención, por activa o por pasiva, la llegada de la extrema izquierda a la Presidencia en el país.

Riesgo que, debo decirlo, también advertí en el libro, y que fue una de las razones que me motivaron para escribirlo.

Ahora algunos de esos prominentes políticos y analistas han anunciado que tienen la intención de unirse a la marcha. ¡Que bien que lo hagan y ojalá lo hagan todos! ¡Que bien que ayuden a mitigar el daño que contribuyeron a causar!

Y ojo: no lo digo con ironía, sino con total ánimo constructivo.

La realidad es que los políticos, periodistas, técnicos, gremios y activistas coherentes que tuvieron mejor criterio en este tema no habrían podido ser tan efectivos en su valiente trabajo durante estos casi dos años de no ser por los arrepentidos o no que en sus distintas formas han contribuido a mitigar el daño que contribuyeron a causar.

Lastimosamente, algunos no han tenido la humildad intelectual y política de reconocer que se equivocaron. Si lo hicieran creo que la oposición sería aún más fuerte y se evitarían bastantes reproches.

De allí que los recurrentes llamados a la unión y a no politizar esta marcha en torno a unas corrientes políticas específicas que han hecho insistentemente los líderes políticos y los activistas que la han promovido sean lo correcto. Ojalá que el ánimo constructivo que han tenido los unos y los otros sirva para tender puentes amplios y duraderos.

Colombia vive bajo el mayor riesgo en al menos 70 años para su libertad y su democracia. El mayor riesgo para poder seguir siendo una sociedad abierta, libre, tolerante, y que, a pesar de las dificultades, progresa gradualmente. Progreso que es el único realista y, por lo tanto, sostenible en el tiempo y honrado con la población.

El mayor riesgo para seguir siendo un Estado social de derecho, que no es otra cosa que un Estado de derecho con enfoque social, que nos ha permitido, entre otras, tener uno de los sistemas de salud de referencia en el mundo.

Sin embargo, soy optimista en que Colombia va a salir adelante. Pero no porque crea que Petro no nos quiera llevar al camino de la Venezuela de Chávez y de Maduro –con algunas escalas en la Argentina de los Kirchner– o porque no pueda pasar nada.

Lo soy porque parto del supuesto que Petro se seguirá encontrando con una sociedad y unas instituciones fuertes.

Y serán más fuertes en la medida que haya un estado o clima de opinión que respalde a nuestras autoridades en la aplicación en los próximos años del Estado de derecho con total rigor, firmeza y apego a la Constitución y la ley.

Un estado o clima de opinión que respalde y ponga en alerta a esas autoridades y a los políticos, periodistas, técnicos, gremios y activistas en la protección del país de un populismo que puede poner en riesgo tanto la libertad y la democracia, como la estabilidad política, económica y social del país.

Y de ese modo, a corto, a mediano y a largo plazo se minimicen al máximo los impactos negativos de la agenda radical extremista del presidente Gustavo Petro, promovida durante este cuatrienio.

Es entonces dentro de ese contexto que la marcha del próximo 21 de abril es tan importante. Entre más masiva sea, más fuerte serán nuestro Estado de derecho y la oposición. Y así, la libertad y la democracia se salvarán en Colombia, y el populismo no podrá acabar lo que con tanto esfuerzo hemos construido durante décadas, como por ejemplo nuestro sistema de salud.

No debería entonces haber un solo colombiano que esté en la posibilidad de hacerlo que no salga a marchar. Como vimos, las marchas han demostrado ser efectivas y la popularidad de Petro, según otra encuesta publicada el día de hoy también por Invamer-Gallup, su desfavorabilidad ya va en 60 % y su aprobación en 34 %.

Reitero aquí lo que señalé en el libro:

“Dentro de la centralidad [o centro político en sentido amplio] hay categorías completamente respetables de derecha, de centro y de izquierda. En últimas, en un escenario de extremos seriamente definidos como el que afronta Colombia con el socialismo del siglo XXI neocomunista de Gustavo Petro, todas esas categorías no son más que matices dentro del centro político en sentido amplio. Matices muy importantes, con profundas y respetables diferencias, pero al final matices porque los unen su respeto por la libertad, la democracia acompañada de libertad y la propiedad privada.” (p. 30)

Póngase entonces los tenis y el ejercicio que iba a hacer el domingo hágalo caminando por la libertad y por la democracia.

Por el derecho a seguir viviendo en un país que, no obstante las enormes dificultades, ha progresado gradualmente de manera ejemplar en muchos ámbitos, comenzando porque lo ha hecho en el marco de un Estado de derecho democrático.

Por nuestros hijos, padres, sobrinos, parejas, amigos y demás seres queridos, ahora y a futuro, para que ellos y nosotros mismos podamos vivir y trabajar en libertad y democracia, con seguridad, estabilidad y en paz.

Por Colombia, que es un gran país, y que es, además, nuestra amada patria.

¡Todavía estamos a tiempo!

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