La primera vez que una película se proyectó en Cuba
Fue un reflejo de la globalización y el avance tecnológico de finales del siglo XIX
La primera proyección de imágenes cinematográficas en la Isla tuvo lugar en La Habana, frente al emblemático Parque Central, cerca del renombrado Teatro Tacón.
El histórico evento, realizado el 23 de enero de 1897 en plena guerra del 95, inició un nuevo tipo de entretenimiento que a la postre convertiría a la pequeña capital en la segunda ciudad con mayor cantidad de salas cinematográficas en las capitales de América (138), solo superada por Buenos Aires.
La función fue una iniciativa pionera del francés Gabriel Veyré (1871-1936) —representante de los legendarios hermanos Lumière y reconocidos inventores del cine— que había sido enviado a América como director técnico junto a Claude Fernand Bernard para mostrar el novedoso aparato en México, Venezuela, las Guyanas y las Antillas.
En La Habana, un representante de los hermanos Lumière exploraba cerca del hotel Inglaterra para encontrar un lugar adecuado para su proyecto. Gabriel Veyre optó por instalar el cinematógrafo Lumière en un local situado estratégicamente en el número 126 de la calle Prado, entre las calles San José y San Rafael. Cerca de la esquina de Prado y San José, se encontraba el Cuartel de Bomberos del Comercio y al lado, la Cantina de Voluntarios.
El local elegido estaba adyacente al Café Tacón, y anteriormente albergaba la contaduría del teatro Tacón y posteriormente la Exposición Imperial. Las dimensiones del local eran ideales y, tras acordar el alquiler con Aurelio P. Granados, Veyre lo seleccionó para introducir el cine en Cuba por primera vez. El calendario fue estructurado en diez tandas por la breve duración de las películas de aquel tiempo.
Aproximadamente un millar de espectadores se dieron cita en el lugar y maravillados por la novedad de la experiencia cinematográfica, fueron los testigos de las primeras presentaciones, entre las que destacaron imágenes que hoy podrían considerarse clásicas: desde el majestuoso desfile de un escuadrón de coraceros hasta la representación de una tempestad en alta mar.
Las proyecciones incluyeron la dinámica Carga de coraceros, Juego de niños o La demolición de un muro, La artillería española haciendo fuego en combate, Desfile de una caballería mora, La comida del bebé, La salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon, Bañadores en el mar y Disgusto de niños.
Entre los asistentes a esa memorable función estuvo el periodista Francisco Hermida, famoso por ser cronista teatral en El Fígaro, una distinguida revista de la burguesía, así como en varios otros periódicos. En la edición del martes 26 de enero de La Unión Constitucional, periódico representante del partido homónimo, Hermida publicó en su sección Crónicas.
“Anoche, al lado del teatro de Tacón, funcionó el cinematógrafo ante la sorpresa admirativa de más de dos mil personas que penetraron en el local desde las seis de la tarde a las doce de la noche. Penetraron por grandes grupos, permaneciendo cada uno de ellos en el local el tiempo suficiente para ver diez veces funcionar el cinematógrafo, cada vez tuvo dos minutos de duración, y el tiempo total del espectáculo veinte minutos, durante los que la sorpresa y la grande admiración llegan a su mayor intensidad”.
En la tarde del 24 de enero, se brindó la primera función para el público en La Habana. Las entradas se vendían a cincuenta centavos para adultos y veinte para niños y soldados. Aunque el programa completo de cortometrajes de los Lumière no se conoce con precisión, se sabe que en esa sesión inaugural se proyectaron varios filmes de alrededor de un minuto cada uno que causaron gran impresión. Entre ellos estaban: Jugadores de cartas o Partida de naipes, La llegada del tren, El regador y el muchacho y El sombrero cómico.
El evento no solo representó un hito en la historia cultural de Cuba, sino que también fue un reflejo de la globalización y el avance tecnológico de finales del siglo XIX. La capacidad de compartir y experimentar momentos de otras partes del mundo sentó las bases para lo que hoy conocemos como la industria cinematográfica global.
Y aunque el cine ha evolucionado significativamente desde aquellos primeros días, la esencia de asombro y curiosidad que despertó la primera función de cine en La Habana, sigue siendo un recuerdo imborrable en el corazón cultural de Cuba.
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