Mi experiencia en el Consejo Supremo Electoral
El organismo rector de todo el sistema electoral venezolano, que hoy se conoce como Consejo Nacional Electoral fue creado como Consejo Supremo Electoral, el 9 de septiembre de 1936, cuando el Congreso de Venezuela promulgó la Ley de Censo Electoral y de Elecciones. Ese Consejo funcionaba como un Tribunal de Apelaciones de las decisiones tomadas por Juntas Electorales. Adquirió suma importancia, cuando, en 1946, la Constitución consagró el voto directo para la elección del Presidente. En 1948 hubo un golpe militar que interrumpió la institucionalidad democrática, hecho éste que afectó el sistema electoral. Ese golpe terminó causando que el poder lo asumiera una dictadura que implantó a Marcos Pérez Jiménez como dictador
A la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, en 1958, el Consejo Supremo Electoral pudo cumplir sus plenos poderes como organismo rector del proceso electoral. Su primer Presidente fue Fidel Rotondaro, de quien Eduardo Casanova, en “Paladines de la Democracia”, en 2017, escribió:
«Y lo más importante de su vida pública fue haber presidido el Consejo Supremo Electoral en 1958, cuando se hicieron las primeras elecciones democráticas después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez».
Nadie, absolutamente nadie, tuvo una queja acerca de esas elecciones, en las que ganó la Presidencia de Venezuela Rómulo Betancourt, con cuyas ideas no comulgaba Rotondaro. Nadie, absolutamente nadie, podría haber supuesto o creído que Fidel Rotondaro era capaz de propiciar algo irregular para favorecer a los poderosos. O a un caudillo. Después de aquel momento, suficiente como para poner su nombre entre los de los más honorables de la historia del país, Fidel se retiró a la vida privada, y murió, calladamente, en 1976.
Fidel Rotondaro fue el abogado y apoderado de mi tío Armando Planchart, y yo lo consideraba algo así como un tío. Fue él quien hizo que yo desempeñara un papel, durante largos años, en el Consejo Supremo Electoral, al cual ingresé como miembro del partido de Arturo Uslar Pietri. Independizándome de vínculo partidista, como miembro del CSE llegué a ser uno de sus vicepresidentes, y, en una ocasión, llegué a ejercer, momentáneamente, su presidencia. Actué como miembro del CSE bajo las presidencias, además de la de Fidel Rotondaro, las de Eduardo Arroyo Lameda, Manuel Rafael Rivero, Isidro Morales Paúl y Carlos Delgado Chapellín.
En la época en la que yo fui miembro de la Junta Directiva del CSE, ella estaba integrada por cinco miembros: dos nombrados por AD y Copei y tres independientes. Las decisiones de estos últimos siempre prevalecían
Recuerdo varias de mis actuaciones en el CSE:
En las elecciones de 1968, los candidatos fueron Rafael Caldera y Gonzalo Barrios. En esa oportunidad yo era miembro independiente del CSE, postulado por Acción Democrática. Rafael Caldera ganó por escaso margen y yo me opuse a las presiones de AD, para impedir su triunfo.
Cuando yo fungía como Vicepresidente del CSE y miembro de la Comisión de Registro y Control de Partidos Políticos, el CSE debía decidir sobre la legitimación del partido comunista. Arminio Borjas era también miembro. Estaban dadas todas las condiciones para esa legitimación, pero, Octavio Lepage, quien era ministro de Relaciones Interiores me llamó por teléfono para decirme que no podía acordar la legalización de un partido formado por terroristas. Yo le respondí que estaban dadas todas las condiciones para legalizar el partido y que Arminio Borjas y yo, ambos anti comunistas, íbamos a aprobar la legalización.
Presidí, en 1990, la misión del Consejo Supremo Electoral a Nicaragua, para asesorar al Consejo Supremo Electoral de dicho país en las elecciones que condujeron a la elección de Violeta Chamorro como presidente. En esa oportunidad, tuve la ocasión de reunirme con Mariano Fiallos, quien era el presidente del Consejo Supremo Electoral de Nicaragua. A pesar de ser miembro del partido sandinista, Fiallos era un funcionario profundamente democrático e hizo valer todas las propuestas que le hice, a nombre del CSE, para que, en Nicaragua, hubiera unas elecciones democráticas, libres e independientes. Así fueron y Daniel Ortega, el candidato del sandinismo, tuvo que reconocer el triunfo de Violeta Chamorro. Recuerdo que, en esa oportunidad, Rafael Caldera, quien era uno de los observadores de las elecciones, me dijo que lo acompañara casa de Violeta Chamorro para ofrecerle ayuda ante el hecho de que su seguridad dependía de sandinistas radicales.
El CNE actual en nada se parece al CSE de la democracia: decide lo que le ordena el gobierno.
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