Última oferta a Maduro: ¿Presión efectiva o salvavidas inadmisible?
La maniobra de Nicolás Maduro de refugiarse en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a su servicio para intentar validar su supuesto triunfo en las elecciones presidenciales pierde fuerza. Y es que faltando tres días para que la Sala Electoral del máximo tribunal emita su sentencia sobre el recurso contencioso interpuesto por Maduro –previsto para este viernes–, el panel de expertos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que evaluó el desempeño de los comicios divulgó un lapidario informe que tomó por sorpresa al régimen. Así como seguramente tampoco se esperaba la presión de Luiz Inácio Lula da Silva, quien este jueves le subió el tono a su histórico aliado ideológico, lo que de inmediato fue respaldado por Gustavo Petro. La oferta de los presidentes de Brasil y Colombia no coincide con los planes de Maduro pero tampoco hace justicia al reclamo opositor de respetar la voluntad popular expresada el 28 de julio.
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Lo que a primera vista puede interpretarse como favorable para los intereses del chavismo, tiene algunos matices que, naturalmente, no convencen a ninguna de las partes. El TSJ –esperando órdenes de Miraflores– se debate entre “certificar” los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) sin totalización ni publicación de actas o anular la elección con el argumento del supuesto “ataque cibernético” y convocar a nuevos comicios con el mismo organismo electoral y bajo condiciones incluso más desfavorables para la oposición. Sin embargo, Lula y Petro se adelantaron con una propuesta presentada casi en paralelo que, si bien no coincide con el reclamo opositor de reconocer la indiscutible victoria de Edmundo González, tampoco complace del todo a un oficialismo atrincherado en el poder que se resiste a una salida negociada.
La injusta propuesta de repetir las elecciones
El primero en hacer esta oferta a Maduro fue el mandatario brasileño. Lula habló en una entrevista sobre la posibilidad de conformar un gobierno de coalición e insinuó que en los seis meses que le quedan de mandato a Maduro podría convocar a nuevas elecciones, pero haciendo énfasis en que esos comicios se tendrían que celebrar con la participación de todos los candidatos, con la creación de un comité electoral supra partidario y permitiendo una amplia observación internacional sin restricciones. Eso sin duda es un exabrupto para la oposición, que compitió “con las reglas de la tiranía”, tal como expresó María Corina Machado, pero también va en una dirección distinta a los intereses del régimen que, por un lado Maduro vocifera que no entregará el poder, y por el otro el presidente de la Asamblea Nacional chavista, Jorge Rodríguez, anuncia reformas a las leyes electorales para impedir de forma total y sin disimulo la observación internacional.
A los pocos minutos, Petro se sumó a la propuesta de Lula con un hilo en su cuenta de X, donde intentando poner la pelota del lado del régimen, soltó que “de Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo”. A esto agregó luego una lista de buenos deseos sin ofrecer detalles de cada exigencia: “Levantamiento todas las sanciones contra Venezuela. Amnistía general nacional e internacional. Garantías totales a la acción política. Gobierno de cohabitación transitorio. Nuevas elecciones libres”.
Levantamiento todas las sanciones contra Venezuela.
Amnistía general nacional e internacional.
Garantías totales a la acción política.
Gobierno de cohabitación transitorio.
Nuevas elecciones libres.
— Gustavo Petro (@petrogustavo) August 15, 2024
Con un escueto “sí, lo hago”, respondió el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuando un periodista le preguntó si apoyaría la convocatoria a nuevos comicios en Venezuela. Aunque posteriormente la Casa Blanca aclaró que el mandatario escuchó mal la pregunta. De esta manera, por lo menos Lula y Petro parecen alinearse con la oferta al régimen de Maduro de repetir la elección poniendo una serie de condiciones que eleven la transparencia y respeto a los resultados, pero que no están del todo claras. ¿Se esperaban esto en Miraflores? Muy probablemente no. Pero tampoco es el escenario más justo para una oposición democrática que venció a una dictadura en las urnas con todas las reglas en contra.
La firme y natural respuesta de la oposición
“Yo les pregunto a ustedes: se va a una segunda elección y si no les gustan los resultados, ¿qué? ¿Vamos a una tercera? ¿A una cuarta? ¿A una quinta? ¿Hasta que le gusten a Maduro? ¿Aceptarían eso ustedes en sus países?”, fue la natural respuesta de María Corina Machado a la propuesta de Lula y Petro durante una rueda de prensa con medios internacionales a través de la plataforma Zoom. Y en cuanto al gobierno de coalición, la líder de la oposición venezolana respondió que “eso se ha dado en contextos democráticos y ese no es nuestro caso”.
La oferta de la oposición en la negociación con el régimen que encabeza Nicolás Maduro va por otro lado. “Nosotros estamos ofreciendo incentivos y salvaguardas, pero en una transición a la democracia (…) Plantear desconocer lo ocurrido el 28 de julio, para mí, es una falta de respeto a los venezolanos que han dado todo y que expresaron la soberanía popular. La soberanía popular se respeta y las elecciones ya ocurrieron”, sentenció Machado.
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María Corina Machado: “Nosotros fuimos a elecciones con las reglas de la tiranía. Plantear una nueva elección es una falta de respeto a los venezolanos y el 28 de julio”. pic.twitter.com/k9fZwRFIx0
— UHN PLUS (@UHN_Plus) August 15, 2024
Negociación frente al todo o nada
Es evidente que Lula y Petro no van a plantear un escenario en el que Maduro sea obligado a admitir públicamente su derrota, a pesar de que saben que perdió por una diferencia abrumadora en las urnas. Eso les haría perder de inmediato la posibilidad de establecer una comunicación directa con Miraflores. En su complicada mediación –donde no se descarta la intención de permitirle a Maduro ganar tiempo y ofrecerle la oportunidad de conseguir legitimación para mantenerlo en el poder– también hay mensajes entrelíneas que ejercen presión sobre la cúpula chavista que dio un salto al vacío con el fraude cometido el 28 de julio apostando a todo o nada, donde esta última opción solo es posible mediante la fuerza. Y no se puede olvidar que el régimen, hasta el momento, tiene control absoluto de las armas. Por eso se esfuerza en demostrar la lealtad de, al menos, la cúpula militar.
Si bien la conformación de un gobierno de coalición o la repetición de las elecciones no son las propuestas indicadas para garantizar el respeto a la voluntad popular y, en cualquiera de estos dos escenarios el régimen sacaría ventaja para aniquilar a la oposición, también es evidente que en este momento Maduro no domina el tablero internacional y así se puede leer entrelíneas en las declaraciones de Lula da Silva y Gustavo Petro donde presentan su última oferta a su aliado regional.
Las maromas de Lula y Petro
Por un lado, el mandatario brasileño aclaró que “aún no reconoce” a Maduro “como ganador de la elección” porque todavía “le debe una explicación a la sociedad y al mundo” y recordó cómo antes del 28 de julio le pidió “transparencia y legitimidad del proceso electoral”, además de rechazar el hecho de que haya buscado dirimir el conflicto a través de la TSJ y no del CNE, como corresponde, sin dejar de insistir en que se muestren las actas. Y por el otro, el presidente colombiano soltó términos como “amnistía” y “elecciones libres”, aunque si mayor contexto ni detalles. Todo esto mientras los cancilleres de Colombia y Brasil se reúnen en Bogotá para debatir sobre las posibles soluciones que buscan con esta negociación de la que hace un par de días se apartó México por decisión del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador.
Y como es natural, la oposición que se sabe ganadora por una amplia mayoría y cuenta con las evidencias para demostrarlo, pone alta la vara de la negociación frente a un régimen que solo se sostiene en el poder con las armas y frente a unos mediadores que procuran no incomodar a su histórico aliado político que se ha convertido en un lastre para la izquierda que se camufla de progresista y hace maromas para evitar otra oleada migratoria en la región, pero a la vez se resiste a aceptar que el retorno de la democracia a Venezuela marque el inicio de la caída de su proyecto continental.
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