Durante toda su vida, como laica y luego como monja carmelita, Teresa se preocupó de rezar por sus parientes difuntos y por las almas del purgatorio. En su ofrenda al Amor Misericordioso, en junio de 1895, pedía: «¡Oh Dios mío! Santísima Trinidad, deseo Amarte y hacerte Amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia salvando a las almas de la tierra y (liberando) a las que sufren en el Purgatorio». (Pri 6)
Cuando su salud empeoró en mayo de 1897, insistió en que la Madre Inés continuara intercediendo por las carmelitas difuntas a través de diversas oraciones eclesiales. El 2 de noviembre, día en que conmemoramos a los difuntos de este año, santa Teresa nos recuerda que estamos unidos unos a otros. Tenemos la responsabilidad de rezar unos por otros, y especialmente por el descanso de las almas de los difuntos.
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