Oraciones y recreaciones piadosas | ¡Viva la esperanza! | | | Puesta en situación | Este fragmento de la Huida a Egipto, compuesto en 1896 para la fiesta de la Priora, es un canto a la esperanza en el corazón de la lucha. Habla del exilio de la Sagrada Familia y Teresa se sintió concernida: el contexto histórico en el que escribió estas líneas vio el comienzo de la expulsión de las comunidades religiosas de Francia. Más allá de cualquier exilio físico, estas estrofas nos invitan a considerar el exilio espiritual que marca nuestro itinerario terrestre. Un exilio que es el lugar de la lucha más importante de nuestras vidas. El canto final de esta piadosa recreación nos orienta hacia el fin de los tiempos, y concierne a cada una de nuestras almas, en solidaridad con la de nuestros hermanos y hermanas de la humanidad, a partir de hoy, aquí abajo. | | | Teresa me escribe | Si compartes sabiduría A los ignorantes, a los más pequeños de corazón es que cada alma está hecha a tu imagen Y vienes a salvar a los pecadores. Llegará un día que en el mismo prado El tierno cordero pastará junto al león Y el desierto, tu única patria Más de una vez escuchará su nombre. ¡Oh Dios escondido!, almas virginales, De tu amor en las llamas abrasadas, Caminarán tras Ti por tus pisadas Sembrando de verdor los arenales Corazones seráficos, ardiendo, Causarán la alegría de los santos Con el humilde acento de sus cantos Y harán temblar al tenebroso averno. En su furor, en su rastrera envidia Querrá Satán vacíos los desiertos; Ignora el infinito poderío Del Niño-Dios que el mundo desconoce; Ignora que se vuelve poderosa Unida a su divino Salvador. | RP 6 11 | | | Comprendo | Teresa se dirige a su «Señor Rey del Cielo, Estrella Misteriosa, Esperanza de todos los desdichados, Sabiduría Profunda, Dios Oculto...» y el desierto se funde con el Cielo, es la patria del Señor pero también la «soledad de las Vírgenes fervorosas», es decir, el lugar de su unión con él. En el desierto, el Cordero de Dios será movido por el Espíritu tras su bautismo para confirmar su filiación divina frente a los ataques de Satanás. El Esposo de nuestras almas también nos conduce allí para decirnos una vez más lo que Satanás quiere que olvidemos: «Mirad qué gran amor nos ha concedido el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios (1Jn 2)». Estas palabras, que parecen tan sencillas y tiernas, son, sin embargo, el campo de batalla más feroz de nuestro exilio en la tierra, porque a menudo olvidamos nuestra filiación, que «aún no aparece claramente». Teresa se identifica con el «Niño débil» ignorado por el mundo. Asocia la fuerza de este Niño débil a la de la monja carmelita que «encuentra el desierto en su corazón para unirse a su divino Salvador». No para ella sola, sino para llevarle a Él a los pecadores, a los pequeños y a los pobres de este mundo. Esta comparación arroja luz sobre la importancia de una lucha que es también la nuestra, y que tiene que ver con la salvación de las almas. En el misterioso orden de la gracia, consentir cada día más en ser hijo de Dios, en la luz como en la oscuridad, es hacer realidad la esperanza del tiempo en que «el manso cordero apacentará junto al león». Es participar en la salvación del mundo. | | | Rezo y actúo | Hoy llevo dentro de mí este pensamiento: cualquiera que sea mi compromiso, mi profesión, mi estado, la esencia de mi ser eterno está en este desierto donde Dios habita y susurra para siempre «Tú eres mi hijo amado». Pienso en la importancia de estas palabras para la salvación de mi alma y de mis hermanos en la humanidad. |
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