70 años de Fe y Alegría

Foto: AFP
El país no anda muy bien que digamos, deja ver muchas goteras. No importa lo que se diga desde el gobierno, insistiendo en una versión de los hechos que no calza con el entorno que nos rodea. La educación es un aspecto que, entre otros, nos envía malas noticias no obstante los innegables esfuerzos que se llevan a cabo en algunos escenarios, cuyos logros nos dejan abierta la esperanza.
Señala Perogrullo en uno de sus libros más consultados, que en estos tiempos que vivimos el conocimiento, ergo la educación, es un factor clave en el desenvolvimiento de las sociedades. Abundan los estudios y las cifras que le dan la razón al mencionado autor. Pero, sin necesidad de examinarlos, basta con echarle un vistazo a lo que esta ocurriendo con la Inteligencia Artificial, a la manera tan radical como está influyendo en todo el mundo, tanto para bien como para mal. En efecto, los desafíos que nos coloca por delante ponen en la vitrina la relevancia, reitero, que tiene la formación en todos sus niveles y formatos, desde el jardín de infancia hasta la universidad.
Digo lo anterior porque hoy cumple un nuevo aniversario Fe y Alegría, ocurrencia de un sacerdote jesuita chileno, José María Velaz, quien asumió la tarea de apoyar la educación popular, la cual inició en una casa de la parroquia 23 de Enero, entregada por Abraham Reyes y su esposa Patricia, quienes resumieron el “contrato” que le proponían diciéndole “Si usted pone a las maestras, nosotros ponemos la casa”.
Desde entonces han pasado siete décadas a lo largo de las cuales se ha venido desarrollando una obra singular, de mucha trascendencia, que lleva la impronta de los jesuitas y se expresa en un abanico de iniciativas que incluyen, programas formales de educación preescolar, básica y media tanto general como técnica, con énfasis en especialidades agropecuarias, comerciales e industriales, promoviendo el emprendimiento en los estudiantes. Junto a lo anterior, la experiencia de Fe y Alegría se ha exportado hacia más de una decena de países que operan como una Federación.
Setenta años, se dice fácil, pero entre nosotros se cuentan con los dedos las organizaciones que han durado tanto tiempo, siempre mejorando. El camino suele estar empedrado y la mortalidad institucional es muy alta. Fe y Alegría merece, desde luego, nuestra admiración, pero sobre todo nuestro agradecimiento por lo que hacen y por como lo hacen.
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