El Nazareno de San Pablo: más de 400 años en la Fe venezolana
—Me impactaba. Sentí muchas cosas, tantas que no sé describirlas. Y me preguntaba ¿por qué Dios permitió que sufriera eso su hijo?, expresa con emoción Steven Rosales, un infante de 10 años de edad que con el permiso de su madre revela lo que produjo en él investirse con el hábito morado, para participar por cuatro años contiguos en una de las más distintivas ceremonias de la Semana Mayor, la cual marca el final de la Cuaresma.
En el ocaso de este período se explayan los portales de los templos para abrazar la Semana Santa, etapa de pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Y como en toda fecha conmemorativa se ampara en su rito inherente.
Durante estas fechas, los feligreses viven cada uno de los episodios de la Semana Santa,
otorgándole la bienvenida con el Domingo de Ramos; seguido de la veneración al Nazareno de San Pablo, el miércoles; luego Lavatorio de los piés, el jueves, cuando a la vez se conmemora el Día del sacerdote y se instituye la Eucaristía; el viernes con la Pasión del Señor; la veneración a la Santa Cruz y el Sermón de las 7 palabras; para guardar silencio el sábado y celebrar la Resurrección el domingo.
Durante la Semana Mayor, en Venezuela, el Miércoles Santo se efectúa la procesión del Nazareno de San Pablo, una vivificación del recorrido que padeció Jesús rumbo al calvario, con la Cruz a espaldas; rodeado de sus devotos, los cuales, muchos de ellos, se envuelven en una túnica morada, con bordes dorados, para venerar al Hijo de Dios.
“Dónde me has visto, que tan perfecto me has hecho”
Quiso la historia que se atribuyera el nacimiento de esta escultura de madera a las manos del español Felipe de Ribas, en el siglo XVII, a quien, se escribe en los anales, una vez consumó la obra el mismísimo Nazareno se reveló ante él y preguntó: “Donde me has visto que tan perfecto me has hecho”.
En cuanto a la veneración, esta surge de la penuria cuando, a finales de la década de 1590, la naciente Venezuela padecía por la fiebre amarilla, criollamente conocida como peste del vómito negro. La población, desesperada, rogaba al Nazareno por una cura. La leyenda cuenta que al pasar por árbol de limones, un manojo de estos se enredó en la corona de espinas de la escultura; los enfermos consumieron de este fruto y sanaron rápidamente.
—Por la pasión, muerte y resurrección del Señor se logran muchos favores —, manifiesta el padre formador del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino, José Vicente Carvajal. Es por ello que numerosos devotos aún se ofrecen a acompañar a Jesús en su calvario -o a sus hijos- para encomendar su estado de salud, la de algún familiar u otro favor.
—Un día vio al Nazareno y dijo: quiero un traje de esos y que me lleven a caminar como al Nazareno; nosotros, a partir de esa Semana Santa lo llevamos, por cuatro años seguidos; pero fue por él, no fue por promesas ni nada; a él le nació —, dice Yaneth Ramírez, madre de Steven.
Para los creyentes, esta actividad espiritual les fecunda sentimientos de compasión, impacto, tristeza y, a la vez, alegría. A Yaneth el observar a su retoño dado al culto “fue muy emocionante. El hecho de ver que un niño tan pequeño sintiera esa pasión de Cristo, fue muy emotivo”.
Por su parte, Isabel Rosales, exclama con emoción que se consagrará en la peregrinación, en súplica por la sanación de una enfermedad que desde hace tiempo le aflige.
—Sé que voy a curarme; tengo ya cinco años enferma y mi tratamiento no se consigue; donde he trabajado me han despedido. Tengo la fe en Dios —.
Isabel, además, testimonia que por primera vez encarnará el andar tormentoso del Nazareno, arropada por el manto morado.
<&Intertítulo&…> ¿Por qué el uso de dicho color?
Según el padre Carvajal, en la semiótica cristiana, esta coloración representa la penitencia, conversión y arrepentimiento, el cual en el contexto fúnebre toma un matiz de dolor, sacrificio y muerte; por lo que “lo usa la Iglesia en estos tiempos de preparación”, añade.
La fe en la Venezuela actual
Ambientado en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio del Vaticano II, se resolvió el 2016 como el Jubileo de la Misericordia, que comenzó el 8 de diciembre de 2015 y concluirá el 20 de noviembre de 2016; período que, comenta el sacerdote, concuerda con el contexto socioeconómico que atraviesa el país; por lo que augura una mayor concurrencia a este rito.
—La gente pone su esperanza en Dios. Por eso esperamos que haya un incremento de asistentes por estas circunstancias; llamémosle “efecto país” —, concluye.
La liturgia del Nazareno de San Pablo que se celebra en la víspera del Triduo Pascual, más allá de evocar el martirio previo a la crucifixión y exvoto para expiar de sus pecados a los fieles, consagra sus santuarios para la reflexión, unir a la familia, propagar la paz en la comunidad y sembrar el amor, la calma y la tolerancia que, en este periodo tormentoso y desintegración social, urge a la sociedad venezolana.
(Gabriel Vivas)
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