Diálogo y democracia
Luis Almagro, sostuvo, a propósito de la crisis venezolana: “Dialogar no es sentarse a hablar, es demostrar compromisos con la democracia, con el respeto a los derechos humanos, con la inexistencia de presos políticos, con no tener detenciones arbitrarias”
Son dos términos indisociables en la teoría y prácticas políticas, imprescindibles cuando se trata de asegurar principios básicos para la convivencia civilizada en el marco del respeto, el reconocimiento de los otros como iguales, la simetría en las diferencias, la pluralidad y el entendimiento recíproco. El hecho de que en Venezuela se convierta en gran noticia el inicio de un diálogo, después de varios intentos fallidos, entre los 2 principales actores políticos, oficialismo y oposición, significa que no están dadas condiciones de igualdad entre los interlocutores ni hay diálogo auténtico sino imposiciones, exclusión, sectarismo y urgencias por satisfacer intereses puramente “instrumentales” y “estratégicos”.
Ya lo había escrito el director de Human Rights Watch en su carta al Papa Francisco el 27 de octubre pasado: “Un diálogo auténtico y de buena fe deberá estar basado en una evaluación objetiva de la crisis política, social y económica que enfrenta el país, y reconocer que el gobierno tiene la responsabilidad de haber creado esta situación y, por ello, de resolverla.” ¿Hay conciencia de la magnitud del daño que ha sufrido el país con las improvisaciones y políticas implementadas desde el ejecutivo nacional?
En Venezuela hoy es evidente que no hay democracia real sino un poder autocrático que concede en las actuales circunstancias el espacio para un encuentro, no para comunicar ni construir consensos, no para lograr una “acción comunicativa” ni objetivos coincidentes sino para garantizarse el éxito de sus fines particulares, para activar mecanismos de distracción dilatoria y ganar tiempo porque ve amenazados su dominio y permanencia en el gobierno y quiere seguir aferrado al poder, sin escrúpulos, con engaños y mala fe.
Esto ocurre después de la suspensión inconstitucional y leguleya del RR, calificado como golpe de Estado por la Asamblea Nacional y de un asalto violento al parlamento en plena sesión, el 23 de octubre pasado, aupado por líderes del oficialismo, cuyos resultados fueron agresiones físicas y verbales, robo de teléfonos, tabletas e implementos de los periodistas presentes, amenazas con armas de fuego y destrozos al mobiliario.
Habermas describió con claridad en “Aspectos de la racionalidad de la acción” en laTeoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos, las características de un diálogo engañoso, contraponiéndolo a una razón dialogal: hay “acción comunicativa, cuando las acciones de los actores participantes no quedan coordinadas a través de cálculos egocéntricos de intereses, sino a través del entendimiento. En la acción comunicativa los agentes no se orientan primariamente por o a su propio éxito, sino por o al entendimiento”. ¿Es esto lo que ha motivado al gobierno a aceptar la invitación del Vaticano?
En el Consejo de la OEA, su Secretario General, Luis Almagro, sostuvo, a propósito de la crisis venezolana: “Dialogar no es sentarse a hablar, es demostrar compromisos con la democracia, con el respeto a los derechos humanos, con la inexistencia de presos políticos, con no tener detenciones arbitrarias”. Para él, “un diálogo con resultados implica acordar mediadores, contenidos y tiempos que generen confianza mutua.” ¿Estamos en tal situación ahora?
Para que haya entendimiento, se requieren cuatro condiciones de validez en todo diálogo comunicativo, siguiendo a Habermas: inteligibilidad o comprensión de lo que se dice para entenderse entre sí, verdad sobre lo que se dice para que haya saber compartido, confianza en lo que se dice para que el oyente pueda creer en la manifestación del hablante, y reciprocidad para que haya concordancia respecto de un trasfondo normativo reconocido entre las partes. De lo contrario será el fracaso. En las negociaciones de París, terreno neutro, después de la guerra de Vietnam, la necesidad del respeto mutuo fue tan cuidadosa que la mesa de diálogo era redonda para evitar que ninguno de los participantes se sintiera entre ellos en un rango superior. ¿Son estas las condiciones del actual diálogo en Venezuela?
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