EDITORIAL DE EL NACIONAL

Los “sicarios” inventados

10 DE DICIEMBRE 2016 - 11:01 PM CET

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La persona que, por antojo de su antecesor ocupa actualmente la presidencia de esta república llamada bolivariana —las minúsculas no son error: creemos que las mayúsculas aconsejadas por los guardianes del idioma enaltecerían un despropósito y magnificarían un proyecto fallido y sin futuro—, se empeña, con sus actuaciones, en degradar la majestad del cargo, sobre todo cuando de política exterior se trata.

El maltrato verbal a sus pares de países que ya no considera amigos —porque no alcahuetean su gestión, ni pasan por alto las flagrantes violaciones de los derechos humanos o la pertinaz negación de que aquí hay más podredumbre que en Dinamarca—, como Argentina y Brasil, revela un desprecio superlativo a la convivencia con quienes han abandonado el sendero populista.

Lo acaecido en Mercosur debido a la ineptitud de la Casa Amarilla, que apostaba por una membrecía sustentada en petrodólares que ya no abundan,  puso de bulto  las carencias intelectuales y la falta de mano izquierda (a pesar de autocalificarse de zurdos ideológicos: ¡zurdos de las dos manos, es lo que son!) de quienes manejan nuestra (anti) diplomacia, especialmente de la titular de la cartera, una pintoresca funcionaria sin carrera ni credenciales,  cuyas insólitas declaraciones son motivo de befa por parte de la prensa internacional, pero que contienen altas dosis del mismo veneno oral  que utiliza su jefe supremo para desacreditar a los mandatarios sureños, olvidando que no ofende quien quiere, sino quien puede.

Y dejando claro que nada aprendió cuando fungió de muchacho de mandados internacionales para el eterno. Lo más grave es que el mandón ha agotado su repertorio de insultos y, falto de creatividad para inventarse unos nuevos, repite denuestos sin tener muy claro qué significan.

La tiene cogida con la palabra sicario. El 26 de julio de 2015 con motivo de la debacle económica griega provocada por el filo chavista Alexis Tsipras, se refirió a  Mariano Rajoy y a otros líderes de la Unión Europea como “sicarios del pueblo”. Con análoga adjetivación acaba de descargar sus municiones contra el presidente de Brasil, Michel Tremer, achacándole, además, “crímenes sociales” y otras desmesuras —cual la de colocarlo en una balanza y compararlo con Pinochet, inclinando el fiel a favor del sátrapa chileno—, en una perorata ritual en ocasión del día de la lealtad y el amor a Chávez. 

Su sermón, en el que no faltó el consabido comodín de la “amenaza imperialista” y, para variar, fue rosario de incorrecciones sintácticas, nos dejó perplejos; porque es eso, perplejidad, lo que produce quien (des)hilvana sus soflamas como si se mirase en un espejo.

Porque si a ver vamos, mayor crimen social que el perpetrado en Venezuela contra una ciudadanía a la que se le confiscó el porvenir y desfallece, cuando no por escasez de medicamentos e insumos sanitarios, de mengua o inanición, no hay en todo el continente.

Es el típico caso del ladrón que juzga al resto de sus semejantes a partir de su propia condición; es, en síntesis, un morrocoy que llama conchudo al cachicamo. 

016 - 11:01 PM CET