¡Un cono que no llega!
Deyalitza Aray
Los venezolanos tenemos bastante tiempo viviendo en un estado de zozobra permanente. Amanecemos con la angustia reflejada en nuestro rostro y en nuestro estado de ánimo, desde que nos levantamos de la cama hasta que vamos a dormir nos acompañan encontrados sentimientos que van desde la incertidumbre por no saber qué vas a hacer, pasando por la rabia y la impotencia al no conseguir lo que necesitas, hasta llegar a un riesgoso conformismo, a la resignación y al rezo para dar gracias a Dios por un día más que logramos sobrevivir.
No fue suficiente para el régimen venezolano haber vulnerado nuestro derecho de demandar el cambio político mediante el referendo revocatorio, de negarse la existencia de un estado de crisis humanitaria, de burlarse del Vaticano y la comunidad internacional montando una obra magistral como la del diálogo o mesa de negociación, a la que de manera desafortunada acudió una mínima representación de la oposición y de la gran mayoría de los venezolanos que enfrentamos al gobierno, sino que decide, consciente de que electoralmente no podrá mantenerse en el poder, profundizar el golpe económico que viene ejecutando como herramienta clave de su descabellado plan de perpetuidad gubernamental.
Nada alentador ha sido nuestro tránsito en los últimos dos años, uno peor que el anterior, a veces por acciones de la naturaleza, normalmente por cada anuncio de medidas que hace el poder oficial, y ahora hasta por aquellos que hace nuestra alternativa democrática. La semana que culmina no fue la excepción, días que nos condujeron por la más aberrante y miserable situación.
Al anuncio del establecimiento del llamado nuevo cono monetario con el cual se acepta irremediablemente la brutal y lapidaria inflación que reina en la tierra de Bolívar, el más grande de América, le siguieron desastrosas consecuencias que pusieron de manifiesto la fragilidad de nuestro sistema financiero y monetario, y la improvisación cada vez más incipiente de una administración sumamente irresponsable que no da pie para acertar en alguna medida que permita un respiro al ya bastante golpeado bolsillo familiar. No había efectivo, colapsaron las entidades bancarias, los cajeros automáticos y la Internet, nada se movía, se paralizaba la actividad comercial y la doméstica, la movilización urbana, en una época de consumismo puro, de gasto y compromisos que se quedaban como novia de pueblo, vestidos y alborotados.
En paralelo el TSJ hacía de las suyas mientras lamentablemente tengo que decirlo, la oposición dialogante intentaba justificar el fracaso de la mesa de negociación y retomar lo que nunca debió abandonar, la presión de calle y el accionar de la Asamblea Nacional. Enjuiciar a Maduro y designar a los rectores del Poder Electoral no se podía postergar más, pero al que no hace le hacen y así se cumplió.
El régimen ganaba tiempo mientras preparaba una estocada más, nadie lo imaginaba, nadie se lo esperaba, de un plumazo nos dejó sin dinero y en estado de indefensión total para intentar desesperadamente canjear, depositar o gastar el dinero que en billetes de 100 habíamos logrado sacar de cuentas bancarias para no correr el riesgo de quedarnos sin efectivo en plena Navidad, sin antes colocar en circulación el famoso nuevo cono monetario que se acababa de inventar y para completar ordena nuevamente el cierre de la frontera con Colombia y con Brasil.
El caos fue total, le siguieron amenazas, persecuciones y hasta explicaciones absurdas por parte del gobierno en voz del mismísimo Nicolás. Ellos festejaban la decisión, se felicitaban mutuamente y trataban de convencer de que ésa era la solución. Nada más absurdo, cruel y dramático, afuera en las calles de Venezuela, el nivel de desesperación se confundió con hechos vandálicos que aún dan cuenta del tamaño del desastre que esa decisión generó. Apure, Bolívar, Mérida, Táchira, son muestra de ello, entidades bancarias destruidas, comercios, muchos detenidos, saqueos, asaltos, toque de queda, situación que jamás debió producirse, que es responsabilidad exclusiva de la máxima autoridad nacional y un gabinete económico que ha despilfarrado como le ha dado la gana todo el dinero de los venezolanos.
Lo que ocurre en nuestro país no se puede aguantar más, no se puede jugar con la paciencia de la gente, ni de un lado ni del otro, urge estrategia clara en respuesta a tanta desfachatez. Devolvieron al marrón, pero con fecha de vencimiento y aún no llega el cono, es obvio el agotamiento de los fondos que el gobierno ha venido disponiendo a su libre albedrío, quedando evidenciados pues la falsedad del régimen y su desacierto en intentar implantar, a troche y moche, un sistema rechazado cada vez más por el pueblo, que nos desangra, empobrece y pretende tratarnos como si los venezolanos fuésemos pendejos.
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