La locura cotidiana
Hace algunos años, cuando aún vivía el presidente Chávez, le oí expresar a uno de los más conspicuos personeros del régimen una advertencia que resultó ser premonitoria. No puedo mencionar el nombre del personaje, porque el sujeto, que denigra de todo el mundo, que insulta y ofende a quien le da la gana, no puede ser aludido por nadie, porque se incomoda y demanda judicialmente a quien ose acusarlo de cualquier cosa, y con estos tribunales que tenemos, ¿qué posibilidades tendría de salir exonerado? Pues bien, le oí decir a esa persona lo siguiente: ¡Que no se crean los opositores que si Chávez sale del poder las cosas van ser mejor para ellos, todo lo contrario, van a empeorar, porque quien impide que hagamos todas las locuras que se nos ocurren es Chávez!
Bueno, lo asombroso del caso es que el personaje de marras tuvo lo que en jerga popular se llama “boca de sapo”. Las cosas sucedieron tal y como las dijo. Chávez murió y quienes le sucedieron en el poder (entre ellos, el propio agorero) han dado rienda suelta a todas las locuras que se tenían guardadas. Entre ellas hay algunas que son risibles, porque nos recuerdan a los “tres chiflados”, pero hay otras propias de peligrosos psicópatas, que ponen los pelos de punta. Veamos solo tres de las muchas locuras que han protagonizado.
1- Retirar en apenas 72 horas, en plena navidad de 2016, el billete de mayor circulación nacional para “burlar a las mafias internacionales” que intentaban inundar el país con montañas de billetes de la misma denominación para crear un caos económico, que con esa medida genial se quedaban con los ojos claros y sin vista. La medida produjo tanto desespero, que en un tumulto, por poco arrasan con una importante ciudad sita al sur del país. Fue tan insensata la resolución que todavía hoy, luego de 4 meses de adoptada, no ha podido cumplir su finalidad y ha tenido que ser prorrogada seis veces más, en forma consecutiva.
2- Mandar para… (ustedes saben dónde) al secretario general de la OEA porque este funcionario, que no es insulso, en uso de sus atribuciones ha pedido al gobierno venezolano que cumpla con la Carta Democrática firmada por el propio Chávez, con la Constitución Nacional y con el Estado de Derecho. Además, se retiran de esa organización, acción que aunada a la expulsión de Venezuela del Mercosur y al anterior abandono de la Comunidad Andina de Naciones, nos ha dejado aislados en el continente.
3- Arremeter con furia asesina contra las manifestaciones pacíficas de oposición que intentan llegar a dependencias oficiales de libre acceso para entregar peticiones legítimas, porque esos organismos están ubicados en el centro de Caracas y en el municipio Libertador que son bastiones sagrados de la “revolución bolivariana” y no pueden ser hollados por la planta insolente de la oposición. Este cariz de la locura ha cobrado, por ahora, la vida de treinta personas, entre ellas jóvenes estudiantes, cuyas existencias han sido segadas por esa estrafalaria, insensata y estúpida forma de ejercer el poder.
Estamos en medio de la locura total: sin elecciones, sin Asamblea Nacional, con poquísimos amigos en la región (apenas un pequeño grupo de países que en términos económicos, políticos y de población representan una insignificante porción del continente americano), sin comida y sin medicinas, con una inflación galopante, endeudados hasta la coronilla, con el hampa desatada y sin castigo, con el Tribunal Supremo de Justicia convertido en buró presidencial, con las cárceles llenas de presos políticos y en manos de cubanos, chinos, rusos, iraníes y coreanos del norte. ¡Dios nos agarre confesados!
Tanta locura, realizada en nombre de Bolívar, me ha hecho pensar mucho en el pobre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, y preguntarme qué diría si despertara de su sueño eterno y viera lo que está pasando en la República que fundó hace 200 años, allá en Angostura, la misma Ciudad Bolívar que casi queman en diciembre del año pasado. No tengo repuesta. Pero la remembranza del héroe patrio me ha traído a la memoria, como si la tuviera viendo nuevamente, una excelente composición en colores que observé una vez por Internet, donde aparece Bolívar, montado en su fogoso caballo blanco, con la espada en alto (la misma que andaba por América Latina y otras partes del mundo por la manía de Chávez de darle copias de ella a todos sus compinches), persiguiendo al pródigo dador, que corre despavoridamente (ahora sería Maduro el corredor), y gritándole con cara arrebatada por la ira: “Párate gran carajo”
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