Cuando por el mes de marzo el régimen decidió decretar una cuarentena estricta, la verdad es que se cumplió a cabalidad porque la gente no podía moverse sin gasolina. Todo funcionó como si la misma cúpula rojita lo hubiera planificado, pero bien es sabido que no son capaces de organizar ni un bingo.
Hace ya años que la capacidad productiva del país está paralizada. Son reiteradas las declaraciones de los diferentes gremios que advierten la gravedad de la situación, que trabajan a menos de 50% de su capacidad, que han tenido que despedir a trabajadores porque no les da para mantener los puestos. Esta realidad no es nueva y el borde del colapso ya pasó a ser un barranco que cedió bajo los pies de todos los venezolanos.
Llegaron los barcos con gasolina iraní y los que viven en la capital de la república comenzaron a ver cierta vuelta a la normalidad. No así en el interior del país, en donde los productores del campo han tenido que ver cómo se pierden sus cosechas porque no tienen forma de trasladarla a las ciudades. Tampoco las industrias lograron reactivarse, pues aunque algunos pudieron surtir sus vehículos de combustible, el transporte público seguía siendo escaso y los trabajadores no podían llegar a sus labores.
Han sido largos y duros los meses de cuarentena que en realidad no se ha respetado en lo más mínimo. La gente tiene que salir a buscar el sustento para su familia, pero los sectores productivos no han podido arrancar.
Lo que dice Conindustria tiene asidero en la realidad más urgente del país. Cada vez que el jefe del régimen anuncia la “flexibilización” de la dichosa cuarentena, solo habla de la banca, los supermercados, las peluquerías y alguno que otro servicio. Por supuesto que durante esas brillantes reuniones en Miraflores nada deben hablar de la importancia de preparar un arranque más sustancial de la economía.
Lo que apunta Adán Celis Michelena, presidente de Conindustria, es muy certero, en cuanto a que hay que hacer más énfasis en la importancia y la vigilancia de las medidas sanitarias en cada lugar de trabajo, y diríamos por aquí, en todos los sectores de la vida diaria del venezolano.
Si se invierte en eso, en proveer a los trabajadores de condiciones adecuadas para realizar sus labores durante esta pandemia, seguramente podrán ir despertándose del letargo más sectores y entonces el venezolano volverá a producir lo necesario para, mal que bien, subsistir.
No es que antes de la pandemia todo era perfecto, ya se dijo más arriba, pero por la ineptitud, la ceguera y la sordera del régimen los venezolanos están a punto de llegar al fondo del abismo sin ningún estímulo para rebotar y salir.