Alejandro Bautista González: Lecciones y resistencia
Decisivamente el soberano pueblo de Venezuela es de libre pensamiento democrático y no acepta imposiciones arbitrarias de ningún gobierno, ni gobernante: que esto quede suficientemente claro. En su constante lucha contra la ignominia, la perversidad e injusticias que desde el poder asaetean impunemente la nobleza de su aguerrido espíritu, tradicionalmente libertador-libre pensador, fundamentalmente trabajador y siempre respetuoso de los derechos ciudadanos; condiciones estas que lo predisponen a combatir y rechazar yugos y actitudes tiranas, ampliamente superadas que solo pertenecen a la historia.
El régimen gobernante ha convocado elecciones regionales para el presente año. La campaña comenzó ya, pero a decir verdad, pareciera que sólo el oficialismo y partidos satélites estarán en juego, pues la auténtica oposición democrática ha denunciado su inconformidad y no participará en razón de que no existen condiciones de credibilidad y transparencia en un proceso organizado y dirigido por un ente desvirtuado y vetado por la auténtica AN de 2015 y sectores opositores, quienes además, denuncian que las deficiencias señaladas en el acto electoral de 2018, sobre las que solicitó fuesen corregidas, aún permanecen sin ser enmendadas. Además de ello, el mandato de “cese a la usurpación” que el soberano ordenó como resultado de la Consulta Popular del 5 al 12 de Diciembre pasado, y tiene carácter vinculante, tampoco han cumplido los ocupantes de Miraflores, es decir, permanece vigente.
Por lo expuesto, sólo algunos exaltados dirigentes y militantes de partidos opositores, han manifestado, a título personal sin apoyo partidista, su intención de participar en dicho evento eleccionario. Si el respectivo partido, resuelve darles su apoyo, dejará de pertenecer a la oposición que lo expulsará y será considerado, partido satélite del oficialismo y no afectará la Unidad Democrática opositora.
El fin primordial y meta opositora es salvar la República: hacer prevalecer la libertad y el imperio de la ley y la justicia, el sistema de gobierno democrático, la reconquista de nuestros valores y la familia; finalmente, el rescate y reconstrucción de nuestro país, bastante maltrecho, hasta ponerlo a la vanguardia de las naciones prosperas y desarrolladas en un plazo no mayor de 10 años.
El gobierno que democráticamente, cumplidas ya dos décadas se dio el pueblo venezolano, no cumplió sus promesas, por el contrario lo condujo al abismo del fracaso; antes un país rico y próspero, ahora, considerado burlonamente “un pobre país”. Hoy día, su soberanía está amenazada al permitirse que representantes de gobiernos extranjeros participen en la gobernanza de áreas consideradas estratégicas y hasta en la explotación de recursos naturales como la minería y energéticos. Además, es de todos conocido la negligencia manifiesta en el manejo del reclamo sobre el territorio Esequibo, su entreguismo nos coloca al borde de perder una considerable extensión territorial de más de 159.500 kilómetros cuadrados. Otro asunto demasiado riesgoso para nuestra soberanía, propio del régimen gobernante es permitir la permanencia de grupos irregulares extranjeros, armados en nuestro territorio, que a base de terror y adoctrinamiento pretenden imponerse en las áreas por ellos ocupadas.
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