Un príncipe en Nueva York 2: un justo homenaje a la original
Se estrenó la secuela de uno de los clásicos más recordados de la década de los 80. Deja un sabor agridulce. Es solamente un tributo al film de 1988, pero la nostalgia llega a justificar su existencia
Los comentarios que leí antes de mirar la secuela de “Un príncipe en Nueva York 2”, (el título original de “Coming 2 America” tiene más gancho) fueron en su mayoría negativos. Pero se trata de una segunda parte que, a pesar de las lapidarias críticas recibidas, uno la tiene que ver igual. Como ocurrió con Esperando la Carroza. La comunión con la versión original es tan intensa, que es imposible negarse. Los realizadores lo saben y se aprovechan.
Incluso el guion tiene un guiño a esta realidad tan evidente. En un momento del largometraje, los nuevos jóvenes protagonistas de Un príncipe en Nueva York 2 hacen referencia a las “secuelas de viejas películas que nadie pide”. Es como un pedido de disculpas explícito, como diciendo “somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero sabemos también que ustedes la van a ver”. Tienen razón.
Lo mejor que tiene el film es lo que el público va a buscar en la segunda parte. Las referencias y los personajes (todos) de la película original. En ese sentido, probablemente en el único, la continuación no falla en lo más mínimo. Están en la secuela todos los personajes y referencias que pudieron meter. No solamente los clásicos impensados del cantante Randy Watson, el pastor evangélico y los viejos de la barbería, sino varios de los roles secundarios que aparecieron por primera vez en 1988. ¿Seguirá ladrando en una pata la novia frustrada que Akeem rechazó en el intento del matrimonio arreglado? ¿Qué fue de la vida del gordito rubio de la hamburguesería Mc Dowell´s, al que le tiraban las malteadas? ¿Continuará Cleo con su restaurant, peleándose con Mc Donald´s?
Todas esas preguntas de fácil respuesta serán develadas para el deleite de los fetichistas del film original. Tan en serio se tomaron la importancia de los detalles del clásico, que vale la pena repasar la primera antes de sumergirse en la segunda parte. No importa si pensás que la tenés fresquita, Un príncipe en Nueva York 2 está repleta de guiños. Vale la pena volverla a ver el día anterior o en la previa, en caso de maratón retro.
Otro punto alto está en los efectos digitales. En determinado momento, la continuidad de la historia requiere volver al pasado para mostrar lo que supuestamente ocurrió y no se vio de la primera visita del príncipe, ahora rey, a los Estados Unidos. La magia de la tecnología muestra a un Arsenio Hall y a un Eddie Murphy como si estuviéramos en 1988. Chapeaux.
Lo más flojo es la historia, que se reedita de forma calcada en una nueva generación: un príncipe dispuesto a enfrentar a la tradición de la corona para conseguir su verdadero amor. A lo largo del cuento, el público tiene que lidiar con los clichés forzados de los musicales y algunos pasajes obligados del Hollywood actual de lo “políticamente correcto”. Pero podría ser peor. En esta segunda parte de Un príncipe en Nueva York estas dosis son digeribles.
¿Es una gran película? No ¿Está bien hecha? Sí ¿Le hace justicia a la original? No, le rinde tributo. Pero no importa lo que te digamos, vos vas a ver igual Un príncipe en Nueva York 2. Y está bien.
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