Cristina Moreno, de 18 años de edad, lleva en brazos a su bebé en el pueblo de Juvinani, en el estado mexicano de Guerrero, el 16 de mayo de 2021. Foto: PEDRO PARDO / AFP

«No quiero que me vendas». Recordó con dolor Eloina Feliciano, suplicándole a su madre que no la vendiera. Sin embargo, así como su caso, muchas otras niñas indígenas en Guerrero son vendidas a diario para entregarlas en matrimonio. Esto siguiendo un acuerdo ancestral que omite por completo sus derechos.

«No somos animales. Los animales son los que se venden», recalcó la mujer indígena mixteca de 23 años de edad. Ella recuerda haber sido vendida por su propia madre cuando apenas tenía 14 años. El hecho ocurrió en la comunidad Juquila Yuvinani, municipio de Metlatónoc, una de las regiones más pobres de México.

En esta región, entre las montañas, radica esta práctica arcaica y denigrante. Afecta a las mujeres, en un ciclo interminable de abusos e injusticias.

Las familias de 66 pueblos en Guerrero habitan entre abusos a las mujeres, extrema pobreza y falta de educación en varones y mujeres.

Las llamadas dotes van desde los 2.000 hasta los 18.000 dólares, según cuentan habitantes de la zona,  que son cobradas por los padres de las novias.

Vulnerabilidad de las niñas indígenas

Cabe destacar que únicamente se aceptan hombres que serán los esposos de sus hijas, residentes de esta misma región.

«Las niñas quedan en absoluta vulnerabilidad. Su nueva familia las esclaviza con tareas domésticas y agrícolas» y a veces «los suegros abusan sexualmente de ellas», alertó Abel Barrera, antropólogo y dirigente de la ONG Tlachinollan.

Por la «creciente precariedad» de estos pueblos, dijo el experto, «la ritualidad ancestral indígena de entrega de las doncellas por dote desde su primera menstruación se ha ido perdiendo y ahora se mercantiliza a las niñas indígenas».

De los casi 2.500 municipios mexicanos, unos 620 son indígenas y 420 de ellos se rigen por usos y costumbres tradicionales reconocidos por la Constitución.